Agatha y Pacaya: La naturaleza mostró su ira a los guatemaltecos
03/06/2010
- Opinión
La gente pensó que se trataba del fin del mundo. Lo vieron y aún lo ven como un castigo divino. Nunca, en la historia de Guatemala, dos fenómenos naturales habían golpeado juntos a una población de 14 millones de habitantes.
Primero lo hizo el volcán Pacaya en el sur del país, un jueves negro, dijo la gente, cuando comenzó a eructar piedras con fuego, arena negra y dejó correr lava ardiente.
Los pobladores de esos lugares se hincaron ante los estruendos que emitían el volcán y los movimientos telúricos. Nunca habían vivido tal experiencia.
Seguido, la erupción destruyó completamente los techos de sus casas, la arena soterró sus pertenencias y las piedras y la lava cobraron al menos la vida de 10 guatemaltecos, dejando la ciudad sumida en una nube de arena negra.
Un día después, viernes, entró la tormenta Agatha por el norte. Feroz, anunciaba que había tocado suelo guatemalteco, soterró a decenas de personas, casas, carros, cultivos y obligó a mujeres, hombres y niños a abandonar lo que por años construyeron con tanto trabajo.
La población podía ver por televisión a un presidente desolado que anunciaba, preliminarmente, la situación devastadora hasta entonces: 24.000 guatemaltecos desaparecidos, 13 muertos, 17.000 en albergues, 14.000 evacuados.
La tristeza, el desconsuelo y el llanto se hicieron presentes en el rostro de la población afectada, que siempre ha sido la más pobre y que, por un lado, librando la arena acumulada en sus casas, las piedras endurecidas arrojadas por el Pacaya y —por el otro— cruzando ríos desbordados con fuertes correntadas de agua achocolatada, cargaba con trastos, sus animales, ropas y cajas con sus objetos de valor más preciado.
Puentes colapsados, carreteras intransitables, derrumbes por la humedad y árboles caídos: todo forma parte de ese panorama devastador. La alerta roja se mantiene en todo el país.
Para hacerse una idea, en un día normal de lluvia en Guatemala los ríos suben 100 mililitros, Agatha elevó el pluviómetro hasta 250 mililitros, lo que ha ocasionado los desbordes de los principales ríos.
Los dos fenómenos naturales despertaron el temor de los guatemaltecos, que pensaron en un momento que las predicciones de los mayas —que en el año 2012 sería el fin del mundo— estaban por ocurrir.
La semana pasada ha sido la peor vivida por los guatemaltecos en este 2010, destacó el presidente del país, Álvaro Colom, quien viajó al área del Pacaya para solidarizarse con los habitantes de esa área, ya ubicados en los albergues.
Esta nación centroamericana está rodeada de volcanes; el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología y Meteorología (INSIVUME) ha inventariado al menos 288 elevaciones existentes.
"Parecía el día del juicio final, pasé 45 minutos debajo de una mesa de madera con mis dos hijos, abrazándolos y diciéndole a Dios que me entregaba a su voluntad porque caían y caían piedras incendiadas, primero en el techo y después a la par de nosotros", relató Auralinda Chacón a un diario matutino.
El Pacaya ha mantenido actividad durante 49 años, en seis ocasiones sin intensidad. Sin embargo, esta es la primera vez que demuestra lo poderoso que puede ser cuando entra en actividad.
Su violenta erupción dejó un periodista muerto al caer sobre su cabeza piedras ardientes, mientras cubría el desalojo de los pobladores; tres niños nunca fueron encontrados y al menos 100 casas fueron destruidas.
Pero los ríos desbordados es lo que más ha afectado a la población del norte del país. Las inundaciones convirtieron en lagos a comunidades completas, aldeas y unos departamentos del país, lo que impide el acceso a esa población que, desde ayer, no ha comido.
Hasta el sábado no se había permitido el vuelo de naves aéreas, únicamente de helicópteros y avionetas para sobrevolar esas áreas y destinar ayuda.
Hubo familias completas que murieron tras negarse a abandonar sus pertenencias y fueron asfixiadas por el lodo que les impidió abrir las puertas de sus casas para huir.
Miles de historias van surgiendo después de que los dos fenómenos naturales mostraran su fuerza, dejando luto, destrozos, hambre y desconsuelo en miles de mujeres, hombres, niños y niñas que quedaron sin hogar, sin madre, sin hermanos o sin hijos.
Por ahora la respuesta llega. Médicos cubanos ofrecieron intensificar las jornadas en las áreas mayormente afectadas del país. Colombia, Argentina y Estados Unidos ofrecieron su apoyo al gobierno, y estudiantes de las universidades se aprestan a organizar brigadas de rescate a solicitud del presidente de la República.
Los centros de acopio se han dispuesto para enviar comida, agua potable, ropa y medicina para la población. El Centro Internacional de Huracanes de Miami, Estados Unidos, indicó la posibilidad que Agatha —que ahora es un sistema de baja presión— llegue al Océano Atlántico y se convierta en la tormenta denominada Ana.
Fuente: http://www.redsemlac.net/web/
https://www.alainet.org/es/active/38689
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