Una asamblea de derechas

08/05/2006
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Libertarios, Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y diputado evangélico se abrazan con el Partido Liberación Nacinoal (PLN) para nombrar el directorio legislativo. ¿Es esta una alianza circunstancial o cabe augurarle vida perdurable? La pregunta no tiene sentido si se pretende que genere predicciones lineales. El asunto adquiere otro cariz si es situado en su contexto epocal, es decir, en el entramado de las condiciones socio-económicas y políticas en las cuales esta Asamblea trabajará el próximo año y, con mucha probabilidad, durante toda su gestión. Recordemos las condiciones en cuyo marco tuvo lugar la elección de Oscar Arias. El contexto general se bifurca en dos grandes componentes: por un lado el relativo estancamiento que, desde fines de los noventas, experimenta el proyecto de contrarreforma neoliberal. Y, a la par, la confluencia de los grupos dominantes "económicos, mediáticos e ideológicos y políticos" alrededor de una estrategia compartida: el relanzamiento y radicalización de esa estrategia neoliberal. Esto último se ha manifestado con elocuencia en movimientos de amplio alcance. Primero, la imposición espuria "por vía judicial" de la reelección presidencial. Luego, la estrecha alianza del poder económico y el mediático e ideológico alrededor de la candidatura de Arias. Este ha sido la figura propicia que "chupando de su glamour como Premio Nóbel" pretendía ser el divo superestrella que convocaría las "simpatías" del pueblo costarricense. Por lo demás "y a despecho de su vanidad" no es el líder de nada, sino tan solo el mascarón de proa de las nuevas oligarquías locales, ideológicamente neoliberales y económicamente transnacionalizadas (o en proceso de serlo). Sabemos que el gane de Arias fue, en el mejor de los casos, muy deslucido. Salió demasiado caro, no solo por el elevado costo de su campaña electoral sino, peor aún, puesto en relación con los recursos invertidos a su favor por los grandes medios de comunicación y el fardo de desgaste, desprestigio e ilegitimidad que deja en las alforjas de la Sala Cuarta y el Tribunal de Elecciones. Está claro que la elección presidencial se resolvió como un proceso de polarización ideológica. El voto por Solís, como también el amplio contingente de los abstencionistas, traslucen el disgusto -inclusive el rechazo- frente a la estrategia neoliberal e indirectamente, y posiblemente con algo más de ambigüedad, el rechazo, o por lo menos la desconfianza, ante el TLC. Pero ese deslinde ideológico no se reflejó en la elección de los diputados. Razonablemente es de suponer que en ello incidieron varias razones: por un lado, el peso de la tradición, que jugó a favor del PLN y el PUSC y en contra del PAC. También, la fragmentación de las ofertas, que posiblemente dispersó una buena parte del voto que Solís recibió. Y esto último simplemente advierte acerca de la necesidad de fraguar una unidad amplia de sectores progresistas, la cual debería incluir un amplio espectro situado a la izquierda del centro político. Ausente en lo electoral, esa unidad sin embargo ha venido palpitando con fuerza en la realidad social, materializada en el diverso y pluralista movimiento social gestado en oposición al TLC. De esa coalición se autoexcluirán quienes anteponen el mesianismo al ser humano concreto, que son los mismos que, desde la izquierda extrema, representan la versión invertida pero siamesa, de la derecha neoliberal. Por otra parte, esa incapacidad de dialogar y transigir "de la cual Solís y su PAC dieron reiteradas muestras en la pasada campaña" impidió generar ni siquiera una unidad básica. Por ello hoy Arias es presidente y tenemos "esta" Asamblea Legislativa. Se trata, claramente, de una Asamblea de derechas. Pero el anterior no es un concepto abstracto, sino una definición ideológica y política que adquiere pleno sentido en el contexto de época a que hago referencia más arriba: es la Asamblea de los tiempos del relanzamiento y radicalización del proyecto neoliberal. Y si esto dio razón a una amplia coalición oligárquica alrededor de Arias, casi seguramente constituirá también el cemento que amarre a liberacionistas, libertarios, PUSC y pastor evangélico. El editorial de La Nación del 4 de mayo "laudatorio con acentos de embriaguez ideológica" confirma tal cosa casi por reducción al absurdo. En todo caso, menos claro es el destino que aguarda a Echandi, el diputado minoritario que luce más voluble e inestable. El TLC es el instrumento más poderoso en este proceso de radicalización neoliberal y, así, deviene el mejor pretexto para "convencer" a las derechas de cuán importante es "sacrificarse" en pos del "consenso". Pero el asunto, según se va haciendo evidente, tiene alcances más amplios, materializados en una "agenda complementaria" que simplemente profundiza el asalto al estado social y consolida el proceso de transnacionalización. Las apuestas son colosales y justifican de sobra que los libertarios atenúen sus "escrúpulos fiscales" y que el PUSC se grabe en la frente su epitafio. El Partido Acción Ciudadana(PAC) puede aferrarse a los principismos tan caros a su líder y condenarse así al aislamiento frente a la mayoría casi automática de las derechas. O puede, en cambio, tirarse a la calle y ensuciarse las manos junto al riquísimo movimiento social que enarbola las banderas alternativas al neoliberalismo. Crecer y fortalecerse si echa raíces desde las fuerzas populares democráticas y patrióticas, o, desde sus curules, languidecer con elegante inutilidad.
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