El fracaso del sistema de dominación oligárquico, sustentado por el proyecto anexionista del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y el surgimiento e identidad entre las fuerzas progresistas de la región vislumbran la integración como una alternativa viable en el área sudamericana.

Aunque no faltan obstáculos, también el territorio transita por un período apropiado, en el que la mayoría de los gobiernos y pueblos convergen en la defensa de los intereses nacionales desde una visión común, después de superar las etapas más críticas de su más reciente historia económica y con la ventaja de liberarse en buena medida del tutelaje de los organismos financieros internacionales.

Tradicionalmente ubicados como los parientes pobres del Norte arrogante, los países del sur del hemisferio occidental intentan superar un pasado en el que las acciones actuaron como vagones de cola en el tránsito hacia el desarrollo capitalista de Estados Unidos y las potencias europeas, al tiempo que los pueblos demandan a los gobiernos sudamericanos las deudas sociales acumuladas por décadas.

Enfrentadas en guerras fraticidas y con sus brújulas políticas orientadas hacia puntos lejanos de su entorno, las naciones sudamericanas inician un proceso de transición y debate en la búsqueda de un paradigma endógeno de desarrollo, pero por vez primera con la justicia social vinculada al crecimiento de los indicadores de la macroeconomía.

A diferencia de intentos anteriores, marcados por la imitación de experiencias externas, el actual camino de la integración emprende la formación de una comunidad de naciones con una visión regida por la complementación y no por la competencia.

Hasta hoy los modelos pactados bajo premisas comerciales sólo han servido para incrementar el patrimonio de las grandes multinacionales, en un certamen en el que las pequeñas y medianas empresas de la región no están convocadas, de ahí que los actuales proyectos integradores descansan en soluciones comunes para toda la región.

Todos los enfoques económicos parten de la consolidación de la seguridad energética, la lucha contra la pobreza, la modificación de las infraestructuras exportadoras en función de las grandes potencias y la construcción de cadenas productivas complementarias, factores primarios que en un proyecto más amplio extienda la defensa de la soberanía nacional a la formación de un estado—región, culminación práctica de las aspiraciones adelantadas hace más de un siglo por Bolívar y Martí.

Con formas de integración, que van desde tratados de libre comercio con Estados Unidos hasta el modelo solidario del ALBA, el futuro proyecto de América del Sur dependerá de algo más que de la voluntad política de los gobiernos, ya que los egoísmos empresariales y las urgencias de pueblos con diferentes niveles de desarrollo tienden a imponer expectativas encontradas.

Un sondeo de Latinobarómetro, realizado en varias naciones— región demuestra que, pese a la identificación con una causa común, aún persisten interpretaciones "desarrollistas", confianza en potenciales suministradores de recursos fundamentales y prejuicios locales, al punto que mientras Brasil figura como la nación ideal para una futura fusión regional, países como Nicaragua, Honduras, República Dominicana o Haití indican lo contrario.

A lo anterior se suma la desconfianza y los reflejos latinos de fragmentaciones de los actuales estados nacionales, cuyas manifestaciones rondan con mayor o menor fuerza la Media Luna boliviana, el occidental estado venezolano de Zulia y la provincia ecuatoriana de Guayas, clara evidencia de que al camino de la integración no le faltan piedras indeseables.


X Encuentro Internacional de Economistas Sobre Globalización y Problemas del Desarrollo. La Habana del 3 al 7 de marzo de 2008

http://www.eleconomista.cubaweb.cu/globalizacion/2008/dia5_8/integracion.html