Seguridad y desarrollo

23/09/2004
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En memoria de Alfredo Correa, un hombre bueno... Tradicionalmente los análisis de seguridad, sobretodo los norteamericanos, que priman en estos países, han considerado a la pobreza como un factor de amenaza o por lo menos de riesgo a la seguridad. Así lo encontramos en ese plan estratégico de respuesta a la Revolución Cubana, la Alianza para el Progreso, a comienzos de los años 60s, pero igualmente en la última Estrategia de Seguridad Nacional de USA del 2002 en la cual señalan: " La pobreza no hace que los pobres se conviertan en terroristas y asesinos. Pero la pobreza, las instituciones débiles y la corrupción pueden hacer que los estados débiles sean vulnerables a las redes de terroristas y a los carteles narcotraficantes dentro de sus fronteras." Sin embargo, la acción real contra la pobreza en el ámbito global y al interior de cada país, con contadas excepciones, es bastante inocua, por no decir que casi inexistente. Las estrategias de seguridad siguen priorizando exclusivamente la dimensión militar del problema, lo cual simplemente conlleva a restricciones democráticas de los derechos ciudadanos y a caer en tentaciones autoritarias con inusitada frecuencia, con la justificación de la seguridad. Por eso es pertinente que el Presidente Lula del Brasil en la Cumbre de Líderes Mundiales para la Acción Contra el Hambre y la Pobreza, realizada en la ONU con el co- patrocinio de Francia, España y Chile, haya dicho de manera contundente que "el arma de destrucción masiva más mortífera" es la miseria, frente a 50 jefes de Estado y de gobierno. Allí igualmente se hicieron evidente las dos miradas que globalmente existen sobre la seguridad: la de USA que prioriza solamente el aspecto del poder militar, el llamado 'poder duro' de la fuerza y en esa medida consideró 'imposibles', a través de su Secretaria de Agricultura, las propuestas para superar los problemas de pobreza a escala global, justamente la nación que destina este año quinientos mil millones de dólares para gasto militar; Europa, por su parte, considera que la seguridad está íntimamente ligada al desarrollo y formuló iniciativas propositivas a través de España y Francia; incluso el Presidente Chirac señaló en una conferencia de prensa, que habrá que esperar a que el debate electoral norteamericano pase, porque "por muy fuertes que sean los estadounidenses, no pueden oponerse con éxito a 110 países o a una cifra que puede llegar hasta 150". El presidente Lula afirmó posteriormente, en su discurso ante la ONU, que "no habrá seguridad ni estabilidad en el mundo hasta que se establezca un orden más democrático y justo" y agregó que la "paz nunca surgirá de la pobreza y el hambre" y que "en 54 países, el ingreso per capita es menor de lo que era hace diez años. En 34 países, la expectativa de vida ha disminuido. En 14, una mayor cantidad de niños mueren de hambre". El mandatario brasileño, que ha hecho de su campaña contra el hambre un eje central de su programa de gobierno, dijo que "el camino a la paz duradera debe incluir un nuevo orden político y económico", para lo cual es necesario "una reforma del modelo de desarrollo global ". Es claro que en el ámbito global y también en nuestro país se mueven las dos tesis: quienes creen que el problema de la seguridad es simplemente el uso de la fuerza militar y la autoridad, y quienes consideran que requiere, además de fortalecer la capacidad militar del Estado, legitimidad política y que ésta no es solamente producto de campañas publicitarias sino de desarrollo social y oportunidades de trabajo, acompañado esto de una democracia para todos, donde las fuerzas políticas de oposición puedan actuar y la seguridad sea algo real para los ciudadanos y no solamente una percepción, montada sobre bases endebles y sin sostenibilidad. * Alejo Vargas Velásquez. Profesor Universidad Nacional.
https://www.alainet.org/es/articulo/110594
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