La resistencia: el verdadero espíritu bicentenario

22/05/2010
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Desde el pasado 19 de abril empezó a correr el tiempo del Ciclo Bicentenario en nuestro país y en Nuestramérica. Se ha abierto así la conmemoración, de las fechas que marcaron el inicio del proceso de independencia nuestro y de nuestras hermanas repúblicas, varias de ellas nacidas del valor y la tenacidad de nuestro pueblo en armas y la lucidez de Simón Bolívar el Libertador.

Conmemorar es celebrar y también recordar, algo que tratándose de la historia es de la mayor importancia, para no repetir errores, reivindicar aciertos y darle a cada uno de los protagonistas de esa gesta extraordinaria, el mérito y la responsabilidad que les corresponde.

La celebración del Bicentenario de la Independencia en América Latina es polémica, justamente porque la independencia es un hecho inacabado, que afecta y determina en buena medida nuestro presente.

Las oligarquías que desde siempre estuvieron a la sombra de los privilegios en América Latina y el Caribe han mantenido y alimentado desde hace muchos años un enfoque histórico sesgado, según el cual, lo ocurrido hace doscientos años fue un exitoso y acabado proceso de independencia. Por lo tanto, según ellos, estaría de más volver sobre el mismo y mucho menos buscar su conexión con nuestros días.

Desde esa óptica, los próceres de la Independencia con Bolívar a la cabeza, son, seres míticos (e irrepetibles) destinados a la veneración o el reconocimiento eterno, cuando no, caudillos personalistas y ambiciosos, sin proyección histórica. Una visión en la cual desde luego esta excluido el protagonismo popular.

Según esta visión, hace doscientos años nuestros países se deslizan sin contratiempos bajo la plena soberanía y la democracia y, algún día van a dejar atrás el subdesarrollo.

Nosotros por el contrario tomamos el testigo de nuestro padre Libertador y hacemos nuestra su amargura frente a un sueño frustrado, al entender que lo que ocurrió por acá realmente fue un enroque de imperios: el inglés por el español, el yanqui por el inglés.

También creemos como él, que sin justicia social, la soberanía es una palabra hueca

En la disputa por el carácter que debe tener el Ciclo Bicentenario histórico de América Latina, aflora la visión compartida por varios de nuestros países, de que la Independencia es un proyecto inconcluso.

El debate por la óptica con la cual debe abordarse el Bicentenario es un debate apasionado justamente porque no es un debate sobre el pasado. Quienes pensamos el Bicentenario somos protagonistas políticos e históricos interesados de un proceso en pleno desarrollo.

Somos hijos y nietos y bisnietos de varias generaciones de la historia y en nuestros genes hay esclavos, indios, traficantes y mantuanos y mucha rebeldía irredenta, que después de 500 años de mentiras, solo cree firmemente en la solidez del futuro.

De la manera como se comprenda lo que pasó en el siglo XIX en América Latina dependerá en buena medida la manera como abordemos nuestros destinos actuales como nación: la conciencia es una sola.

Por eso el verdadero espíritu bicentenario está representado en la Resistencia.

Resistencia por partida doble: en primer lugar la de los pueblos indígenas frente a los invasor español y el explotador criollo, quienes durante siglos, gracias a una paciente y a la vez tenaz clandestinidad supieron mantener encendida la brasa de sus propias tradiciones ancestrales, a pesar de la descomunal maquinaria de la ideología capitalista, la represión y la invisibilización.

En segundo lugar, la resistencia del pueblo frente al neoliberalismo, en medio de las duras condiciones de marginalidad, pobreza e ignorancia a las que fue sometido por un régimen colonialista y sobreexplotador, durante mas de medio siglo.

Con la única contraprestación de sus mezquinos intereses de clase, las abyectas oligarquías en cada uno de nuestros países, hipotecaron el destino de nuestros pueblos.

Los latinoamericanos por derecho propio debemos comprender esta gran celebración, asumiéndola como una oportunidad para afirmar la dignidad de Nuestramérica, concepto martiano y recuperar de forma activa la idea bolivariana de hacer de nuestro continente una sola patria, una nación de repúblicas, impulsando nuestro proyecto político integrador.

Nuestros países no nacieron históricamente de una declaración aséptica y sosegada, surgida en el seno de una comunidad homogénea fundada sobre un terreno virgen.

Todo lo contrario: somos hijos de la confrontación. Para afirmarnos hemos tenido que hacerlo siempre “en contra de” o “a pesar de” los otros, subordinados o sometidos.

Al diferencia de los demás países del mundo, aquí no se libró una guerra, para después de alcanzada la victoria militar, declarar la independencia de la República.

Aquí, primero nos declaramos República Independiente y al hacerlo restituimos a nuestros amos su condición de invasores y fueron ellos quienes nos declararon la guerra para tratar de evitar lo que ya estaba consumado...

Durante largos años fuimos una república en la clandestinidad luchando con la dignidad de nuestra parte, contra un imperio decadente y lleno de soberbia del cual no fuimos hijos sino súbditos de segunda categoría.

La historiografía oligarca despojó a los líderes de la independencia de su carácter histórico y casi de su carácter humano, al convertirlos en semidioses sin ninguna relación con nuestro presente: un expediente eficaz para esterilizarlos políticamente

A su manera y en su momento, decretaron el fin de la historia y nos entregaron una visión pasteurizada de esos revolucionarios que fueron nuestros radicales compatriotas del siglo XIX., cuyos ideales de independencia y redención social, fueron traicionados por esa misma clase.

Sus descendientes históricos heredamos una situación plagada de privilegios y desigualdades mezquinas determinadas en buena medida por el imperio de turno.

Por eso después de doscientos años de esta nueva historia y antes de pensar en saludar el Bicentenario, habría que preguntarse de qué celebración estaríamos hablando de haberse consolidado el proyecto bolivariano.

No estamos frente a una segunda independencia, se trata del mismo proceso iniciado hace doscientos años traicionado y postergado por las oligarquías locales fieles peones de la Corona y del Imperio, y que hoy retomamos.


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