Rafael Correa en CEPAL

26/05/2014
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El presidente del Ecuador, Rafael Correa, dictó una conferencia magistral en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) con sede en Santiago de Chile. Llegó allí como presidente del Ecuador y hombre de Estado, no como académico que es; no obstante, su discurso remite obligatoriamente a la academia.

 
La pobreza dice Correa no se debe o se explica por la escasez de recursos, sino por la falta de equidad. Este planteamiento es contrario a aquellos que enfatizan en las políticas e intervenciones de compensación social para superar la pobreza. La inequidad se atribuye a la presencia de restricciones externas e internas, muchos de las cuales ya habían sido estudiados por la CEPAL y la llamada escuela estructuralista.
 
El intercambio desigual y la transferencia de valor a las economías desarrolladas a través del comercio y la “eterna” relación de intercambio desfavorable, es la más evidente. Hoy día, como si la historia se repitiera, Latinoamérica está abocada a la liberalización del comercio sin evaluar los costos y beneficios de ello; el costo más evidente, es el déficit crónico en la balanza comercial y la dependencia de exportaciones primarias y préstamos para importar; de los migrantes dirían los centroamericanos. Otra restricción es el comercio injusto, donde se subsidia a los productores agrícolas de los países centrales y se prohíbe en nuestros países establecer precios de garantía a los alimentos. Las barreras no arancelarias son de un lado, lo que afecta que los productos nacionales puedan entrar libremente a los mercados mundiales.
 
El presidente Correa le agrega otras más evidentes en este siglo. La más importante son las relaciones de poder mundial donde pocos dominan todo, ya que los que gobiernan son las elites económicas no las grandes mayorías. Cambiar esta relación de poder es fundamental para vencer la pobreza y la desigualdad. La CEPAL le está apostando a este gran desafío con sus valiosos aportes en el estudio de las causas de la desigualdad e identificación de políticas públicas para enfrentarla; aprender, documentar y socializar con mayor fuerza la experiencia de Ecuador y Bolivia por ejemplo, es una de las tareas pendientes.
 
Las relaciones de poder no solo se dan entre países sino fundamentalmente entre el gran capital y el trabajo. Las grandes empresas transnacionales dominan todo, incluso hasta tienen el control de la soberanía de los Estados. Los intereses del capital financiero son los objetivos y metas a lograr por los países, aun cuando ello contribuya a profundizar la desigualdad. Se habla, en el caso del FMI, de estabilizar las economías utilizando enfoques caducos que generar bajo crecimiento económico y más pobreza, igual de la independencia de los bancos centrales para influir en la dirección del crecimiento sostenido y del empleo de buena calidad, pero en el fondo para servir a las elites locales y aumentar las ganancias de la banca privada /nacional e internacional.
 
La institucionalidad de los derechos humanos está también a favor del gran capital y las elites de poder. De acuerdo al presidente Correa, Ecuador ha cumplido y suscrito todos los pactos en materia de derechos humanos, pero cuando demanda que se paguen los daños sufridos por la destrucción de la selva ecuatoriana se le acusa, y además permite a la transnacional ser juzgada en países del centro cuando después de 20 años de juicios la legislación ecuatoriana declaró su culpabilidad. Para que queremos una OEA y Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington, si EEUU y otros países no respetan los tratados y pactos firmados mucho menos sus resoluciones.
 
La generación de conocimiento y tecnología se concentra en los países desarrollados y las transnacionales, por medio de las cuales se ejerce un control sobre su uso. Los países latinoamericanos tienen que pedir permiso para usar dichas tecnologías, pero estos países y empresas no piden permiso para explotar nuestros recursos naturales y biodiversidad. Si cambiamos las reglas del juego, como ejemplo el pago de daños ambientales y a la salud humana por derrame de petróleo o minería a cielo abierto, nos demandas fuera de las instituciones nacionales y lo más seguro perdemos el caso.
 
A lo interno, las restricciones tienen que ver con la heterogeneidad estructural y el paternalismo cultural. Sobre lo primero, igual la CEPAL tiene aportes sustanciales en alusión a los problemas que enfrentan todavía las economías latinoamericanas con un sector primario débil donde coexisten unidades productivas con diferencias sustanciales en la productividad física y del trabajo, e incluso muy por debajo del sector industrial; pero también grupos poblaciones marginados de la técnica y capacitación productiva. Este es uno de los desafíos pendientes, pero la solución planteada por la ortodoxia es la incorporación de estos sectores al mercado de trabajo, sin considerar su base social y reivindicaciones de derechos como el derecho a la tierra, agua y disfrute de la naturaleza y bienes ambientales.
 
El paternalismo y la victimización de los campesinos (as) y de nuestros pueblos étnicos, es otra restricción que frena la innovación. Existe un enfoque que privilegia la recreación de estos pueblos como medio para que cuiden los recursos naturales a las transnacionales. Se destruyen sus valores culturales ancestrales e induce a la dependencia del Estado y de programas financiados por agencias internacionales y las propias compañías transnacionales. Nuestros pueblos parecen mendigos sentados en un tesoro, pero lo que se le dice es que hay que protegerlo y cuidarlo, incluso de ellos mismos. El paternalismo ha inmovilizado a nuestros pueblos, lo cual es un mecanismo de retraso y subdesarrollo.
 
Para Rafael Correa solo la acción colectiva y el fortalecimiento de los estados nacionales puede frenar la explotación irracional causada por el Gran Capital y sus políticas neoliberales, y permitir distribuir de manera más justa el progreso técnico. En ello juega un papel importante la Integración Latinoamérica, ya que separados ¿está demostrado? las compañías transnacionales son las que imponen las condiciones de explotación y la agenda de trabajo.
 
Y vaya que tiene con que sustentarlo. En 7 años de gobierno, el Ecuador escaló 10 puntos en el índice de desarrollo humano, disminuyó la concentración del ingreso en 8 puntos, la pobreza cayó de 37.6% a 25.6%, la pobreza extrema descendió a 8.6%, el crecimiento promedio del PIB para 2007-2013 fue de 4.3% y una tasa de desempleo para 2013 de 4.15% superior a Chile. Se habla desde ya del milagro ecuatoriano, con un gobierno estable y democrático sustentado en la participación del pueblo y una economía para el buen vivir.
 
Hay que acelerar la sistematización, el aprendizaje y estudio de la experiencia ecuatoriana e incluso boliviana por los demás países latinoamericanos. La Academia tiene una responsabilidad histórica, pero también las organizaciones del pueblo pueblo. No solo llegó la hora de la igualdad, sino de un renovado pensamiento latinoamericano como lo hieran en su tiempo economistas como Raúl Prebisch, Celso Furtado, Gonzalo Matner y Aníbal Pinto, ligados de una u otra forma a la CEPAL.
 
Tegucigalpa, DC, 26 de mayo de 2014
 
https://www.alainet.org/en/node/85843
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