"Por un nuevo país: hablemos claro"
28/07/2002
- Opinión
Corrían los años de la década del 80 y los Estados Unidos,
eran gobernados por el presidente Reagan, tan soberbio e
hipocrática como los Bush, padre e hijo, que pasarán a la
historia (como ya lo anticipara un destacado pensador
norteamericano), como los gobernantes más perniciosos y
retrógrados, para su pueblo y para la humanidad. La forma
artera y cruel que combatieron al gobierno sandinista de
Nicaragua, que había interrumpido el largo y nefasto
período de los Somoza, despertó en toda América Latina y en
el mundo entero, una ola de simpatía y solidaridad con
Nicaragua, cuando la potencia del Norte, minaba los puertos
de la tierra de Rubén Darío, enviaba sus aviones espías a
violar el espacio aéreo de la flamante república de
Sandino, mientras simultáneamente armaba, dentro y fuera de
ese territorio, el ejército de la Contra, que tanto terror
y daño produjo, y tanta mentira sembró. Así logró, con el
apoyo sin reservas del Cardenal Obando, el deterioro y la
caída del gobierno sandinista, que contaba en su seno con
tres brillantes sacerdotes, el P. Ernesto Cardenal, su
hermano Fernando, educador extraordinario y el P. Miguel
D´Escoto, canciller y admirador apasionado de Martín Luther
King. Un gobierno creativo y revolucionario, que sin estar
libre de fallas y limitaciones, había abierto un horizonte
nuevo y esperanzador, para el sufrido y esforzado pueblo
nicaragüense.
La Comisión de Solidaridad que fui invitado a presidir,
acompañado en las vicepresidencias por nuestro premio
Nobel, Pérez Esquivel y el Dr. Frugoni Rey, (de gratísima
memoria en nuestro Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos), desarrolló una importante labor de apoyo al
pueblo nicaragüense y de información veraz a nuestro
pueblo, a pesar de todos los obstáculos que debió
enfrentar. Formaban parte de ese cuerpo solidario, entre
muchos otros, el Dr. Juan Pablo Cafiero, el P. Luis
Farinello, el actual concejal rosarino Alberto Cortés, y
como secretario ejecutivo, don Félix Granovsky, además de
la asesoría jurídica que estaba a cargo del Dr. César
Arias, quien representaba al entonces gobernador de la
Rioja, Dr. Carlos Saúl Menem. Esa fue la etapa anti-
imperialista del dirigente riojano, dispuesto a apoyar, al
menos de palabra, con todos los recursos de su provincia,
la lucha heroica y desigual del pueblo nicaragüense, que
había encendido otra luz de esperanza liberadora, en
nuestro continente americano y caribeño.
En esos mismos días, una organización armenia nos concedió
al Dr. Menem, al Obispo Ortodoxo Armenio, a un Obispo
Católico Romano, y a quien esto escribe, el título de
ciudadanos ecuménicos del año, por nuestra lucha por la
justicia, la unidad y la paz en nuestros pueblos. Y en una
cena convocada en el Hotel Bauen de la Capital Federal, con
ese motivo, se le solicitó al gobernador, entonces de
largas y frondosas patillas, un mensaje de contenido ético-
religioso, de tanta claridad y compromiso, que yo lo
hubiera podido suscribir, sin menor reserva.
Luego vino la campaña presidencial del dirigente riojano,
con la reiterada promesa "hasta el hartazgo" de la
"revolución productiva" y el "salariazo", y la infaltable
muletilla del: "Síganme, que no los defraudaré!" Se
acortaron las patillas, se archivaron las promesas,
nacieron las relaciones carnales con el Imperio del Norte,
se incorporaron las citas religiosas, y se hizo ritual la
bendición característica de los predicadores: "Que Dios los
bendiga"... con las posteriores consecuencias socio-
políticas-económicas y morales a la vista, y que el ex-
presidente Menem, parece ignorar o minimizar.
El desastre a que la dictadura militar, y luego la década
menemista han conducido al país (sin desconocer las
frustraciones que la última parte del gobierno
alfonsinista, y la traición delarruista al programa de la
Alianza, nos trajeron), nos han llevado a este tiempo de
miseria, de indignidad, de deterioro moral y de
escepticismo, que va a ser muy difícil remontar... aunque
no imposible.
Ante los acontecimientos que se han ido desarrollando, a
partir del 19 y 20 de Diciembre del año pasado, el "ave
fénix" riojano, con su enfermiza ambición y obsesión
presidencialista, (que alientan todos los obsecuentes y
beneficiarios impunes de su entorno), vuelve a invadirnos
con las nuevas fantasías como la que han caracterizado sus
gestiones presidenciales: "el mejor presidente de la
historia" , "¿comparable o mayor que Jesucristo?", "ahora
llega el momento de ocuparse de los pobres"... y todo en
ese tono bíblico que tiende a atrapar a ingenuos, incautos
o fanáticos mezquinamente interesados, pero que, a los que
estamos acostumbrados al lenguaje y a los verdaderos
contenidos bíblicos, no solo no nos engaña, sino que nos
repugna e indigna, porque tenemos siempre presentes, las
advertencias bíblicas que nos hablan de "Lobos con piel de
ovejas" y de "estratagemas de hombres que para engañar,
emplean con astucia, las artimañas del error" (Efesios
4:14).
Por eso los que soñamos y trabajamos ardua y
empecinadamente por un nuevo país posible, sin corrupciones
e impunidades, sin exclusiones, ni los odios y violencias
que generan: un país con destino de justicia y libertad:
con pan, con trabajo y con paz, ya no podemos seguir
prestando oídos a cínicos y embusteros, que nos llevarán a
desastres aún mayores (aunque, por momentos fugaces y bien
calculados, nos permitan recoger algunas migajas del
"festín" de los opresores y corruptos"). Como, a raíz de
la crisis provocada por la denuncia global del "New York
Times", escribe uno de nuestros sociólogos más lúcidos y
coherentes: "En la actualidad, el carácter ilusorio, el
"éxito económico" del menemismo es incuestionable"... "aún
los que fueron sus más fervientes apoyos internacionales,
procuran rápidamente tomar distancia de él"... "ante una
sucesión de interminables evidencias que lo caracterizan
como el gobierno más corrupto de la historia argentina y
responsable principal de la crisis actual."
Sólo una convergencia de mentes y voluntades dispuestas a
romper con lo viejo y engañoso, y crear lo nuevo y
esperanzador que Dios quiere para sus criaturas, sin
odiosas discriminaciones y exclusiones podrá quebrar el
maleficio de tantas décadas perdidas. Sólo esta unidad
patriótica, superadora de fundamentalismos, caudillismos
vetustos y egoístas, y soberbias enceguecedoras, podrá
engendrar el programa que nuestro pueblo reclama y
necesita, en esta hora angustiosa y fecunda a la vez, de
nuestra historia. Sólo esa convergencia y unidad nos
permitirá reunir a aquellos hombres y mujeres coherentes,
visionarios, idóneos y valientes que necesitamos, y que el
pueblo mismo –no los "patrones" del Norte o los
"patroncitos" de cuño local- irá distinguiendo y
convocando. Para el fin de tantos dolores, frustraciones y
angustias, comience a levantarse nuevamente, a la faz de la
tierra, "una nueva y gloriosa nación", no al humillante
servicio de ningún imperio, sino en aras de esa patria
indígena-afro-latinoamericana, que soñaron, entre muchos
otros, San Martín y Bolívar. Al servicio de un continente
liberado y de una nueva humanidad, humanizada y
transformada. Por esa visión y esa meta de auténtica
grandeza, como bien nos desafiaba Ortega y Gasset:
"¡ARGENTINOS, A LAS COSAS!".
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