El plebiscito sobre el ALCA
30/03/2001
- Opinión
El ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) es mucho más que una
propuesta de liberalización comercial, como está formalmente anunciada. Se
trata, eso sí, de un proyecto estratégico de los Estados Unidos para
consolidar su dominación sobre América Latina, vía la creación de un espacio
privilegiado de ampliación de sus fronteras económicas.
La implantación del ALCA representará profundizar la apertura y la
desregulación económica y financiera que condujo al debilitamiento político
de los Estados nacionales latinoamericanos y a la precarización de sus
economías. No en vano el proceso de integración propuesto, y ya en camino
desde la realización de la primera Cumbre de las Américas, en Miami, en
diciembre de 1994, incluye nueve grupos de negociación y tres comités
especiales, en los cuales se están decidiendo las reglas y las normas que van
a regular desde la reducción de las barreras tarifarias y las políticas de
subsidios, antidumping y medidas compensatorias, hasta temas extremadamente
sensibles, como las inversiones (desreglamentación del flujo de capitales en
la región y protección de las inversiones externas ante eventuales acciones
de los Estados), las compras gubernamentales (apertura al capital
extranjero), la propiedad intelectual (protección de los intereses de las
corporaciones, particularmente en las áreas farmacéutica y de biotecnología)
y los servicios (apertura amplia a los inversionistas externos).
La propuesta, por tanto, afecta todas las áreas, con repercusiones tan graves
como previsibles, dada la enorme asimetría existente entre los Estados Unidos
y las demás economías de la región, en términos no solamente de tamaño (el
PIB estadounidense representa el 71% de todo el hemisferio), sino también de
productividad, escalas de producción, eficiencia y competitividad sistémica.
Eso no excluye que algunos economías menores puedan obtener ventajas
económicas, aunque profundizando su condición de satélite de la economía
estadounidense, o que unas pocas empresas o sectores específicos puedan
beneficiarse del proceso de integración.
Las economías de mayor tamaño, sin embargo, tienen mucho más que perder que
ganar con el ALCA. Y, entre ellas, Brasil -una economía continental con
vocación multilateral de comercio exterior que no puede ser reducida a una
plataforma de exportación y, más aún, el único país latinoamericano con
condiciones potenciales de contraponerse a la hegemonía estadounidense en la
región- será el gran perdedor.
Nuestra estructura productiva y de recursos no es complementar a la
estadounidense. Al contrario, somos competidores en varios segmentos
(automóviles, acero, jugo de naranja y soya, por ejemplo). El nivel de
integración de nuestro sistema productivo, nuestras escalas de producción y
nuestra capacidad endógena de desarrollo tecnológico son mucho menores, lo
que, sumado a las deficiencias en nuestra infraestructura básica, nos coloca
en una situación de extrema inferioridad en lo relativo a la productividad y
a la competitividad global de la economía. En esas circunstancias, la
liberalización de los flujos de mercancías, servicios y capitales tiende a
ser ruta de una sola vía, con impactos destructivos sobre la estructura y la
dinámica del sistema productivo nacional.
Regresión neocolonial
La experiencia de los años recientes es ilustrativa de lo que puede llegar a
darse con el ALCA. La apertura comercial radical, acompañada de la
sobrevalorización de la moneda, promovida por el Plan Real, más allá de dar
píe a un proceso de desindustrialización, generó pérdidas significativas en
el intercambio comercial del país con el exterior. En el período 1994/97,
por ejemplo, nuestras exportaciones a los Estados Unidos crecieron apenas
5.22%, mientras nuestras importaciones de aquel país aumentaron 116.52%. Y,
aunque después de la crisis cambiaria de enero de 1999 se hayan corregido
algunos de los "excesos" de la fase anterior, el balance del período
1994/2000 todavía es altamente negativo.
Para Brasil, por tanto, el problema no es discutir modalidades de
integración, condiciones o plazos en el ALCA. La esencia del problema es que
el ALCA, al margen de ganancias eventuales para tal o cual grupo, no responde
a los intereses estratégicos nacionales. Hacer prevalecer estos intereses
implica decir "no" a esa propuesta que nos hará regresar a una condición
neocolonial. Brasil entró muy mal a la Organización Mundial del Comercio
(OMC) de las manos del entonces ministro Ciro Gomes y de los presidentes
Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso. Y está repitiendo el error con la
firma de la Carta de Intenciones de adhesión al ALCA y la falta de
iniciativas políticas para detener el desmonte del Mercosur y promover la
discusión de otras propuestas de integración, que preserven nuestra identidad
y nuestra soberanía.
Una política de resistencia
La agenda del ALCA no tiene semejanza alguna con la integración de Europa.
La Unión Europea se fue diseñando a lo largo de más de 30 años de
negociaciones, dentro de un espacio económico comparativamente más homogéneo
e incluyó, además de la creación de instituciones continentales, el mercado
de trabajo y fondos de compensación para las economías más afectadas por la
liberalización comercial. En el caso del ALCA, no hay ninguna de esas
condiciones, y el mercado de trabajo continuará separado por el muro entre
Estados Unidos y México.
Por lo mismo, es fundamental construir una política de resistencia a ese
pacto neocolonial. En esa perspectiva, presentamos en el Parlamento una
propuesta para la creación de una comisión especial que acompañe y convoque a
la sociedad en todas las cuestiones relacionadas con el ALCA. Con el
diputado Henrique Fontana, introdujimos un proyecto para la realización de un
plebiscito sobre el ALCA para el final de las negociaciones.
El ALCA no es una fatalidad histórica a la que tengamos que someternos, y
decir "no" al ALCA es un derecho soberano del Brasil. Como bien señaló el
embajador Samuel Pinheiro Guimaraes en entrevistas recientes, eso no
significa la adopción de una posición autárquica o de negación de
negociaciones comerciales con los Estados Unidos o con cualquier otro país o
bloque comercial del mundo. Significa solamente pautar todas las
negociaciones por la defensa intransigente de los intereses nacionales.
* Aloizio Mercadante, economista, es diputado federal por el Partido de los
Trabajadores.
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