Reelección
13/10/1998
- Opinión
El pasado 4 de octubre el electorado brasileño concurrió a las urnas para elegir su futuro
mandatario, renovar la totalidad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, y designar
gobernadores en los 27 estados y los integrantes de sus respectivas asambleas regionales. Pero fue
la disputa presidencial, que se inclinó en favor del actual mandatario Fernando Henrique Cardoso
(FHC), la que acaparó todas las atenciones. Y una vez más los medios de comunicación y las
encuestadoras pusieron muchísimo más que un granito de arena para incidir en la suerte de la
contienda.
Lo que caracterizó a este proceso electoral es que las élites actuaron de manera compacta y al
borde del reglamento. Si en 1994 FHC logró el respaldo de los grupos de poder presentándose
como el hombre de las circunstancias para contrarrestar la "amenaza" de un triunfo popular
liderado por Lula (del Partido de los Trabajadores), en esta ocasión fue diferente: su candidatura
había adquirido un sentido estratégico. Sucede que en sus cuatro años de gobierno no solo logró
alejar los temores que generaba ante las élites su pasado de brillante teórico de la "dependencia",
demostrando que también podía ser uno de los mejores ejecutores de ella; sino que mostró su gran
capacidad para el muñequeo y los amarres.
Es así que, en su afán de reelegirse a toda costa, una de sus "jugadas maestras" fue el haber
conseguido modificar la ley electoral que impedía la elección inmediata de un presidente en
funciones. Si alguien, desde una perspectiva ética, se pregunta cómo puede ser que se legisle en
favor de un interesado que tiene el poder, sin duda se horrorizará si logra descubrir los montos de
los dineros públicos que se utilizaron para tal propósito.
Ese fue el comienzo de una campaña electoral en la cual el mandatario en funciones buscaba su
reelección. Todo estaba en buen camino hasta que por los meses de abril y mayo la candidatura de
Lula (en su tercer intento, esta vez postulado por el Frente Unión del Pueblo - Cambia Brasil)
comenzó a despuntar en las encuestas. Como no había que correr riesgos, entró en acción una
poderosa aplanadora oficialista, aceitada con los recursos y prebendas que da el poder, que copó
los medios de difusión, y particularmente la televisión, con la obvia anuencia de éstos que graciosa
y voluntariamente contribuyeron a la promoción del candidato presidente. El marketing y las
encuestas se ocuparon del resto.
El impacto de esta acción concertada fue contundente. Como lo señaló Lula en su mensaje de
cierre de campaña: "los grandes medios de comunicación de masas, en su afán de favorecer la
reelección del presidente de la República, ayudaron al gobierno a esconder del pueblo la
verdadera situación del país. No dudaron en atacar mi honra ni se detuvieron siquiera ante la
privacidad de mi familia. A todo respondí con coraje, obligando a los calumniadores a
desdecirse en sus propios vehículos de comunicación. Las personas simples del pueblo saben el
origen de todo eso: esa élite dominante no puede aceptar que un nordestino emigrado, un simple
tornero mecánico, gobierne el país. No contentos con distorsionar la realidad económica y de
calumniarme, bombardean a la población con encuestas que no tiene otro objetivo que engañar a
los electores menos informados."
?Hubo o no manipulación?
Los errores cometidos en los sondeos sobre las preferencias electorales resultaron de tales
proporciones que han desencadenado un intenso debate sobre el papel jugado por aquellos. El
presidente de la Orden de Abogados del Brasil, Reginaldo Castro, no dudó en señalar que en
algunos casos, las distorsiones pudieron ser "fruto de manipulaciones", anticipando que su
colegiatura promoverá una mayor reglamentación de las encuestas de opinión. Y todo indica que
la oposición pedirá que se cree una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) para investigar
a los institutos de sondeos.
Las mayores diferencias entre el resultado de las urnas y lo que anticipaban las encuestas se han
dado sobre todo en desventaja para el PT. El caso más resonante fue el de la candidata al gobierno
de Sao Paulo por el PT, Marta Suplicy, a quien las encuestas le asignaban un cuarto puesto y sin
ninguna posibilidad, sin embargo quedó tan solo a un 0,5% del segundo, Mario Covas, quien de esa
manera aseguró su paso al segundo turno. El propio Lula, que según las intenciones de voto no
superaba el 25%, en las urnas alcanzó el 35%.
En las condiciones que se desarrolló la contienda, el PT -y la izquierda en general- salió bien
librado, alcanzando una importante votación sobre todo en las capitales y centros industriales.
Queda claro que el electorado no quiso entregar un cheque en blanco al presidente reelecto.
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