Una ciénaga a la medida del Imperio
18/05/2004
- Opinión
Se acumulan las malas noticias para Bush y sus halcones. La
economía norteamericana está acosada por el aumento de los
desequilibrios fiscal y comercial, el dólar sigue con su tendencia
a la baja. En cuanto a la guerra la situación es aún peor, Irak se
ha convertido en un infierno para las tropas de ocupación, la
resistencia se generaliza y los países aliados al Imperio empiezan
a desertar.
Durante el 2003 dos oleadas sucesivas de manipulación mediática
global terminaron por estrellarse contra la realidad. La primera
llegó a su punto más alto en mayo de ese año cuando Bush anunciaba
la victoria completa en Irak y el fin de las grandes operaciones
militares. Los medios de comunicación pronosticaban que ese
triunfo armado sería pronto seguido por otros (Siria, Irán...) lo
que otorgaría a Estados Unidos un poder político mundial
aplastante. Que le permitiría obtener significativas ventajas en
el plano económico, reactivando su aparato productivo e imponiendo
condiciones irresistibles a la periferia y las otras potencias
centrales. Cuando esta ilusión se esfumó pocos meses después al
ritmo del avance de la resistencia iraquí, fue rápidamente
remplazada por otra. Aunque la guerra no anda demasiado bien,
decía la desinformación masiva, la economía ha empezado a
recuperarse lo que ayudará a Estados Unidos para obtener por
medios comerciales lo que tarda en conseguir por la vía militar,
reforzando de paso a esta última. Pero durante los primeros meses
de 2004 la segunda mentira tuvo la misma suerte que la primera.
La guerra en auxilio de la economía
La ilusión militarista se apoyaba en un mito, el de la hegemonía
militar absoluta de Estados Unidos, y en una enseñanza económica
obsoleta, la del keynesianismo blindado.
En el primer caso se trataba de un reduccionismo tecnológico
ignorante de otras componentes esenciales de dicha hegemonía, como
el estado psicológico de la población colonizada, la existencia o
no de grupos sociales colaboracionistas importantes, de
rivalidades internas (étnicas, religiosas, regionales) que podrían
ser eventualmente exacerbadas por el ocupante para así dominar
sobre una sociedad dividida (como ocurrió en el caso yugoslavo).
También cuenta la capacidad imperial para remodelar de manera
colonial a la economía conquistada y para desactivar o aislar los
focos de resistencia. Tener armamento superior no alcanza, más aún
cuando las tropas ocupantes carecen del espíritu de combate
necesario para enfrentar a una resistencia extendida y heroica,
muy enraizada en la población. Tampoco esa demostración de poderío
militar fue capaz de arrastrar al resto de Occidente, el quiebre
de la OTAN señalaba que el Imperio estaba perdiendo el liderazgo
indiscutible del centro del mundo.
Las tropas de ocupación se enfrentaron a lo que suele denominarse
"crisis de percepción": lo que prometía ser una población
atrasada, temerosa y fácil de corromper (como lo enseñan las
historietas del viejo colonialismo europeo) emergió en poco tiempo
como un complejo laberinto social urbano, indescifrable, moderno,
expresando odio creciente al ocupante, técnicamente apto para
enfrentar una guerra prolongada. El empantanamiento militar fue la
primera consecuencia de ese hecho. Los escenarios futuros son muy
negros para los conquistadores, la guerra no puede ser ganada y la
perspectiva de una retirada humillante es cada día más probable.
El segundo error de evaluación fue con respecto a las
consecuencias económicas de la aventura bélica. Sesudos
periodistas nos indicaban que la expansión de los gastos militares
produciría en Estados Unidos un gran efecto multiplicador positivo
sobre el empleo y los negocios en general. Se trataba de una
visión anacrónica, la revolución tecnológica de las últimas dos
décadas ha anulado casi por completo a ese posible efecto, el
keynesianismo militar es historia vieja. Peor aún la concentración
de gastos en la industria bélica con cada vez más elevada
productividad laboral, automatización y robotización.suele tener
un efecto multiplicador opuesto al esperado, liquidando empleos y
empresas obsoletas. Además esos gastos incrementan el déficit
fiscal que ya llega a los 500 mil millones de dólares, haciendo
subir la deuda pública y más adelante seguramente las tasas de
interés perjudicando al consumo y la inversión.
En síntesis, la guerras de Irak y Afganistán no trajeron rápidas
victorias sino empantanamientos, no trajeron reactivación
económica durable sino más desajustes fiscales y comerciales.
La economía en auxilio de la guerra
Así se pasó de una intoxicación a otra. En los últimos meses de
2003, aplacadas las fantasías políticas y económicas en torno de
la guerra, irrumpieron de nuevo sesudos periodistas más algunos
gurús neoliberales sobrevivientes de los años 90 para explicar al
planeta que aunque la "guerra contra el terrorismo" no andaba del
todo bien milagrosamente la economía norteamericana se estaba
recuperando velozmente luego del desinfle de la burbuja financiera
y la entrada en recesión. El tercer trimestre de 2003 aparecía con
un incremento del PBI nominal superior al 8 % y más del 4 % en el
cuarto trimestre. Pero en los primeros meses de 2004 aparecieron
serias dudas sobre la consistencia de dichos datos. Hacia marzo de
este año Jan Hatzlus, el economista jefe de Goldman Sachs, uno de
los principales bancos de inversión del mundo, señaló que las
cifras oficiales de crecimiento del PBI norteamericano estaban
infladas. Tomando como ejemplo el cuatro trimestre de 2003, la
administración Bush informó un aumento del 4,1 % incompatibles
según él con un crecimiento de la producción industrial de solo
1,4 % difundido por la Reserva Federal. Para Hatzlus el aumento
real del PBI no pdría haber sido superior al 2,2 %. También puso
en duda los datos oficiales sobre crecimiento del consumo (1).
De todos modos la manipulación estadística oficial no puede
ocultar la expansión vertiginosa de la deuda pública y de los
déficit fiscal y del comercio exterior, la declinación del dólar,
la persistencia de altos niveles de desocupación y ocupación
precaria y finalmente la emergencia de una gigantesca burbuja
especulativa, bursátil e inmobiliaria, que explica la imagen de
reactivación económica.
Ahora sabemos que la guerra imperial fracasó, pero también fracasó
la política económica basada en la baja de las tasas de interés,
en reducciones tributarios a los grandes grupos empresarios y en
gastos militares. Esa combinación no provocó la expansión
productiva sólida prometida por Bush sino endeudamiento, déficit y
especulación financiera.
En síntesis: ni prosperidad durable ni victorias imperiales. El
futuro más probable oscila entre dos escenarios negros: uno basado
en la interacción explosiva de una retirada humillante de Irak y
graves reveses económicos (caída libre del dólar y/o suba recesiva
de las tasas de interés y/o derrumbe de la Bolsa y de los valores
inmobiliarios...) y un segundo escenario menos traumático que
suele ser calificado como de "decadencia honorable", con retirada
negociada de Irak y Afganistán, cesión de áreas de influencia a la
Unión Europea, crecimiento económico bajo (a la japonesa), alta
desocupación, etc. Más allá de quién ocupe la Casa Blanca aunque
las apariencias asocian a Bush con el primer escenario y a Kerry
con el segundo.
Clinton, Bush, Kerry
Esa asociación se apoya en viejos esquemas perimidos. En realidad
los procesos de financierización y militarización que se
impusieron en las dos últimas décadas han remodelado a la sociedad
norteamericana, incluida su dirigencia política. Son procesos
interrelacionados engendrados por una crisis de sobreproducción
crónica que afecta desde los años 70 al capitalismo global y cuyo
centro es lógicamente su primera potencia, los Estados Unidos,
ahora completamente dominados por redes parasitarias y mafiosas.
La concentración de ingresos que acompañó al fenómeno se aceleró
bajo el gobierno de Clinton. Por ejemplo en 1991 la relación entre
la remuneración media de los asalariados y la de los cuadros
superiores de las empresas era de 1 a 113, la misma pasó a ser de
1 a 149 en 1999, además al final de la era Clinton los salarios
medios eran un 10 % inferiores a los de fines de los años 60 pese
a que la productividad había aumentado un 50 % (2). El proceso dió
un nuevo salto con Bush que realizó enormes transferencias de
ingresos a la élite económica a través de exenciones fiscales y
gastos militares.
La primera hiper burbuja financiera nació y murió en la segunda
parte de la era Clinton. Bush intentó reanimar la economía a
través de una segunda hiper burbuja, todavía en desarrollo pero
sin mucha vida por delante.
La primera guerra de Irak se desató bajo la presidencia de Bush
padre, siguió luego con un largo período de bombardeos en la época
de Clinton y culminó con la invasión bajo Bush hijo. Fue durante
la presidencia de Clinton que se desarrolló la escalada de
agresiones contra Yugoslavia hasta llegar a la guerra de Kosovo.
El militarismo imperial se expandió bajo gobiernos repúblicanos y
demócratas.
Las mafias que combinan negocios financieros, militares,
abiertamente ilegales (drogas, mega estafas, etc.) son hoy el
corazón del sistema de poder en Estados Unidos. No constituyen una
accidente nefasto-y-corregible sino el resultado de una profunda
decadencia, irreversible en el marco del capitalismo global en
cuyo seno no aparece ningún contrapoder regenerador, ninguna
potencia de reemplazo (3).
Respecto a temas centrales de la sociedad norteamericana como el
de la financierización, la concentración de ingresos o la
influencia del complejo industrial-militar, solo existen tenues
matices entre Bush y Kerry.
Centro y Periferia
El militarismo imperial y la degeneración financiera tienen una
larga historia común y es muy probable que su caída forme parte de
una misma tragedia. La tentativa de control militar de la
periferia aparecía como una sucesión de operaciones fáciles dada
la abrumadora supremacía del armamento norteamericano, pero tenía
en su retaguardia a una economia declinante y a una población
moralmente degradada. Por otra parte la periferia actual no es la
de los siglos XVIII y XIX, ha constituido estados nacionales,
clases sociales modernas, sufrió en las últimas décadas múltiples
frustraciones en sus procesos de descolonización, de revoluciones
nacionalistas y socialistas, en sus proyectos de
industrialización, pero presenta identidades culturales
contradictorias en plena expansión que no pueden ser manipuladas
tan fácilmente como lo supone la elite norteamericana. En ese
sentido el caso iraquí es ejemplar. La euforia aparatista de los
jefes del Imperio chocó con la dura realidad.
La periferia se encuentra ahora sumergida en los comienzos de lo
que muy probablemente será una era de decadencia de la dominación
occidental, es decir del centro del mundo capitalista. Esta
situación tiene ciertas similitudes con la existente a comienzos
del siglo XX cuando alrededor de 1914-1918 estalló la primera gran
crisis del capitalismo financierizado. Entonces se abrió en la
periferia un largo y complejo período histórico de revoluciones y
contrarrevoluciones, de tentativas socialistas y de revoluciones y
reformas burguesas de signo nacionalista. La arremetida neoliberal
de las dos últimas décadas pretendía disciplinar para siempre al
mundo subdesarrollado, privatizando-desnacionalizando sus
principales estructuras, sometiéndolo a un saqueo descomunal.
Aunque ese auge (al igual que el auge fascista de los años 20 y 30
del siglo pasado) escondía la podredumbre civilizacional de los
conquistadores. El Imperio empieza a hundirse en la ciénaga
construida por su sistema de poder, la sobreacumulación de
capitales, de habilidad especulativa, de maquinaria militar y de
soberbia conforman un salvavidas de plomo al que se aferran cada
vez más. En consecuencia la periferia vuelve a ponerse en
movimiento, desde Irak hasta Bolivia, desde la resistencia armada
al ocupante en Bagdad o en las montañas de Afganistán hasta las
movilizaciones de los Sin Tierra de Brasil o de los piqueteros
argentinos.
(Texto publicado en "Enfoques Alternativos", número 23, mayo
2004, Buenos Aires.)
Notas:
(1) Raúl Pozo, "Más sombras sobre el crecimiento de EE.UU",
América Económica 28 de marzo de 2004,
http://www.americaeconomica.com.
(2) Alexander Cockburn, "Clintontime: Was It Really a Golden
Age?", Counter Punch, November 14 / 23, 2003,
http://www.counterpunch.org.
(3)Japón luego de más de una década de estancamiento sigue sin
poder recuperarse de su desinfle financiero y la Unión Europea
acumula desocupados y déficit fiscales, su motor alemán reduce
tendencialmente su tasa de crecimiento.
https://www.alainet.org/es/articulo/109954?language=en
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