Tarjeta roja a la FIFA

15/10/2013
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¿Fiesta de los pueblos o festín de las empresas? Nuevamente nos referiremos a los campeonatos mundiales de fútbol, organizados por la FIFA. Y lo decimos en plural, porque vamos a hablar no solamente de Brasil, sino también de los que están programados por la entidad mundial para el 2018, en Rusia, y el 2022, en Qatar.
 
Desde la prensa se refieren a los campeonatos mundiales de futbol organizados por la FIFA como una fiesta de los pueblos, de la paz, de la armonía mundial y otras creaciones fantasiosas y demagógicas de ese estilo. Pero lo que hemos encontrado en nuestras investigaciones es todo lo contrario, no solamente en el Brasil, sino también de los que están programados por la entidad para el 2018, en Rusia, y el 2022, en Qatar.
 
Se empieza con el quebrantamiento de los Derechos Humanos de quienes trabajan. En realidad, las asociaciones de la FIFA con grandes empresas hacen que ella presione a los gobiernos de los países que fungen de sede de los campeonatos a cambiar las leyes laborales, flexibilizándolas y adecuándolas a los intereses de sus empresas asociadas. Los campeonatos mundiales de fútbol son, entonces, un festín de las grandes empresas.
 
En Brasil se sancionó una “Lei Geral de Copa”, pero la presidenta Dilma Roussef vetó unos cuantos artículos de la misma, referentes al “trabajo voluntario” (Arts. 48 y 49) porque es un principio del derecho laboral universal que la gratuidad del trabajo no se presume. La presidenta justificó el veto diciendo que la ley brasileña “prevé reglamentos para evitar la utilización del voluntariado como mecanismo de precarización de las relaciones laborales”. Todo el mundo sabe que la línea divisoria entre trabajo voluntario y trabajo forzoso es muy difusa.
 
Dilma se resistió también a modificar el sistema de visas para el “trabajo voluntario”. Dijo simplemente que la “obtención de visas en otros países traía retrocesos a la actual sistemática de la emisión de visas.
 
Pero si ella resistió en muchos aspectos la embestida de la FIFA, veamos lo que hace su colega Vladimir Putin.
 
En Rusia ya se generó la Ley FZ 108 para la Copa del Mundo del 2018 y es de carácter federal. Esta Ley protege a las personas jurídicas o físicas que estén en relación con la FIFA y a sus subsidiarias. Se permite abolir toda regulación y control sobre la contratación de personas extranjeras o migrantes como “voluntarios”. En términos prácticos eso permitirá a las empresas emplear a migrantes sin remuneración alguna. Por otro lado, la citada ley permite a los empleadores a establecer largos horarios de trabajo en los contratos de todas las personas que trabajen. Suprime el requerimiento de compensación por horas nocturnas, fines de semana, horas extras, etc. La cereza de la torta es que por el Art. 56, Capítulo 14, no se pagará seguridad social ni otros beneficios a los trabajadores migrantes. Se entiende que esta ley debe regir por lo menos por cinco años, a partir de ahora.
 
Y ahora, vamos a Qatar 2022. Blatter ya ha “lamentado”, en diciembre de 2011, el “error” de haber tomado la decisión conjunta para el 2018-2022. Lo que en realidad pasó fue que la adjudicación a Qatar se dio en medio de acusaciones de corrupción en la FIFA y de compra de votos entre algunos de sus ejecutivos. En agosto de 2012, la FIFA abrió una investigación sobre el punto, sin resultados hasta hoy. Pero las presiones para hacer una nueva elección de sede siguen creciendo, especialmente por parte del movimiento sindical internacional, ya que las condiciones laborales de Qatar son realmente esclavistas.
 
El 95 por ciento de los trabajadores y trabajadoras en Qatar son inmigrantes. Ganan en promedio 192 dólares al mes. Los ciudadanos qataríes que trabajan ganan un promedio de 7.352 dólares mensuales.
 
A la FIFA tampoco le importó que Qatar tuviera un gobierno que siquiera se parezca a uno democrático. En el país gobernado por su Alteza el jeque Hamman bin Khalifa Al Thani, los trabajadores migrantes no pueden cambiar de empleo sin el consentimiento del patrón. El 86 por ciento de ellos tienen sus pasaportes retenidos por los empleadores. Se calcula que unas 600 mil personas viven en los campos de trabajo, en condiciones miserables. Trabajan a una temperatura promedio de 50 grados centígrados. Muchos mueren por ataques cardíacos. Los trabajadores comparten literas en habitaciones sin ventanas y con aparatos de aire acondicionado que no funcionan. No pueden sindicalizarse ni negociar individual o colectivamente.
 
Esos son los trabajadores que empiezan a construir las carreteras y aeropuertos cuyo costo total será de 31.100 millones de dólares y los nueve estadios por un valor total de 48.000 millones de dólares, siendo las principales empresas adjudicadas las siguientes: Bechtel (USA), Leighton Group (Australia), Hitachi (Japón), Balfour Beatty (Inglaterra), Hochtief (Alemania), BESIX (Bélgica), Vinci (Francia) y OHL (España).
 
La Confederación Sindical Internacional (CSI) ya ha hecho los reclamos a la FIFA y al gobierno de Qatar, sin resultado. Hubo promesas pero no cambios. Junto con la Confederación Sindical de las Américas se aprovechará el mundial de Brasil para seguir insistiendo en elegir un país donde se respeten los derechos humanos para el campeonato del 2022.
 
Por último, para confirmar la tesis de más abajo, en el noticiero de un canal de televisión brasileño, informan que el precio de los pasajes aéreos para vuelos internos en Brasil, para el mundial, ya están 6 veces por encima de los precios actuales. Un pasaje entre Río y Sao Paulo, ida y vuelta, cuesta hoy poco más de 500 reales. Para las fechas del mundial, ya se están vendiendo a más de 3.000 reales.
 
La conclusión inevitable es que los campeonatos mundiales organizados por la FIFA son un festín pantagruélico para las empresas y un luto para los derechos humanos y para la democracia.
 
 
https://www.alainet.org/en/node/80140?language=es
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