El MST necesita ser defendido

23/02/2001
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Causa indignación la campaña movida por el gobierno y por algunos órganos impresos contra el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). La explicación de esa verdadera saña es simple: el gobierno resolvió desacelerar el programa de reforma agraria. Pretende substituir las expropiaciones por la compra de tierras por grupos de agricultores interesados. El programa se llama Banco de Tierra y es financiado por el Banco Mundial. El MST se opuso rotundamente a este proyecto y creó tantas dificultades que éste no consigue despegar hasta hoy. El gobierno no quiere tampoco gastar mucho dinero en el financiamiento de la agricultura familiar. Tanto Fernando Henrique Cardoso (FHC) como las personas que formulan sus políticas agrícolas entienden que esa categoría de productores esta condenada a la muerte. Y eso en razón de los avances de la agricultura capitalista moderna. Como no se puede decir esto de forma clara, recurrió a la picardía: anunció que estaba destinando R$ 4,2 mil millones de reales para conceder crédito subsidiado a los pequeños productores, pero puso en el reglamento de ese financiamiento una serie de trampas, con la finalidad de reducir el subsidio y dificultar la obtención de los prestamos. Y, además de eso, atrasó tanto la liberación de los recursos -hasta hoy no totalmente liberados- que el período de siembra en las regiones Sur y Sureste prácticamente llegó a su fin. La zafra del próximo año esta perdida para miles de asentados. Es evidente la intención de no gastar todo el monto anunciado. El saldo no utilizado servirá, como ya aconteció con el presupuesto del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), para el pago de la deuda pública, a fin de recibir una buena nota de las empresas que evalúan el llamado "riesgo Brasil". El MST se opuso con todas sus fuerzas contra esas maniobras. Las denunció ruidosamente. Llamó la atención de la opinión pública. Obligó a Fernando Henrique Cardoso a recibirlos y a aceptar forzadamente la mediación de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), del Consejo Nacional de Iglesias Cristianas (Conic) y de la Orden de los Abogados del Brasil (OAB). La renuncia de los mediadores dejó al gobierno desnudo ante todos. Masacre anunciada La élite reaccionaria e incapaz de tolerar un movimiento popular independiente, que no se queda adulando a los poderosos, que reivindica con altivez. La destrucción del MST está decretada. Sindicaciones, procesos criminales, reportajes escandalosos y recorte de recursos. ?Todo vale! No es posible que los sectores democráticos de nuestra sociedad asistan impasibles a esa masacre. Más allá de ser profundamente injusta, ella puede tener consecuencias trágicas para la nación. Al contrario de lo que cierta prensa proclama, no es el MST quien agita el campo. Lo que agita el campo y lleva a las ocupaciones y a los saqueos es la miseria resultante de las estructuras agrarias más concentradas e injustas del mundo. Lo que el MST hace es direccionar la presión de la población rural hacia un objetivo claro: la reforma agraria. Ese es un medio de civilizar el conflicto, para que no degenere en vandalismo y anarquía. No nos hagamos ilusiones: si las fuerzas reaccionarias, hoy incrustadas en el gobierno de la República, tuvieran éxito en su intento destructivo, el surgimiento de un cuadro social muy semejante al de Colombia en el campo brasileño será meramente cuestión de tiempo. * Plínio de Arruda Sampaio, abogado y economista, fue diputado federal por el PT-SP y es Director del semanario "Correio Da Cidadania".
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