La esperanza venció al miedo

18/03/2009
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Fernando Lugo, el ex obispo que años atrás hizo la opción por los pobres desde la Iglesia Católica, y que luego volvió a hacer esta opción desde el ruedo político, es el nuevo presidente de Paraguay. Reunió el 40,82% de los votos, frente al 30,72% de la candidata del Partido Colorado, Blanca Ovelar, y al 21,98% del ex general Lino Oviedo. A sólo cuatro horas de abrirse los colegios electorales, ya había votado el 40% de los 2.861.940 votantes. Y al finalizar la jornada, se computó el voto del 65,64% de los electores -las elecciones con participación más alta de las últimas cuatro décadas-.

Jorge Lara Castro, sociólogo paraguayo, analiza para Punto Final esta nueva situación: “Paraguay está pasando por una coyuntura política de enorme trascendencia para el presente y futuro del país. Una coyuntura que responde a varios elementos: hay un agotamiento del modelo económico, político y social. Ha aumentado el nivel de pobreza y marginalidad de los paraguayos. Después de 18 años de transición hacia la democracia, la democracia realmente existente en Paraguay se asoció a un simple mecanismo electoral, que permitió el recambio de las autoridades políticas y mayores niveles de desigualdad y exclusión social. Este modelo político está en crisis. En ese contexto de crisis de la democracia y de la legitimidad de los representantes políticos, emerge una figura como Fernando Lugo, quien expresa de alguna manera -y personifica- la frustración colectiva y la necesidad de cambios”.

Seis décadas de gobierno tiránico del Partido Colorado -incluyendo los 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989)-, recibieron su “¡ya basta!”. La dinastía colorada, que secuestró a la nación y a la democracia, acaba de ser derrotada (aunque no vencida).

Con la decisión asumida en un lugar insondable de la conciencia colectiva, millares de paraguayos y paraguayas llegaron a las urnas -muchos incluso acarreados por el aparato del partido de gobierno-, y en el momento de definir, votaron por sí mismos. Desoyeron amenazas. Desestimaron a la maquinaria propagandística oficial. Desafiaron el miedo. Denunciaron el fraude. Lo más importante: escucharon su propia voz.

El 20 de abril el pueblo paraguayo decidió, y América Latina celebró en sus rincones más lejanos, la apuesta, ganando a la desmemoria y a la corrupción. Aquella “isla rodeada de tierra”, como llamó a su país el escritor Augusto Roa Bastos, dice así que quiere dejar de ser isla en una América Latina que busca caminos de emancipación e integración popular, una América Latina que intenta descolonizarse.

Cuentan algunos observadores internacionales que viajaron para garantizar el respeto a la voluntad de la población, que era posible percibir algunas señales del cambio que se anunciaba en la mirada de los campesinos cuando llegaban a las mesas de votación o en signos como la ropa, preparada para la fiesta. En la manera de caminar y de mirar. Escribe Marcelo Langieri, quien actuó como observador en representación de Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales): “La elección se vivía como una fiesta, como si palpitara el significado del momento histórico que se vivía, y el aire festivo disimulaba todos los inconvenientes. La permanente afluencia de caravanas de vehículos del Partido Colorado, colmados de gente, sembraba la interrogante sobre lo que pasaría en la elección. La pregunta que flotaba en el aire era, ¿por quién los estaban llevando a votar? Tampoco faltaban los preparativos de asados en algún club de la zona. La alegría era desbordante, futbolera, se podría decir. Los manifestantes eran mayoritariamente jóvenes. Según los testimonios recogidos fue muy importante la participación juvenil a lo largo de todo el proceso electoral. Sus consignas estaban referidas al cambio de las prácticas políticas; a la corrupción, el fraude, etc., y al reclamo de trabajo. Impresionaba escuchar que no había ningún paraguayo que no tuviera un pariente o conocido viviendo en el exterior por razones económicas. Parecía que la alegría se encendía con el paso de las horas. En Asunción, finalmente, había sucedido lo que todos querían. Parecía que todos tuvieran conciencia del momento histórico que se estaba viviendo. Paraguay era una fiesta”.

En sus primeras declaraciones después de saber del triunfo, Fernando Lugo dijo: “Hoy podemos afirmar que los pequeños también están capacitados para vencer”.

Campaña sucia: “todo el poder a las mafias”


Los meses que duró la campaña electoral estuvieron marcados por la virulencia del Partido Colorado, que al sentir amenazado su poder acentuó los mecanismos de fraude, corrupción y violencia.

Cuando a comienzos de marzo participé en el seminario organizado por la juventud de Tekojoja (el partido de Lugo), sentí asombro frente a la impunidad con que el fascismo utiliza y desparrama las mentiras. En las paredes afiches de la juventud del Partido Colorado con la frase “El secuestro tiene cura”, intentaban ensuciar el debate electoral, volviendo a las víctimas victimarios; de modo tal que los campesinos, los sectores del pueblo que apoyaban a Lugo no pudieran ser identificados como “los condenados de la tierra”, mucho menos como la esperanza de cambios que anhelaban tantos. Deseaban que fueran vistos como grupos de secuestradores, narcoguerrilleros, ligados a las FARC de Colombia, o enganchados en quién sabe qué oscura conspiración. En síntesis: una amenaza para la gente de paz.

Hace varios años que Paraguay venía colocándose en la geopolítica latinoamericana como la Colombia del Cono Sur. No sólo porque prestó su territorio para la presencia de militares y bases norteamericanas, sino también porque profundizó las relaciones con el gobierno colombiano, y la cooperación en el campo del entrenamiento militar y la “capacitación” de sus servicios de seguridad, legisladores y jueces en las doctrinas guerreristas norteamericanas. Lo que subyace tras el interés norteamericano en los destinos de Paraguay es el carácter estratégico de esta región, ubicada sobre el acuífero Guaraní -el tercero de agua dulce del mundo-, una zona rica en biodiversidad con gran capacidad de generación de energía hidroeléctrica, cercana a corredores interoceánicos -como la hidrovía Paraguay-Paraná-, y a 250 kilómetros de las principales reservas de gas bolivianas.

Desde la lógica de dominación y de guerra, se ha convertido a Paraguay en zona franca para la presencia militar norteamericana. Esa lógica fue derrotada en la última elección.

Analizaba al respecto Jorge Lara Castro: “Hay que tener en claro qué es lo que se está jugando como proyecto estratégico. El Partido Colorado, que lleva más de 50 años en el poder, tiene un proyecto que consiste básicamente en intentar modernizar la corrupción, porque ha implementado en estos años, desde la dictadura de Stroessner, un proyecto de desacumulación interna y de concentración de la riqueza en la burocracia política, representante también del monopolio de las tierras. Un proyecto que gira alrededor de un modelo económico agroexportador, basado en la exportación de carne, soya, materias primas.

El modelo alternativo, que está siendo liderado por Fernando Lugo, expresa una alianza electoral de partidos políticos y movimientos sociales que hacen esfuerzos por transformar el país. Esto significa intentar recuperar la soberanía del país, lo que tiene mucho que ver con las relaciones bilaterales con Argentina y Brasil. Fernando Lugo estuvo reunido con Cristina Fernández y luego con Lula, a los efectos de plantear la necesidad de renegociar los tratados de Yacyretá y de Itaipú, que prácticamente representan una entrega gratuita de la hidroelectricidad y de la soberanía. La segunda cuestión, muy importante, es resolver el problema de la pobreza. Hay casi dos millones de personas pobres, y un millón en situación de indigencia, que ganan menos de un dólar por día. La clase política oficialista o los empleados de la clase política en la administración de Itaipú están ganando casi cinco mil quinientos a seis mil dólares. Entonces, hay una gran diferencia entre la burocracia política del Partido Colorado y la mayoría de los habitantes del país. Se presenta el gran desafío de transformar esta realidad económica y social; y cambiar el modelo político del Estado, creando mecanismos democráticos para terminar con la competencia prebendaria. Este proyecto va a ser viable en la medida en que se incluya la participación de la gente y se establezca una vinculación muy estrecha entre el pensamiento crítico y el proyecto de sociedad”.

La victoria no cayó del cielo


Contra todas las creencias, tras de esta nueva coyuntura hay una acumulación de fuerzas, energías, sabidurías populares, organización colectiva de un pueblo que, a pesar de haber sido diezmado por guerras, por las políticas represivas internas y de despojo de sus vecinos del Mercosur, ha tenido capacidad para resistir, sostener su identidad, reinventar una y otra vez la utopía.

El movimiento campesino e indígena de Paraguay, con sus distintas organizaciones, ha sostenido una batalla durísima por hacer valer su derecho a la tierra, peleando por una reforma agraria integral que garantice trabajo, educación, salud, vivienda. Hoy la reforma agraria integral es parte del programa de Fernando Lugo. Escribe Frei Betto (quien acompañó a Fernando Lugo en las horas decisivas del 20 de abril): “Lugo quiere promover la reforma agraria para beneficiar a 300 mil familias sin tierra (el 70% de las tierras productivas pertenecen al 2.5% de los propietarios), y potenciar cooperativas y pequeñas empresas de modo que sintonicen el crecimiento económico y el desarrollo social. También se propone superar la relación asimétrica de Paraguay con los demás países del Mercosur. El Partido Colorado domina todo el aparato estatal y judicial del país. Lugo se dispone a rescatar la autonomía de los jueces y a despartidizar la maquinaria estatal”.

Las batallas del movimiento de derechos humanos por denunciar los crímenes de la dictadura, a contramano de sus personeros que continúan enquistados en el Estado, han sido también enormes. La importante movilización contra la presencia de bases y militares norteamericanos en Paraguay, es parte del conjunto de iniciativas populares que permitieron mantener viva la llama de la rebeldía del pueblo guaraní. Rebeldía que es dignidad. Rebeldía que es memoria. Rebeldía que es proyecto.

La defensa del guaraní como lengua nacional, la instauración de una educación bilingüe, son batallas ganadas en el terreno cultural, en la perspectiva de creación de una identidad descolonizada. João Alfredo Telles Melo escribió sus impresiones de la jornada electoral: “Un capítulo aparte fue para mí el contacto con la lengua guaraní que, a la manera de los ideogramas orientales, permite traducciones no literales y tiene una riqueza amplia de significados. Obsérvese Tekojoja, nombre del movimiento de la candidatura de Lugo. Oí tres diferentes traducciones: “todos juntos”, “estamos (o viviendo) juntos”, y “somos todos iguales”, que me parece la más apropiada (aunque sin contradicción con las demás). Joja significa “paralelo”, “en el mismo plano”, el decir que nadie es mayor que el otro (como recuperando el ethos de la república comunista-cristiana de los guaraníes, de Sepé Tiaraju)”.

Son muchas las muertes de las que renació el pueblo paraguayo. Este último nacimiento tiene un antecedente inmediato en el 29 de marzo de 2006, cuando alrededor de cuarenta mil paraguayos salieron a las calles de Asunción para enterrar los sueños de reelección de Nicanor Duarte Frutos. Encabezaba esa marcha de todo el pueblo Fernando Lugo, entonces obispo de San Pedro, una de las regiones más castigadas por la represión, por la criminalización del movimiento popular, pero marcada, también, por la resistencia de sus movimientos. Meses después, Lugo recibía cien mil firmas que le pedían que fuera candidato presidencial en 2008. “Un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”, había aprendido Lugo con los teólogos de la liberación. El oído puesto en el pueblo lo llevó a renunciar a su puesto de obispo, y acompañar al pueblo como líder político de una nueva Izquierda que quiere abarcar a todos los paraguayos y paraguayas.

“Escepticismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”

La recomendación de Antonio Gramsci es útil a la hora de pensar el nuevo momento político que se abre en Paraguay. Escepticismo para no emborracharse con el triunfo, y advertir que está amenazado desde el comienzo no sólo por la enorme fuerza que conserva el bloque en el poder, sino también por las contradicciones existentes en el bloque de fuerzas que constituye la alianza que llevó a Lugo a la Presidencia. Optimismo para desafiar las correlaciones de fuerzas difíciles, sobre la base de la confianza en el pueblo, en su capacidad de resistencia, en los saberes acumulados en la resistencia.

Escepticismo para comprender que las ansias de cambio van a enfrentarse con una reacción virulenta del poder mafioso; y que no sólo no se transitará por un camino apacible, sino que la defensa de los intereses de la casta dominante exacerbará la violencia, la agresión a las organizaciones sociales y políticas con mayor capacidad para sostener proyectos de transformación.

Optimismo que se afirme en la posibilidad de construir una organización que exceda la fuerza carismática del nuevo liderazgo, y que se base en un poder popular genuino, capaz de crear el proyecto político de gobierno y el bloque organizado para sostenerlo y defenderlo, si fuera necesario.

Con el triunfo de Lugo la esperanza venció al miedo. Ahora la esperanza organizada deberá derrotar las maniobras de la reacción, las contradicciones de las fuerzas propias, y también la espera que puede suponer el concepto de esperanza. La esperanza venció al miedo. Esperanza que no espera. Esperanza que empuja a actuar. Esperanza que sigue escribiendo la vida cotidiana, en clave de rebeldía

(Publicado en “Punto Final” Nº 661, 2 de mayo, 2008)
https://www.alainet.org/es/active/29492

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