Toledo en la cuerda floja
18/02/2004
- Opinión
En estas últimas semanas el país ha vivido una de las peores
crisis políticas de lo que va del régimen del presidente
Alejandro Toledo y nunca como ahora, el tema de su renuncia o
vacancia ha sido tan inminente. La situación llegó al extremo
que su nivel de aceptación alcanza apenas el siete por ciento,
el último gabinete que presidía el primer ministro Carlos
Ferrero estuvo a punto de ser censurado en el Congreso ?faltó
apenas un voto para ello- y su recambio ha sido el primer paso
para tratar de superar la situación.
A ello se ha sumado un reciente escándalo protagonizado por el
ex jefe de los servicios de inteligencia, César Almeyda ?hombre
de confianza de Toledo-, con la divulgación de un audio de las
negociaciones que hacía con un general del Ejército que fue uno
de los cajeros de Montesinos y que luego se suicidó estando con
prisión domiciliaria. Este hecho, que se suma a otras denuncias
de corrupción de prominentes miembros del gobierno, fue el
detonante de la crisis que llevó a que unánimemente, desde los
partidos de oposición y la mayoría de los sectores de la
sociedad civil, se demandara la salida de Toledo; situación que
incluso motivó a que la Organización de Estados Americanos (OEA)
tuviera que intervenir llamando a todos los sectores sociales y
políticos a defender la democracia y pidiendo su apoyo para
evitar salidas que pongan en riesgo los precarios márgenes
democráticos.
Los factores de la crisis
La grave situación política que atraviesa el país no es sino la
expresión acumulada de una crisis mayor que arrastra cuestiones
de fondo y que explican el entrampamiento de un proceso de
transición democrática que enrumbó por caminos erráticos; a esto
se han sumado un conjunto de desaciertos que han tenido como
protagonistas al propio presidente Alejandro Toledo, su
descompuesto partido Perú Posible y que han sido aprovechados
por la mafia fujimontesinista que sigue dando muestra de que
goza de buena salud y vitalidad.
Como ya lo hemos señalado anteriormente, la transición
democrática entró en crisis y se estancó desde el momento que el
presidente decidió ignorar la voluntad de cambio que exigían los
sectores sociales y populares que lo llevaron al poder.
Mantener una política económica neoliberal que en poco se
diferenciaba con el fujimorismo ha sido suicida para el régimen.
Persistir en un modelo que sólo beneficia a las transnacionales
y los grupos económicos y financieros, ha llevado al gobierno a
un aislamiento con el movimiento social, a una crisis total con
la base social que lo eligió.
Los llamados poderes fácticos ?económicos y militares-
enfrentan, sin embargo, una situación contradictoria, que
explica su desconcierto en la crisis actual. Por un lado, son
los beneficiarios directos de la política económica, y por otro,
se resisten a reconocer el liderazgo político del presidente
Toledo, quien, por cierto, les ha dado más de un motivo o
pretexto para este juego, con su pésima gestión.
Escándalo tras escándalo
La actual crisis en realidad ha venido embalsándose
particularmente en el último año. O si no recordemos los
cambios que se han operado en el régimen en este lapso: la caída
del primer ministro Luis Solari ?un hombre fuerte del partido de
Toledo- y su reemplazo por Beatriz Merino, quien también cayó a
fines del año pasado, arrastrada por acusaciones de nepotismo y
escándalos de orden personal. El actual premier Carlos Ferrero
no escapa de esta crisis pues ni siquiera ha podido ejercer
realmente su cargo.
A ello hay que sumar la obligada y bochornosa renuncia del
primer vicepresidente y ministro de comercio exterior Raúl Diez
Canseco, la salida del ministro de Trabajo Jesús Alvarado
?secretario general del partido de gobierno-, la caída de la
ministra de la Mujer Nidia Puelles a cuatro días de asumir el
cargo, y lo último, el escándalo del ex jefe de los servicios de
inteligencia, abogado y hombre de confianza de Toledo, César
Almeida, vinculado con la mafia fujimontesinista. Todos por
denuncias de corrupción, sus protagonistas son militantes de
Perú Posible, un partido en franco proceso de descomposición que
se ha convertido en uno de los factores que ha contribuido
también a agravar el escenario de crisis.
Hay que mencionar, sin embargo, otros factores que han abonado a
llevar la crisis política a los límites en que hoy se encuentra.
La rearticulación de la mafia y la sensación creciente en la
ciudadanía de que este régimen no es ajeno a ella; un ineficaz
poder judicial incapaz de juzgar y sancionar la corrupción; la
gran mayoría de la prensa escrita y televisada en una asfixiante
oposición al régimen; los partidos de la derecha neoliberal que
aprovechan los desaciertos del gobierno para golpear aunque
apoye la política económica, el Partido Aprista con su vieja
política de dos cañones, ligado a la corrupción y con una pésima
gestión al frente de los gobiernos regionales; y finalmente, la
presencia de un movimiento social que no renuncia a exigir y
luchar en las calles por sus justos derechos económicos y
mayores fuentes de trabajo.
Cambios cosméticos
Es pues todo este conjunto de hechos lo que explica la situación
actual de crisis y entrampamiento de la transición y frente a lo
cual se vienen planteando una serie de salidas, que surgen
justamente desde quienes han contribuido a la crisis; salidas
que por cierto, no están apuntando al fondo del asunto sino que
obedecen a cálculos políticos y electorales, o que giran
alrededor de formalismos legales o jurídicos.
La caída del presidente Toledo es hoy por hoy una posibilidad
vigente. Sin embargo, frente a lo grave de este hecho, se ha
optado por una salida intermedia, con la conformación de un
gabinete ?conversado? de tecnócratas independientes y
profesionales ?aunque manteniendo a casi la mitad del anterior-,
manteniendo al actual primer ministro Carlos Ferrero, las mismas
prerrogativas presidenciales y descartando las propuestas que
planteaban un ?presidente que reine pero no gobierne?. Sin duda
la presencia más polémica es la de quien fuera primer ministro
de Economía de Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, quien retorna a
esa cartera y pretenderá retomar seguramente el camino de las
privatizaciones, hecho que ya le costó su caída en junio del
2002, cuando pretendió vender las empresas eléctricas
regionales.
De manera que la salida por la que se ha optado no es
necesariamente garantía de estabilidad o gobernabilidad y
conlleva el riesgo de una nueva crisis, pues no se quiere ir al
fondo de la cuestión. Y el fondo de la cuestión nos dice que el
país tiene necesidad de un norte claro y alternativo frente a un
sistema que ni funciona ni representa las aspiraciones de las
grandes mayorías de los peruanos. Más aún cuando, las
propuestas de salida se han restringido sólo al ámbito de los
desgastados partidos políticos, al anodino Acuerdo Nacional o a
los grupos de poder económicos, sin escuchar las voces que
provienen de los sectores sociales y populares.
Oportunidad para reorientar el país
Si convenimos que no es solo el gobierno el que está crisis y
que ésta abarca a los partidos políticos, al Congreso y al Poder
Judicial -todos ellos compartiendo el mismo descrédito- tenemos
que entender que una salida que ha surgido de este entorno no es
garantía de nada. Es necesario tomar en cuenta las demandas de
los sectores sociales a los que los partidos hace rato dejaron
de representar y que vienen exigiendo el cambio de la política
económica, reforma tributaria y la necesidad de convocar a una
Asamblea Constituyente, lo cual implica apuntar a cambios
estructurales del Estado orientados a construir una nueva
República.
La crisis actual nos plantea la oportunidad de poner no sólo en
debate sino asumir de manera decidida las acciones para resolver
aspectos sustanciales para dar estabilidad a la transición
democrática y garantizar la gobernabilidad. Una democracia que
vaya de lo formal o representativa hacia la democracia
participativa, la revocatoria a todo nivel de las autoridades,
modificar el sistema presidencialista actual por un régimen
parlamentarista, fortalecer el proceso de descentralización con
recursos para las regiones, la cuestión del régimen económico y
el nuevo rol del Estado en la economía, la defensa de sectores
claves como la agricultura, la educación y la salud, entre otros
aspectos, pasan por el debate de una nueva Constitución
Política; que por cierto, reemplace al actual mamotreto
constitucional que fue hecho a la medida del la cleptocracia
fujimontesinista.
De manera, que como lo han sostenido representantes de los
sectores sociales y movimientos gremiales, la crisis actual no
se resuelve sólo con un nuevo gabinete u otros gobiernos que
actúen dentro los parámetros en que se ha venido moviendo el
régimen toledista. La convocatoria a una Asamblea
Constituyente y acciones concretas como el cambio de la
política económica, permitirían al nuevo gabinete dar curso a
una salida electoral ordenada; es decir, una suerte de
gabinete de transición. De esta manera la crisis actual habrá
constituido entonces una oportunidad para enfrentar no sólo
las urgencias de la hora actual sino para reorientar el curso
del país y sentar las bases de una nueva República y
fortaleciendo la democracia.
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