¿Nación o Naciones?
20/02/2008
- Opinión
El señor Marco Arauz, quien funge de Analista Político del diario El Comercio, en su columna publicada el 19 del mes y año en curso, en relación al texto que sobre soberanía aprobó la Mesa Constituyente 9, Soberanía, Relaciones Internacionales e Integración Latinoamericana, que no Relaciones Internacionales y Defensa Nacional como denomina equivocadamente a la Mesa, sostiene: “…. lo inaceptable es que al hablar de la radicación de la soberanía se mencione, además de ciudadanos y ciudadanas, comunidades a pueblos y naciones”. Agregando que: “Hasta ahora se ha reconocido la multiplicidad étnica y cultural, pero no de nacionalidades y peor de naciones”. Agregando que ello: “abre la posibilidad de una división más radical que la que plantean las autonomías”. Afirmaciones que cualquier iniciado en ciencias sociales y políticas no se atrevería a sostener, para no ser acusado de neófito, de ignorante en la materia tratada. Como el señor Arauz, se permite tales desafueros, es inexcusable el explicarle esos temas, como corresponde.
Si bien es cierto que la Constitución vigente reconoce la pluriculturalidad y no la plurinacionalidad, no significa que es correcto ni procedente, ni en teoría ni en la realidad concreta. Lo único que confirma es que los sectores de derecha que dominaron la constituyente de 1998, ocultaron o desconocían que la cultura es una construcción social que se produce en el seno de un colectivo y que éste se llama Nación. Por ello, señor Arauz:“La cultura es el conjunto de representaciones con respecto a la naturaleza y las relaciones sociales, del sentido del mundo y de la existencia en todas sus pospresiones (lenguaje, arte, derecho, religión”, por lo que: “Resulta imposible separar las condiciones materiales de los grupos concernidos o de su organización política”, como lo afirma François Houtart. En consecuencia, el texto constitucional al cual, implícitamente, adhiere el señor Arauz, también escamoteo el concepto Nación que correspondía, puesto que éste incluye a la cultura como uno de sus componentes.
Pero no sólo lo escamoteo, creo todo un conjunto de conceptualizaciones incorrectas, para “sustentar” sus planteamientos. Entre estas vale recordar el artículo 81, numeral 1 de la Constitución vigente, en el se establece que el Estado reconocerá y garantizará a los pueblos indígenas, como derecho colectivo: “Mantener, desarrollar y fortalecer su identidad y tradiciones en lo espiritual, cultural, lingüístico, social, político y económico”. Enunciado de una confusión intelectual evidente, puesto que se separan elementos que forman parte de la cultura, como lo anuncia cualquier definición de la misma, de la propia cultura, al citarlas en un mismo contexto y con una misma cualidad.
El tercer argumento que vale explicarle al señor Arauz, pasa por indicarle que fue el iluminismo el que consideraba que: “toda nación se define por su cultura y debe constituirse en un estado” [1]. Cita de la que se desprende un elemento importante para nuestro análisis: la falsa creencia de que toda nación, a la que corresponde una cultura, debe constituirse necesariamente en nación política, en Estado-Nacional. Más la verdad es señor Arauz que su prevención de que el reconocimiento de la pluriculturalidad “abre la posibilidad de una división más radical”, no existe más que en las mentes de quienes se oponen a reconocer una realidad innegable. Abundando debo indicarle que el sistema de Estados está compuesto por 170 países independientes, por Estados Nacionales, en tanto que las naciones, pueblos y grupos étnicos, como lo sostienen muchas voces calificadas, son alrededor de ocho mil, número muy superior, sin embargo de lo cual no existe un número equivalente de Estados Nacionales, como debería haber acontecido si nos atenemos a su equivocada visión.
Pero el problema no termina, si el señor Arauz hubiese tenido el cuidado de consultar por lo menos la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre del 2007, hubiese encontrado que en el artículo 46 se expresa, en forma clara y terminante, que: “Nada de lo señalado en la presente Declaración se interpretará en el sentido de que …) autoriza o fomenta acción alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes”. Cita que reafirma que el reconocimiento que plantea esa Declaración a las Naciones no tiene por objetivo conformar Estados independientes. Por el contrario, el reconocimiento se constituye en un recurso de consolidación del Estado-Nacional.
Igualmente, vale insistir en que “…. allá donde en el territorio en cuestión había plurinacionalidad se construyen –los Estados-Nación N.A.- a través de la afirmación preponderante de una nación que, subyugando a las otras con mayor o menor uso de la fuerza, se convierte fácticamente en nación mayoritaria” [2], realidad que es aplicable estrictamente a la historia del Ecuador. Esto señor Arauz se llama etnocentrismo, posición que para defender la dominación por parte de una Nación sobre las otras Naciones, niega la existencia de los “otros”. Posición que usted defiende, sin conocimiento ni argumento sólido alguno.
Por todo lo dicho, señor Arauz, el Ecuador es un país que contiene en su seno muchas Naciones, por lo que es un Estado de Naciones y no de una sola Nación. Un Estado Nacional en el cual se encuentran, adscriben y defienden muchas naciones ancestrales.
Ciudad Alfaro, 20 de febrero del 2008.
Notas
[1] Etxeberria, Xavier: “Sociedades multiculturales”, Ediciones Mensajero, Bilbao, España, 2004, página 26.
[2] Etxeberria, Xavier , Op. Cit. página 99
Si bien es cierto que la Constitución vigente reconoce la pluriculturalidad y no la plurinacionalidad, no significa que es correcto ni procedente, ni en teoría ni en la realidad concreta. Lo único que confirma es que los sectores de derecha que dominaron la constituyente de 1998, ocultaron o desconocían que la cultura es una construcción social que se produce en el seno de un colectivo y que éste se llama Nación. Por ello, señor Arauz:“La cultura es el conjunto de representaciones con respecto a la naturaleza y las relaciones sociales, del sentido del mundo y de la existencia en todas sus pospresiones (lenguaje, arte, derecho, religión”, por lo que: “Resulta imposible separar las condiciones materiales de los grupos concernidos o de su organización política”, como lo afirma François Houtart. En consecuencia, el texto constitucional al cual, implícitamente, adhiere el señor Arauz, también escamoteo el concepto Nación que correspondía, puesto que éste incluye a la cultura como uno de sus componentes.
Pero no sólo lo escamoteo, creo todo un conjunto de conceptualizaciones incorrectas, para “sustentar” sus planteamientos. Entre estas vale recordar el artículo 81, numeral 1 de la Constitución vigente, en el se establece que el Estado reconocerá y garantizará a los pueblos indígenas, como derecho colectivo: “Mantener, desarrollar y fortalecer su identidad y tradiciones en lo espiritual, cultural, lingüístico, social, político y económico”. Enunciado de una confusión intelectual evidente, puesto que se separan elementos que forman parte de la cultura, como lo anuncia cualquier definición de la misma, de la propia cultura, al citarlas en un mismo contexto y con una misma cualidad.
El tercer argumento que vale explicarle al señor Arauz, pasa por indicarle que fue el iluminismo el que consideraba que: “toda nación se define por su cultura y debe constituirse en un estado” [1]. Cita de la que se desprende un elemento importante para nuestro análisis: la falsa creencia de que toda nación, a la que corresponde una cultura, debe constituirse necesariamente en nación política, en Estado-Nacional. Más la verdad es señor Arauz que su prevención de que el reconocimiento de la pluriculturalidad “abre la posibilidad de una división más radical”, no existe más que en las mentes de quienes se oponen a reconocer una realidad innegable. Abundando debo indicarle que el sistema de Estados está compuesto por 170 países independientes, por Estados Nacionales, en tanto que las naciones, pueblos y grupos étnicos, como lo sostienen muchas voces calificadas, son alrededor de ocho mil, número muy superior, sin embargo de lo cual no existe un número equivalente de Estados Nacionales, como debería haber acontecido si nos atenemos a su equivocada visión.
Pero el problema no termina, si el señor Arauz hubiese tenido el cuidado de consultar por lo menos la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre del 2007, hubiese encontrado que en el artículo 46 se expresa, en forma clara y terminante, que: “Nada de lo señalado en la presente Declaración se interpretará en el sentido de que …) autoriza o fomenta acción alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes”. Cita que reafirma que el reconocimiento que plantea esa Declaración a las Naciones no tiene por objetivo conformar Estados independientes. Por el contrario, el reconocimiento se constituye en un recurso de consolidación del Estado-Nacional.
Igualmente, vale insistir en que “…. allá donde en el territorio en cuestión había plurinacionalidad se construyen –los Estados-Nación N.A.- a través de la afirmación preponderante de una nación que, subyugando a las otras con mayor o menor uso de la fuerza, se convierte fácticamente en nación mayoritaria” [2], realidad que es aplicable estrictamente a la historia del Ecuador. Esto señor Arauz se llama etnocentrismo, posición que para defender la dominación por parte de una Nación sobre las otras Naciones, niega la existencia de los “otros”. Posición que usted defiende, sin conocimiento ni argumento sólido alguno.
Por todo lo dicho, señor Arauz, el Ecuador es un país que contiene en su seno muchas Naciones, por lo que es un Estado de Naciones y no de una sola Nación. Un Estado Nacional en el cual se encuentran, adscriben y defienden muchas naciones ancestrales.
Ciudad Alfaro, 20 de febrero del 2008.
Notas
[1] Etxeberria, Xavier: “Sociedades multiculturales”, Ediciones Mensajero, Bilbao, España, 2004, página 26.
[2] Etxeberria, Xavier , Op. Cit. página 99
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