Se cumplen 40 años de cuando Adolfo Pérez Esquivel fuera consagrado Premio Nobel
- Opinión
Exactamente cuarenta años atrás, el 14 de octubre de 1980 yo me encontraba en la redacción de la agencia “Noticias Argentinas”, para la que trabajaba, cuando recibí una llamada de alerta. En Suecia se le había entregado el Premio Nobel de la Paz al argentino Adolfo María Pérez Esquivel, uno de los más notables defensores de los derechos humanos y una de las muchas miles de víctimas de los atropellos contra los mismos que llevaba adelante la dictadura terrorista del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” que por entonces encabezaba el teniente general Jorge Rafael Videla, luego condenado como autor de delitos de “lesa humanidad”.
Lamentablemente hay una parte importante de esa circunstancia que no logro recordar a pesar de mi empeño en la materia. Seguramente, como se suele decir, “el alemán” debe haber hecho de las suyas. Se trata del nombre de la compañera con la que compartí esa primicia. Le transmití la información ya que ella, desde la “redacción general” era la que más seguía lo relacionado con el terrorismo de estado mientras yo, desde la sección “economía” que compartía con el gran amigo Marcelo Alberto Bonelli, me centraba más en otro terrorismo que golpeaba al conjunto de la población, el que desde el Palacio de Hacienda practicaba el ministro José Alfredo Martínez de Hoz.
Ella logró contactarlo, lo entrevistó telefónicamente, y así pudimos dar la primicia mundial desde “NA”, en esos tiempos una notable agencia de noticias dirigida por Horacio Eduardo Tato, ese excepcional periodista ahora prácticamente olvidado al que tanto debemos los argentinos.
Como señalara el escritor, docente y abogado Emilio Fermín Mignone, vicepresidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos porteña, fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales, impulsor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y muchas cosas más, “Adolfo Pérez Esquivel es un cristiano católico comprometido y un hombre de bien. […] Se inspira en los principios cristianos, con aportes de Mahatma Gandhi y Martín Luther King. Propone la acción a favor de los desposeídos a través de la no violencia activa y en todos los países donde actúa está en primera línea en la defensa de los derechos humanos”.
Precisamente, cuando diera su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz se identificó como “el hombre concreto latinoamericano, y como cristiano”.
“Estoy convencido que la opción de la fuerza evangélica de la no violencia se abre como un desafío y a perspectivas nuevas y radicales. Una opción que prioriza un valor esencial y entrañablemente cristiano: la dignidad del hombre, la sagrada trascendente e irrenunciable dignidad del hombre que le viene del hecho primordial de ser hijo de Dios y hermano en Cristo y por lo tanto hermano nuestro”, señaló en esa oportunidad.
Esa referencia a la “fuerza evangélica” dio lugar a algunas confusiones al punto de que el diario madrileño “El País” llegara a decir que en esa ocasión “Pérez Esquivel, de religión protestante, afirmó que su movimiento estaba en la línea de la defensa de los derechos humanos propugnada por Lutero King [sic], Gandhi y el arzobispo brasileño Helder Cámara”. Él no formaba parte de los grupos evangélicos, hoy muy extendidos, sino que se mantenía dentro del catolicismo que también se nutre desde su aparición en la tierra del evangelio.
Y asumiendo la indispensable defensa de los más golpeados en la sociedad mundial remarcó en su discurso que lo hacía “en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad”.
Al hablar identificándose con los pueblos originarios lo hacía sobre sus mismos orígenes ya que si bien su padre fue un pescador gallego, por parte materna es descendiente de indígenas. Habiendo vivido buena parte de su infancia con su abuela Eugenia la que prácticamente solo hablaba guaraní y casi nada de castellano, con ella aprendió mucho acerca de la historia y las tradiciones de los pueblos originarios, algo que se correspondía con el nombre Eugenia, en griego la que tiene buenos genes.
También al identificarse con los pobres lo hace con sus propios orígenes ya que su padre, al no poder mantener a sus cuatro hijos terminó ubicándolos en diferentes instituciones y regresara a España. A él le tocó el porteño Patronato Español de Colegiales y luego cursó la escuela primaria en un colegio de la orden de los franciscanos, la que sigue las enseñanzas de San Francisco de Asís y de quién tomase su nombre papal Francisco el actual pontífice argentino Jorge Mario Bergoglio de cuyas ideas, incluso antes de que fueran expresadas, es Pérez Esquivel un decidido activista.
Como impulsor de la “teología de la liberación” señaló alguna vez: “Yo tuve que hacer toda una relectura del Evangelio, redescubrir la dimensión espiritual a través de lecturas y conversaciones. Pero la fe no la podemos vivir sectariamente, sino que tenemos que compartirla.
Y de sus orígenes sin recursos recordó que era parte de una familia en la que costaba mucho intentar, no siempre con éxito, llenarse la panza antes de irse a dormir y así a los once años comenzó a trabajar en un marco social del que participaba y que definió de esta manera: “Había una participación juvenil intensa, y tratábamos de aprovechar lo que nos parecía mejor. Lo que no nos gustaba también lo decíamos, pero no nos guiábamos por una cuestión ideológica. No teníamos tiempo porque trabajábamos todo el día y estudiábamos de noche”.
Desde entonces su lucha social fue constante y abarcó al conjunto de América Latina. Eso hizo que en 1975 fuese encarcelado en el Brasil y en 1976 en el Ecuador, en ambos casos con otros importantes exponentes de la defensa de los derechos humanos como la teóloga austríaca Hildegard Goos Mayr en el primero de ellos y obispos y religiosos latinoamericanos y estadounidenses en el segundo. En agosto de 1977 fue detenido, encarcelado y torturado en la Argentina donde hasta se le practicó un simulacro de “vuelo de la muerte”.
Estuvo detenido catorce meses y otros tantos sometido “libertad vigilada”. Durante ese período de detención fue galardonado con el “Memorial de la Paz Juan XXIII”, que le otorgase “Pax Christi Internacional”.
Escultor y pintor graduado en la Universidad Nacional de La Plata en la que estudiara con su futura esposa a la que conociera cuando él contaba con solo quince años, sus obras actualmente forman parte de importantes museos habiendo sido también docente universitario. Y no le faltó incursionar en el gusto por la poesía ´como que en su vida impactaron los “Versos sencillos” del cubano José Martí quién dijera que “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar, puesto que su sensibilidad estética, sus colores y sus formas han estado y están comprometidos con ellos”.
14 octubre, 2020
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