Porto Alegre: ¿Una esperanza para los tristes de la tierra?

21/02/2002
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Mientras para viajar de Los Angeles a Managua tuve que abrir más de una vez mis maletas y hasta quitarme dos veces los zapatos para pasar los chequeos de seguridad, mi viaje, una semana después, de Managua a Porto Alegre en Brasil pareció suceder en un aire anterior al 11 de Septiembre. La marginalidad de América Latina puede al menos ofrecer este consuelo: el de saberse lejos del centro de la mira del terrorismo fundamentalista. Los problemas que aquejan al vasto territorio suramericano que sobrevolé, a saltos y tumbos para llegar al moderno aeropuerto de Porto Alegre, son los de la bomba de tiempo de economías cada vez más quebradizas y expuestas. Precisamente, mi viaje tenía como objeto asistir al II Foro Social Mundial que se celebraba en esa ciudad del estado de Río Grande del Sur, en Brasil, del 31 de Enero al 5 de Febrero. El Foro Social Mundial de Porto Alegre tuvo lugar por primera vez en el año 2001 y se realizó como contraparte al Foro Económico Mundial de Davos que, este año, tuvo lugar en Nueva York. Surgido como una iniciativa del llamado movimiento anti-globalista que escenificó las protestas de Seattle, Barcelona, Génova y Washington, y bajo el lema "otro mundo es posible", el Foro de Porto Alegre, que reune activistas de todo tipo y género, se convocó con la idea de avanzar en la articulación de un movimiento solidario global que democratice y humanice la globalización. No se trata, como me explicaba uno de sus organizadores, de oponerse a la globalización per-se, sino de forzar a los países hegemónicos a que escuchen las voces del 70% de la población del planeta a las cuales las políticas impuestas por los centros de poder, impactan de manera directa. La sureña ciudad de Porto Alegre, que se define a sí misma como gaucha dada su cercanía cultural y geográfica con Uruguay, estaba ocupada literalmente por los setenta mil participantes que llegaron a la conferencia desde 150 diferentes países. Por las calles y avenidas de esta urbe de millón y medio de habitantes, se paseaban hombres y mujeres, jóvenes la mayoría, luciendo camisetas con lemas creativos, revolucionarios, que pregonaban una fe en los cambios y una beligerancia que, hace unos diez años, parecía ya extinguida. Durante cinco días, en el local de la Universidad Católica de Porto Alegre y en otros sitios públicos de la ciudad, tuvieron lugar los debates, seminarios y talleres, propuestos por las diversas asociaciones y organizaciones participantes en el Foro. Los debates estaban organizados en cuatro ejes fundamentales: Producción de riquezas, Acceso a las riquezas y sustentabilidad, Sociedad civil y espacios públicos, Poder político y ética. A diferencia del primer foro en Enero de 2001, que se concentró en el enfoque crítico a la globalización, en este foro el énfasis fue propositivo. Se definió una agenda mundial de protestas, se crearon redes de actuación conjunta y se discutieron las nuevas premisas éticas y filosóficas que sustentarían un modelo alternativo de globalización distinto al modelo neo-liberal en boga. La masividad del Foro era tal y tantas las actividades que uno habría querido - como en el poema del ruso Eugene Evtushenko- "sacarse muchas fotocopias" y poder estar al mismo tiempo en una multiplicidad de debates, paneles y seminarios. Sólo el programa del evento parecía una guía telefónica donde se anunciaba, por ejemplo, el Primer Seminario Global de Comunicación Alternativa, o el Foro Parlamentario, o los testimonios de las Madres de Plaza de Mayo, o de la Asociación de Mujeres Revolucionarias de Afganistán, o del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil. Los pasillos del PUC (la Universidad Católica) lucían atestados de gente y en uno de los espacios del edificio, se realizaba una feria de libros donde se vendían, además, camisetas con efigies del Ché, de Zapata, o proclamando la necesidad de cuidar el agua, o el Amazonas. Las fisonomías de los participantes, la diversidad de razas y mezclas de razas de la humanidad, era un testimonio vivo del mundo global. Por otro lado, Rigoberta Menchú o el líder campesino del Senegal, un hombre muy apuesto de casi siete pies de alto, vestido con el tradicional caftán africano en un tono dorado, daban testimonio de la persistencia de culturas que se resisten a despojarse de sus señas de identidad. La heterogeneidad del Foro, su colorido y la visibilidad de símbolos revolucionarios ha llevado a algunos a afirmar que se trató simplemente de una especie de "happening revolucionario" nacido de la nostalgia de una izquierda que se aferra al pasado a pesar de sus resonantes fracasos. Si bien algo de nostalgia y algo de ambiente de "happening" se respiraba en Porto Alegre, esto no debe ofuscar el análisis que se haga sobre la importancia y las repercusiones de lo que se está expresando allí. Para empezar, me parece interesante anotar que, después de la delegación brasileña, la delegación más numerosa -ochocientas personas- llegó de Francia. No sólo se trata de que Francia sea la sede original de ATTAC (Acción para la Tributación de Transacciones Financieras en apoyo a los Ciudadanos), promotores de la Tasa Tobin, de la condonación de la deuda externa y una de las fuerzas más organizadas del movimiento por una globalización solidaria; se trata del reconocimiento, por parte de los sectores progresistas del primer mundo, de que la supervivencia del planeta como un todo y de la diversidad cultural, está íntimamente vinculada a la capacidad que tengan los países de la periferia de obligar a las transnacionales, instituciones financieras y países hegemónicos, a tomar en consideración la compleja problemática humana y económica de quienes están entrando a la globalización en situación de desventaja. En este sentido, el segundo Foro de Porto Alegre puede considerarse, a mi juicio, como una señal vigorosa y visible de la recomposición de una izquierda mundial, tras el reflujo que empezó en los años ochenta. Esta es una izquierda, sin embargo, que descarta el carácter "revolucionario" de la izquierda tradicional y que se ve a sí misma como parte de la necesaria diversidad que es esencial a la existencia de sociedades democráticas. Característica de este movimiento es el llamado "nuevo espontaneísmo" que se opone a las estructuras jerárquicas y que reclama autonomía y respeto a las diferencias. En esta nueva formulación, la sociedad civil se organiza en redes, no disputa el poder con los partidos y opera como un instrumento global de presión con capacidad de coordinar acciones supra-nacionales utilizando la internet y la calle. Como dijo el norteamericano, Michael Hardt, autor con el italiano Toni Negri, del libro "Imperio", "ya no hay cabida para el viejo socialismo autoritario. La auto-determinación de los pueblos, la libertad, y la convivencia con las diferencias, son las bases del nuevo modelo". De hecho, el libro de Hardt y Negri dio mucho que hablar en el Foro al proponer que se considere una nueva contradicción: la de "imperio y multitud". La noción de "imperio", según su análisis, trasciende incluso la hegemonía norteamericana porque ya los Estados Unidos están operando, en las guerras recientes por ejemplo, como gendarmes de un concepto de orden internacional que no se limita a sus propias fronteras, sino que cuenta con el consenso de todo un tinglado de naciones e intereses económicos. El libro "Imperio" argumenta entonces que hay que ampliar el concepto de "imperialismo", que es fundamentalmente económico, a este otro de "imperio" que implica la existencia de un orden jurídico y una ética que apunta a ordenar el mundo de acuerdo a los intereses y principios que el "imperio" define como justos y deseables. O sea un modelo similar al del Imperio Romano, donde la soberanía territorial es irrelevante y debe subordinarse a lo que se considera la defensa y el interés general del orden imperial. Esto, según Lula, el dirigente del Partido de los Trabajadores Brasileños, se refleja en la contraposición del Foro de Nueva York y el de Porto Alegre: "Mientras ellos (los de Nueva York) discuten cómo acumular más riquezas, nosotros (los de Porto Alegre) queremos que se distribuya mejor la riqueza existente". Lo que se abrió en el Foro de Porto Alegre, con todas las limitaciones -pero también la abundancia- de tan masiva asistencia, fue el espacio para que la "multitud" vaya conociéndose entre sí, compartiendo ideas y coordinando acciones. Se creó la cercanía física, la posibilidad de contactos directos que son esenciales para el "networking" o sea para tender redes. La idea es que de allí surjan solidaridades, encuentros espontáneos. La idea es que la diversidad poco a poco y creativamente halle rumbos novedosos que democraticen la globalización otorgándole voz y, eventualmente, voto, a las mayorías que habitan en la inexorable realidad de un mundo cada vez más interdependiente e interconectado.
https://www.alainet.org/es/articulo/105624?language=es
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