Joe Biden y la voracidad “civilizadora” del imperio
18/05/2014
- Opinión
Imperialismo, gas y petróleo: así quieren que funcione la democracia usamericana en Ucrania, tal y como se impuso antes por la fuerza en Irak, en Afganistán o en Libia.
El hijo y el padre: Hunter y Joe Biden |
Más allá de los discursos a favor del gobierno de facto de Kiev y de las sanciones económicas contra Rusia; más allá de ese ejercicio grandilocuente de la Casa Blanca de pretender trazar las líneas divisorias entre el lado correcto y el lado incorrecto de la historia; más allá de la inoculación diaria de la opinión pública que realizan los grandes consorcios mediáticos, con sus dosis recargadas de “occidente”, “mundo libre”, o “bárbaros y civilizados”, en las pantallas de la televisión, en la prensa escrita o la internet; más allá de todo esto, la voracidad civilizadora del imperio finalmente salió a la luz en la crisis de Europa del Este: el abogado Hunter Biden, hijo del vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acaba de ser nombrado como director de la mayor empresa privada ucraniana de petróleo y gas: la compañía Burisma Holdings.
¿Este comportamiento tan propio, tan típico de las tiranías caribeñas que retrata Mario Vargas Llosa en sus novelas, no merecería algunas páginas de condena del flamante Nobel de Literatura? Hasta ahora, no hemos visto ni una sola palabrita del marqués: solo silencio de su parte y del resto del coro de la prensa libre de las Américas, que tan solícita se muestra siempre para atacar a los gobiernos latinoamericanos por todo aquello que hacen o dejan de hacer, pero que no ve mayor conflicto en el envío de un procónsul a la vanguardia de la guerra económica, que bien puede ser el preludio de la guerra militar.
Cuestionado hace algunos años por sus relaciones con los polémicos lobbies a favor de las compañía de tarjetas de crédito en el Congreso de los Estados Unidos, y sus vínculos con aparentes fraudes en fondos de inversión, Hunter Biden no ha tenido reparos en afirmar que “como un nuevo miembro de la junta, creo que mi asistencia en consultas a la empresa sobre temas de transparencia, gobierno corporativo y responsabilidad, expansión internacional y otras prioridades contribuirán a la economía y beneficiará al pueblo de Ucrania” (Correo del Orinoco, 13/05/2014). Es que, además de voraz, el imperialismo es cínico.
Y para comprobarlo, bastaría hacer un poco de memoria: hace cinco años, el vicepresidente Biden culminaba en San José de Costa Rica una gira latinoamericana en la que, todavía, el brillo de las candilejas de la obamanía hacía pensar a algunos en un posible cambio de rumbo en la política imperial de Washington. Una expectativa desmesurada que el tiempo se encargó de poner en su sitio. En aquella visita, Biden prácticamente fue desbordado por las solicitudes de ayuda de gobiernos y empresarios para recapitalizar los bancos del istmo, en especial al Banco Centroamericano de Integración Económica, y además, por la demanda de soluciones conjuntas al problema de la violencia y el crimen organizado en la que ya era conocida como la región más violenta del mundo. Frente a tales pedidos, que los gobiernos centroamericanos presentaban –con mucha ingenuidad- ante el país que la cultura política de la sumisión ha posicionado como el aliado natural de la región (cuando no el gendarme), la respuesta que en aquel momento dio el vicepresidente fue lacónica: se limitó a pedir paciencia…
¿Por qué el emisario del presidente Barack Obama, su mano derecha, simplemente no consideró que Centroamérica fuese una prioridad ni un desafío para la política exterior norteamericana? Ahora lo sabemos bien: en esta delgada cintura del continente no hay petróleo ni gas natural para ser explotado por compañías norteamericanas. Pero en Ucrania sí. Y también en Venezuela: y hacia allá, hacia el corazón de nuestra América, ya está preparando su próxima carga el imperio, mientras las guarimbas de la calle y de los medios van allanándole el camino.
Necesario será resistir, y vencer.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
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