Comercialización y venta de mujeres

31/08/1994
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La inserción socio-económica de las mujeres se ha modificado considerablemente con el proceso mundial de modernización capitalista. No obstante, la rearticulación de la mano de obra tiende a seguir los patrones sexistas de la división del trabajo, a la vez que mantiene la segregación laboral y económica según el género. Es decir que, si bien las mujeres están ingresando en mayores números al mercado de trabajo, se orientan mayoritariamente hacia sectores o tareas vinculadas con las mismas funciones domésticas, o a esferas asociadas con el estereotipo feminino, donde predominan la utilización del cuerpo y de los `saberes femeninos'. A pesar de que las mujeres efectúan 2/3 del total de horas de trabajo en el mundo, se benefician tan solo del 10% de la totalidad de ingresos y salarios y de menos del 1% de las propiedades(1); e independientemente del grado de formación profesional, el desempleo y el subempleo de género son permanentes. En América Latina y el Caribe, las mujeres detentan, casi exclusivamente, la responsabilidad de la subsistencia económica y socio-afectiva de sus familias(2). La familia encabezada por una mujer, y los padres que tienen hijos con varias mujeres, constituyen la figura más frecuente en la mayoría de países de la región, lo que obliga a las mujeres a mantenerse en constante actividad, a generar ingresos fijos y obviamente a paliar con creatividad los efectos de la crisis. El éxodo de las mujeres hacia las urbes regionales y hacia el Norte(3) y su predominancia en el sector informal, son síntomas de la aplicación desajustada de un modelo de desarrollo que se sustenta en la verticalidad de género, concibiendo a los hombres como el centro de las actividades socio-económicas a pesar de que en la realidad son principalmente las mujeres quienes aseguran la supervivencia colectiva. Bajo estos mismos criterios, en este proceso de desarrollo desigual se han redefinido las funciones socio-económicas de las mujeres, particularmente aquellas relativas al cuerpo, llegando a considerar al cuerpo femenino como mercancía asociada a un producto, como actor privilegiado de producción y consumo y finalmente como propio objeto de consumo. Y, en este sentido, desde la utilización publicitaria hasta la venta misma de mujeres, pasando por la utilización pornográfica, responden a la misma lógica: la cosificación de las mujeres y la atribución de su consecuente valor mercantil. Para miles de adolescentes y mujeres, el mercado del trabajo sexual se ha abierto como una alternativa al subempleo y al desempleo vigentes. Los mitos creados en torno a la rentabilidad y las facilidades laborales, esconden la explotación y la violencia que caracteriza este tipo de trabajo; pues, si las pocas mujeres que pueden ejercer entre las élites se benefician de ingresos aceptables y relativas condiciones de trabajo, la mayoría de trabajadoras sexuales enfrentan rudas y precarias condiciones laborales y humanas. Segregación de género y comercialización Una vez catalogadas como objetos mercantiles, y de acuerdo a las pautas de segregación étnica y socio-económica, las mujeres pasan a ser comercializadas al igual que cualquier producto, se seleccionan, se exportan, se alquilan, se venden mujeres y niñas según criterios definidos en el juego de la oferta y la demanda. Este mercado tiene principalemente dos vertientes: - La exportación y venta de mujeres y niñas para el trabajo doméstico privado y sus derivados -que por lo general incluye también servicios sexuales-. - El trabajo sexual propiamente dicho, que incluye la exportación, tráfico, venta, alquiler de mujeres y niñas para efectuar trabajos sexuales de diversa índole. Ahora bien, aunque estos dos sectores aparecen como campos diferenciados, comparten un punto de partida común: la cosificación y la explotación de las mujeres. Además, en muchos casos las funciones domésticas y sexuales son indisociables, tal es el caso de la venta de novias por catálogo, donde se venden mujeres caribeñas y latinoamericanas para casarse con hombres -particularmente agricultores- europeos y asumir las responsabilidades productivas y sexuales consideradas como inherentes a dicha función. Allí, se vende el estereotipo de la sensualidad en medio de la sumisión, la dependencia y la incapacidad para enfrentar trabajos rudos -contrarios a la liberación occidental- atribuido a las mujeres de la región. El costo aproximativo de la venta de novias es de $5.000 dólares, de los cuales, las mujeres reciben raramente un porcentaje mínimo que sirve para reembolsar los gastos del viaje. Ellas terminan frecuentemente secuestradas y abusadas en tierra extranjera, muchas veces sin entender el idioma y creyéndose culpables de su suerte. Militarización e incremento de la comercialización de las mujeres La presencia de bases militares en la región ha incrementado no solamente el comercio sexual vinculado a este sector sino que ha permitido el desarrollo de la relación consumista del sexo hacia la sociedad civil, "tal es el caso de la prostitución transnacional, un producto de manipulación geopolítica y económica de las mujeres" como objetos de placer y de ganancias; "donde los hombres de los grupos dominantes del Norte y del Sur, se divierten y enriquecen a costas de las mujeres de los sectores más desprovistos" como lo afirma la sociologa Andrée Michel(4). La presencia de bases militares estadounidenses crea una alta demanda de servicios sexuales que incluye la creación de destinaciones cercanas de "descanso y de entretenimiento" para los soldados; en Curazao, por ejemplo, la gran presencia de marinos y su calidad de puerto internacional han generado una verdadera maquinaria económica relacionada al comercio sexual; allí se comercializan mujeres, sobre todo de Colombia y República Dominicana. La presencia militar y el trabajo sexual son vistos como indisociables en los países militarizados como Panamá, donde una buena parte de la población femenina tiene que trabajar en el aprovisionamiento de bienes y servicios destinados a los ocupantes estadounidenses. Además, si una parte de las mujeres y adolescentes trabajan `voluntariamente'o por necesidad en la dotación de servicios sexuales, otro sector es comercializado contra su voluntad. En Honduras, por ejemplo, jóvenes campesinas entre 12 y 15 años, son vendidas contra su voluntad a propietarios de burdeles que tienen por función satisfacer las necesidades de los soldados estadounidenses y hondureños de la base vecina de Palmerola, el cuartel general de las bases militares estadounidenses, que realizan maniobras en ese país desde 1983. La tarifa es de 250 dólares por la compra de una chica, que produce unos 50.000 dólares, sin contar los beneficios obtenidos por la venta de bebidas, insiste A. Michel(5). El turismo sexual y la comercialización de las mujeres En la mayoría de países del tercer mundo, la infraestructura implantada para los militares sirve de base para el desarrollo de las transnacionales del entretenimiento y el turismo sexual. En los países que promueven el turismo sexual proliferan bares, night clubs, salas de masaje, burdeles, hoteles y demás servicios, cuyo impacto económico es tal que les permite obtener la complicidad de la sociedad y las instituciones, constituyendo el ingreso de divisas un justificativo económico incontestable. El turismo sexual es, no obstante, mayoritariamente controlado por las industrias internacionales -del Norte- que usufructuan la mayoría de ganancias; promoviendo los estereotipos vehiculados sobre los atributos sexuales de las mujeres del Sur y la verticalidad de clase, etnia y sobre todo de género. República Dominicana, por ejemplo, vende ron, morenas y playas en un mismo paquete publicitario. De las cuantitativas ganancias producidas por las mujeres, ellas reciben un porcentaje mínimo, las verdaderas ganancias las obtienen las compañías turísticas y las redes de proxenetas y sobornadores. Entre los numerosos servicios relativos al turismo sexual está el crecimiento de la industria del "entretenimiento". En Puerto Rico, por ejemplo, se han desarrollado empresas que venden, como complemento a reuniones oficiales de ejecutivos y empresarios, fastuosas fiestas eróticas privadas, clubes con juegos sexuales, etc., que se han convertido en parte integral de la cultura empresarial. Los mismos gobiernos contribuyen a través de sus ministerios, oficinas de turismo y delegaciones diplomáticas a la multiplicación de la comercialización de las mujeres. Las mujeres se han convertido en uno de los principales productos de exportación de varios países. Tráfico y venta de mujeres Engañadas por promesas de buenos salarios y empleos respetables, muchas mujeres acompañan a Europa a intermediarios para ser vendidas como prostitutas al floreciente negocio del "entretenimiento", o verse forzadas a laborar como trabajadoras domésticas con salarios de esclavas, afirman las feministas dominicanas C.Cavalcanti, C. Imbert y M. Cordero(6). El mercado de la exportación de mujeres y niñas es un sector lucrativo que se diversifica y universaliza cada día más, las redes de tráfico se multiplican, las mujeres latinoamericanas son "conducidas" a Puerto Rico y de allí 'exportadas' a Norteamérica, Europa, Japón, Australia y Oriente Medio. Se ha denunciado también que algunas mujeres refugiadas que llegan solas a las zonas fronterizas son vendidas para la prostitución, frecuentemente sin su propio consentimiento(7). En todos los casos, la clandestinidad, el temor a ser deportadas y las amenazas impiden la denuncia de los numerosos casos de secuestro y trabajos forzados que son obligadas a realizar. Según los testimonios recogidos por C.Cavalcanti, C. Imbert y M. Cordero, la ejecución de los trabajos sexuales forzados son posibles a través de la ingestión obligatoria de drogas y substancias diversas que mantienen a las mujeres en un estado de enajenación casi permanente. La pornografía A pesar de que en los países pioneros en la producción y consumo de material pornográfico, sea de conocimiento público la interrelación entre pornografía y violación, en la región se asocia cada vez más pornografía y liberación. La "pin-up culture"(8) ha invadido Latinoamérica y el Caribe, el sexo como objeto de consumo ha entrado al ámbito familiar y el comercio de la pornografía, -entre los más rentables de América del Norte- multiplica sus ganancias poniendo en el mercado materiales cada vez más violentos y denigrantes para las mujeres. Este campo es otro aspecto del trabajo realizado por las mujeres de la región, en condiciones laborales indescriptibles. Reivindicaciones de las mujeres Preocupadas por esta constante deshumanización de las mujeres, los sectores organizados feministas y de mujeres han denunciado esta situación como una violación directa de los derechos humanos y particularmente del estatus de persona; con estos fines se creó en 1969 "EL Tribunal Internacional de Denuncia de los Crímenes contra las Mujeres" , más recientemente la "Red Internacional contra la esclavitud sexual" y la actual campaña "La violencia contra las mujeres, viola los Derechos Humanos". Además, a nivel nacional las organizaciones feministas (particularmente en Colombia, Brasil, República Dominicana, Puerto Rico, etc.) han desplegado acciones de denuncia y reivindicaciones que incluyen: - La reivindicación de programas de desarrollo que permitan una inclusión justa de las mujeres al mercado de trabajo, el acceso a equipos y préstamos que permitirían el desarrollo de alternativas laborales. - La valoración del trabajo doméstico. - La denuncia del vínculo entre expansión militar y crecimiento de la comercialización de las mujeres, así como la confabulación entre gobiernos de países industrializados y del tercer mundo en la explotación de mujeres. - El desarrollo de programas de salud adecuados a las mujeres VIH positivas, mayoritariamente contagiadas durante el trabajo. - La construcción de un consenso internacional contra el tráfico de mujeres y niñas. - Exigir que las leyes y tratados existentes, incluida la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sean aplicados y reformulados según las necesidades. - Descriminalizar la prostitución para permitir la organización y criminalizar el proxenetismo y el tráfico de mujeres y niñas. - Denunciar el papel nocivo de la pornografía y de la industria del sexo en general. Desarrollar visiones de una sexualidad sana e igualitaria. (1) Naciones Unidas, Reunión de Copenhague, 1985. (2) F. Alibar y P.Lembeye-Boy, Le Couteau Seul... sonde la plaie, Editions Caribéennes, Paris, 1981. (3) Irene Tinker and Michele Bo Bramsen, "The adverse Impact of Development on Women", Women and World Development, Washington, Overseas Development Council, 1976 (4) Andrée Michel, "Le complexe militaro-industriel et les violences à l'égard des femmes", NQF, Paris, 1985, p 52 (5) Idem, p.34. (6) Cristina Cavalcanti, Carmen Imbert y Margarita Cordero, La Prostitución, CIPAF, República Dominicana, 1985. (7) Reporte del Seminario Rudgers 1992, Nueva York, Ed. Centro del Liderazgo Global de la Mujer. (8) Cultura del consumismo sexual.
https://www.alainet.org/es/articulo/104965?language=es
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