Autodefensa armada y Estado, compatibles

05/03/2013
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Antier fue atacado el Palacio de Gobierno de Ciudad Victoria por un comando que lanzó granadas contra la sede de los poderes tamaulipecos. En Apodaca, Nuevo León, Gerardo Gustavo Garza coordinador operativo antirrobos del estado, fue asesinado cuando llegaba a su casa. En la zona conurbada de la capital del país, “en lo que va del año ha sido reportada al menos una centena de asesinatos vinculados a la delincuencia organizada” (Excélsior, 20/II/2013).
 
En Michoacán, informa también Excélsior, “en el campo se hartan de pagarle al crimen”, porque en esa entidad, como en otras, es común el pago por “uso de suelo”, la venta de protección y otras prácticas criminales que creíamos exclusivas del Chicago de Al Capone.
 
Por todas partes y a todas horas está presente la amenaza y sobre todo la agresión de la delincuencia. Por un muy explicable miedo, por ineptitud o corrupción, el hecho es que las corporaciones policiacas son ineficaces ante la criminalidad y el asunto no es de ahora. La desastrosa guerra de Felipe Calderón no sólo costó la vida de 80 o 100 mil mexicanos, sino que contribuyó a la descomposición social: miles de familias perdieron a un hijo o un hermano, las actividades productivas se vieron seriamente afectadas por las organizaciones criminales y el Estado reprobó ante esa prueba a la que en forma irresponsable la sometió el gobernante panista.
 
Hoy surgen organizaciones armadas de autodefensa por todo el país y los estatólatras se desgarran las vestiduras. La pobre señora Elena Morera ve a esos grupos como brigadas paramilitares en embrión y “analistas” políticos que todo lo quieren ajustar a sus creencias reprueban que la gente se agrupe y salga armada a la calle harta de ver como los criminales matan, roban y violan.
 
Se trata, en efecto, de grupos armados irregulares, esto es, de incipientes organizaciones ciudadanas que ante la incapacidad del Estado suplen a éste en la primerísima de sus funciones: garantizar la vida y la propiedad de las personas. Sin embargo, contra lo que pudiera pensarse, no se trata de un fenómeno nuevo. Los grupos armados irregulares han existido siempre, como las guardias blancas que los hacendados tenían y tienen a su servicio para combatir el abigeato y la ocupación de tierras. No otra cosa fueron los cuerpos de guardias rurales creados en el porfiriato y mantenidos por los gobiernos posrevolucionarios. Ahora mismo, existen corporaciones privadas como la Policía Bancaria tan discutibles como los grupos de autodefensa armada, pero al parecer uniformes y placas sí los hacen respetables.
 
Es la organización popular la que ha suscitado la alarma de mentes pequeñas que no ven más allá de sus dogmas legaloides. Por ejemplo, ante la proliferación de grupos de autodefensa, el PAN acusó a Enrique Peña Nieto de ser incapaz de garantizar la seguridad pública. Acción Nacional puede tener razón, pero lo cierto es que la inseguridad viene de más atrás y se agudizó hasta extremos impensables durante el “gobierno” de Calderón.
 
Cuando el Estado no está, cuando los gobiernos no pueden garantizar seguridad y propiedad y los ciudadanos se organizan para cumplir esa función, lo que procede es dar pasos para capacitar, armar y legalizar los cuerpos irregulares que colaboran –ojo, colaboran– para salvaguardar el orden. La sociedad política se enfrenta a un fenómeno que avanza y se profundiza en la sociedad civil. Cerrar los ojos ante esa realidad sólo será causa de un mayor deterioro de las instituciones.
 
 
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/es/active/62196

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