Señales de peligro para el sistema de partidos

16/02/2006
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Con su gabinete, Bachelet puso en marcha un nuevo concepto. Antiguamente, los grupos económicos dueños de la economía utilizaban a partidos tradicionales de la derecha para ejercer el poder, apelando a dictaduras militares cuando perdían el control. "Gobernaban a través de los partidos de la derecha tradicional o simplemente llamaban a los milicos", dijo el académico radical Miguel L. Prado. Los electores proveían la escenografía indispensable para la puesta en escena del poder democrático, pero pasaban al olvido en cuanto la democracia representativa dejaba de servir los designios del gran capital. La novedad introducida en el Chile post dictadura durante tres períodos presidenciales de la Concertación fue el reemplazo de esos partidos tradicionales de la derecha por partidos de izquierda reformados o derechizados, léase Partido Socialista (PS), Partido por la Democracia (PPD), e incluso el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que en su origen inspirado en la ideología de J. Maritain levantó la reforma agraria, puso el 51% del cobre bajo control del Estado y adoptó otras medidas progresistas. Lagos llevó la innovación del sistema a una perfección casi sublime, al gobernar de manera impecable para sus nuevos aliados de los grupos económicos mediante el sistema de partidos socialistas renovados, tránsfugas sin ideología ávidos de poder, neo partidos como el PPD y otros grupos o seudo partidos afines. La innovación que está introduciendo Bachelet amenaza con enviar al cuarto de los juguetes en desuso a los partidos y a la clase política de la Concertación, para sustituirlos por fundaciones y tecnócratas sueltos que atraviesan a todos los partidos y cuya lealtad pudiera estar asegurada más allá de su militancia simbólica aquí o allá. Pareciera que surgió un nuevo esquema de poder para gobernar a un país como Chile. Pero falta ver que ocurrirá en el Congreso a partir de marzo. Porque el ejercicio día a día del poder, la cotidianidad del ejercicio gubernamental, requiere aprobar leyes y contar con votos en las dos cámaras. Y ése podría ser el talón de Aquiles de la teoría bacheletiana, o de la concepción que probablemente le vendió su entorno. Bachelet se convirtió en candidata por obra y gracia de las pantallas de televisión y de las encuestas. Por tanto, no responde a ninguna máquina partidaria, por muy socialista que sea, y tampoco tiene que rendirle cuentas a partido alguno. En el fondo, brotan los síntomas de la crisis del sistema de partidos que debutó hace años en otras latitudes. La izquierda también tiene una cuota de responsabilidad. Una gran parte votó por Bachelet por considerarla un mal menor o para impedir que ganara el otro, como suele ocurrir con los grupos progresistas de EEUU que siempre terminan votando por los demócratas, sin construir jamás una alternativa que por lo menos rasguñe el poder. Pareciera que de nuevo habrá en Chile un gobierno a la pinta de quienes perdieron las elecciones, no de quienes las ganaron. Se fortalecerá el modelo neo conservador de sociedad, mientras buena parte mira hacia otro lado o actúa como simple espectadora. La izquierda ha sido incapaz de reconstruirse a casi dos décadas del término de la dictadura. Se supone que la derecha representada por Piñera, quien perdió las elecciones, representa casi la mitad de la población electoral. Por lo tanto habría ganado el 53 % que sustenta una postura diametralmente diferente, pero esa lectura simplista es totalmente equívoca. Ese 53% también posee un importante componente derechizado que por ningún motivo pisaría los callos del adversario meramente electoral más allá de lo acordado en "consenso". Y por ese consenso probablemente haya una revisión más bien cosmética del sistema privado de pensiones AFP y alguna intervención en la deficiente educación pública primaria y secundaria que reciben los pobres, con mayor énfasis en la enseñanza del inglés --lo que no está nada de mal-- pero con poca preocupación por rescatar el castellano, una lengua que está perdiéndose porque poca gente lee, además los libros son caros, pagan IVA y muchos profesionales universitarios ni siquiera entienden sus lecturas: son los llamados "analfabetos funcionales" por estudios y encuestas académicas. El valor del contenido de lo poco que se lee es harina de otro costal, en un país donde los valores son devorados por el mercado. En un entorno en que el pensamiento de derecha controla los medios de comunicación, los libros, la cultura y la circulación de las ideas, tampoco hay espacio para un debate serio más allá de la frivolidad de las pantallas de televisión. El país requiere más que nunca una mirada introspectiva de la izquierda para que asuma su reconstrucción sin tutelajes ni paradigmas. Nuevo estilo La composición del gabinete anunciado por Michel Bachelet desafía el estilo de gobierno de 16 años de Concertación. La presidenta marcó distancia de partidos y personajes que llevan su propia agenda bajo el brazo, al estilo de la intervención no programada que atrajo las cámaras del último debate presidencial por televisión, en detrimento del protagonismo de la candidata. La Presidenta descartó colaboradores-competidores. En Chile se está produciendo claramente un desplazamiento de los partidos de la Concertación. Hay quienes creen que el malestar de los partidos que perdieron influencia podría trasladarse al Congreso, en una suerte de venganza legislativa. Las ubres del poder se muestran hoy más generosas con los tecnócratas de fundaciones como Expansiva, que no son lo mismo que la llamada sociedad civil. En lugar de "crear pensamiento" para inducir políticas públicas, los "think tank" podrán ejecutarlas por si mismos desde el gobierno. También terminó la supremacía del grupo de origen PDC que influía el partido Socialista, pero sin que el gabinete haya fortalecido al sector histórico de ese partido. Una camada proveniente del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), salido del tronco PDC, marcó casi dos décadas al PS, con figuras relevantes de los últimos tres lustros, como José Miguel Insulza. El MAPU, que en los '70 se declaró marxista, fue tan radical como el ala más izquierdista del PS, pero el rigor del tiempo cambió los discursos. Los ex MAPU que primero buscaron refugio en el PPD emigraron temprano hacia el PS. Pocos se quedaron en el partido instrumental, como lo hizo el aspirante a la Secretaría General de la Presidencia Sergio Bitar, ex ministro de Educación, quien no perteneció al MAPU sino a la Izquierda Cristiana (IC), del mismo tronco PDC. El PPD devino en un partido sin programa y sin otra ideología que el afán por el poder, pero tiene 22 diputados y tres senadores. Hubiera deseado convertir en ministro a su presidente Víctor Bararueto, a Sergio Bitar y al abogado Jorge Schaulson, cabeza del lobby israelí en Chile, pero es el partido que tendrá menos conexión directa con el gobierno. Ignora a Ricardo Lagos Weber (Secretaría General de Gobierno) y reconoce como único cuadro a Romy Schmidt, de Bienes Nacionales, una cartera sin relevancia política. El ministro de Obras Públicas Eduardo Bitrán ni siquiera estuvo en la lista de candidatos que presentó Barrueto. "Hay un gran cariño por él, pero su nombramiento vino con el aval de Expansiva y no del partido", aseguró un PPD que pidió reservar su nombre. Los disidentes del PDC, que ahora lidera Soledad Alvear, se sienten contentos porque el "Colorín" Adolfo Zaldívar tiene sólo dos seguidores en el Gabinete, Laura Albornoz (Servicio Nacional de la Mujer, Sernam) y Martín Zilic (Educación). Sin embargo, también quedaron fuera las figuras disidentes más relevantes, entre otros Gutenberg Martínez (marido de Soledad Alvear), Marigen Hornkohl (ministra de Educación saliente) y Ximena Rincón (intendenta de Santiago). Bachelet designó siete ministros PDC, sin privilegiar a ninguno de los dos grupos de "la interna". Andrés Zaldívar será un puente frágil entre el gobierno y la jerarquía partidaria. Bachelet le dio cabida a todas las tendencias internas del PS: Paulina Veloso (Segpres) esta adscrita al Tercerismo; Soledad Barría (Salud) responde al Nuevo Socialismo; y Clarisa Hardy (Mideplan) pertenece a la renovación o Mega Tendencia. Osvaldo Andrade, de la corriente Nueva Izquierda, se identifica con Camilo Escalona, probable futuro jefe PS, pero quedó en Trabajo, una cartera de bajo perfil para el modelo exportador de mano de obra barata que privilegia salarios bajos aduciendo "competitividad" en un mercado externo que retorna un dólar devaluado. La suerte esquivó a los PS ex MAPU "ministeriables" José Antonio Viera-Gallo, Jaime Estévez y Luis Maira, lo mismo que a Ricardo Solari. Sin embargo, el PS será el único confiable en el Congreso. "En un cuadro en que los PPD y los radicales están tomando distancia, el deber del PS es uno solo: sacar adelante el gobierno de Bachelet", dijo un dirigente que pidió reservar su nombre. Los radicales tienen a Isidro Solís, pero su cartera de Justicia tampoco es relevante, aunque fue añadida al "gabinete político". El poder económico parece representado por los ministros de Expansiva y Alejandro Foxley. Y quizás ésta sea la mayor novedad, en un país donde la derecha económica y sus grupos de poder hace años enfriaron a la derecha política post Pinochet por sentirse mejor representados por sus "enemigos" de la Concertación. El gobierno de Lagos suele ser definido como "el mejor gobierno de "izquierda" que han tenido los grupos económicos". Pero ahora hay una situación nueva.
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