Nagorno-Karabaj, la verdad ya ha muerto

06/10/2020
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Foto: https://www.tiempodesanjuan.com
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A una semana de iniciada la guerra entre Armenia y Azerbaiyán, ninguna de las partes parece estar dispuesta a aceptar un alto el fuego pedido por la comunidad internacional, en el caso que esa entelequia existiera.

 

Rusia, Estados Unidos y Francia, que copresiden un grupo de mediación no ha conseguido una resolución política al conflicto. Las dos partes tienen serios reclamos para no cejar en sus posiciones, aunque Eriván, quien habría iniciado esta nueva escalada militar, dijo estar preparada a comprometerse con los mediadores, por lo que sería Azerbaiyán, quien está llevando la delantera en el campo de batalla, tiene las posturas más intransigentes ya que quiere recuperar el área en disputa, que, tras la guerra (1988-1994) que dejó 30 mil muertos, quedó bajó el control de los separatistas armenios, por lo que ahora exige que la nación cristiana abandone por completo la región antes de negociar un alto al fuego.

 

Mientras los enfrentamientos se intensificaron a lo largo de la semana con los consiguientes reclamos de victorias y el siempre artilugio de denunciar las “grandes pérdidas” producidas al enemigo. Una vez más, Esquilo tuvo razón: “La verdad es la primera víctima de la guerra”.

 

Ambos bandos se han denunciado mutuamente que áreas civiles de sus territorios están recibiendo ataque de artillería, mientras que el intercambio de cohetería se extiende en diferentes zonas de la frontera.

 

Según denunció Eriván, desde el viernes la ciudad de Stepanakert, la capital de la región separatista de Nagorno-Karabaj, y la segunda ciudad más grande de Azerbaiyán, con unos 60 mil habitantes, al igual que la aldea de Aghdara, de 4600 pobladores, están bajo fuego de la artillería azerí, cuestión que se ha repetido en las primeras horas de este domingo cuatro. Algunas fuentes desde Stepanakert, confirman que se producen explosiones regulares, al tiempo que nubes de humo negro se levantan desde diferentes partes de la ciudad, donde los residentes se estaban refugiando en sótanos. Versiones armenias insisten con que poblaciones civiles están siendo atacadas con aviación y drones.

 

Por su parte, el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán informó que Ganja, una ciudad de más de 330 mil habitantes en el oeste azerbaiyano, también estaba siendo sometida a intensas descargas de artillería, al igual que las poblaciones de Terter y Goradiz contra los que los separatistas están utilizando artillería pesada y cohetes. Las fuerzas pro armenias de Nagorno-Karabaj a su vez dicen haber destruido una base aérea azerí cercana a la ciudad de Ganja, lo que Bakú ha negado, aunque insiste que lo que están siendo atacados son los enclaves civiles, lo que también aseguró Turquía, país que ha garantizado todo su apoyo a Azerbaiyán, con el concepto: “una nación, dos estados”.

 

Arayik Harutyunyan, presidente de la República de Artsaj (Nagorno-Karabaj), que no es reconocida por ningún país incluido Armenia, el sábado declaró que no negociaría nada antes de contar con el reconocimiento internacional como “el único camino hacia la paz y la seguridad en la región”. Además de anunciar que personalmente dirigiría a sus hombres en el frente, advirtiendo que “serán consideradas como objetivos militares legítimos todas las grandes ciudades azeríes”, por lo que les pidió a los civiles que las abandonen. Al respecto, funcionarios azerbaiyanos afirmaron este domingo que Harutyunyan había sido gravemente herido en un búnker al ser alcanzado por un bombardeo, lo que obviamente fue desmentido desde sus oficinas.

 

El pasado sábado tres, el Primer Ministro armenio, Nikol Pashinyan, en un mensaje televisado dijo que el país estaba viviendo un “momento decisivo”, y pidió la unidad de toda la nación.

 

Armenia reconoció la muerte de 51 combatientes separatistas, elevando el número a casi 250, entre los que se incluyen 30 civiles, cuándo apenas cuatro días de iniciado el conflicto ya se hablaba de más de 2300 combatientes, entre muertos y heridos solo en el bando armenio (Ver: Nagorno-Karabaj la guerra privada de Erdogan).

 

Mientras que Azerbaiyán denunció que el domingo dos civiles habían muerto en la ciudad de Beylagan, al sur del país, mientras informes periodísticos desde esa ciudad hablan de que los pobladores buscan sobrevivientes entre las casas destruidas por el enemigo.

 

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR) con sede Londres, que había denunciado que los servicios secretos turcos estaban trasladando mercenarios libios y sirios desde el norte de Siria a Azerbaiyán, informó que más de 70 de esos combatientes ya habían muerto en diferentes combates en el área de Nagorno-Karabaj.

 

El pasado viernes dos, el presidente francés Emanuel Macron, ya con un fuerte entredicho con Ankara por otros conflictos regionales, acusó a Recep Erdoğan, el presidente turco, de permitir que más de 300 combatientes vinculados a grupos fundamentalistas sirios cruzasen por su territorio rumbo a Azerbaiyán, exigiéndole una explicación, ya que ha cruzado una muy peligrosa línea.

 

El frio silencio de Washington

 

El gobierno de Donald Trump, envuelto en la monumental crisis que ha producido la pandemia, que ya ha generado cerca de 210 mil muertos, y ha hecho tambalear la posibilidad de su reelección que disputará el próximo tres de noviembre, al tiempo que en estas horas el mismo se encuentra internado en el Centro Médico Militar Walter Reed, en Maryland, afectado del virus que tanto despreció, guarda un atronador silencio frente a la crisis del Cáucaso sur. Trump puso a cargo de las discusiones a un funcionario de segundo orden como lo es el ex diplomático Carey Cavanaugh, especialista en resolución de conflictos y control de armas, que carece de la envergadura política para discutir con los presidentes de Rusia y Francia, quienes están dirigiendo personalmente las discusiones para alcanzar un alto el fuego.

 

Cavanaugh solo se limitó a “comentar” la situación aclarando lo obvio: “Estados Unidos no estuvo en esa discusión”. Eso permitiría vislumbrar que Washington está dejando hacer, cuando más allá del desorden conque la administración Trump ha llevado la política exterior norteamericana, se entiende que permitir una gran escalada de esa guerra, que se libra a las puertas de sus dos grandes enemigos, Rusia e Irán, además de volver a poner en crisis la provisión de gas y petróleo hacia Europa, no deja de ser muy beneficiosa.

 

Thomas de Waal, un especialista en la cuestión del Cáucaso miembro senior de Carnegie Europe para la Paz Internacional, con sede en Bruselas, dijo: “Los estadounidenses se han retirado de este tema” y agregó todavía más enfático: “Si Trump ha oído hablar de Azerbaiyán, es porque es un lugar en el que quería construir una torre Trump”.

 

Por su parte, Mike Pompeo, Secretario de Estado, le quitó importancia descreyendo de la posibilidad de la internacionalización de conflicto. Haciendo algunas tenues afirmaciones que, por saber de quién vienen, son rotundas mentiras: “Creemos que los forasteros deberían quedarse fuera”, e “instamos a un alto al fuego, queremos que ambos retrocedan. Hemos hablado con los líderes de cada uno de los dos países y les hemos pedido que hagan precisamente eso”.

 

De proyectar estas afirmaciones en el mapa de conflictos mundiales, por acción directa o delegación, como Siria, Irak, Palestina, Yemen, Afganistán, Libia, Somalia y el Sahel, habría que estar preparado para una larga guerra en el Cáucaso sur.

 

En 2017 cuando Estados Unidos nombró a Andrew Schofer como su nuevo representante en el Grupo de Minsk, (OSCE), conformado por una docena de países, entre ellos Rusia, Estados Unidos Francia y Reino Unido, para la solución del conflicto de Nagorno-Karabaj, ni siquiera le dio rango de embajador a su representante dejándolo por debajo del resto.

 

En abril 2016, durante la administración de Barak Obama, tras el último gran estallido en el Cáucaso que se conoció como “la guerra de los cuatro días”, el entonces Secretario de Estado, John Kerry, se apuró a intervenir en el conflicto, comunicándose de manera inmediata con los dos jefes de estado, para después participar personalmente con sus pares de Rusia y Francia en la primera cumbre de los presidentes de Azerbaiyán y Armenia. Así pudo alcanzar algunas medidas para pacificar la situación y evitar nuevas escaladas, lo que evidentemente a Donald Trump no le ha interesado mantener

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/209211
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