América Latina, entre el rebrote y el rebote

21/07/2020
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(126 días de confinamiento)

 

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La crisis actual tiene dos grandes dimensiones globales que se alimentan entre sí: la de salud debida a la presencia del coronavirus, y la de la economía, tanto de las de cada nación y región, como la que afecta directamente a las familias, dentro de una estructura oligopólica, pero en franca convivencia con una informalidad desbocada, que no sólo es la de las calles.

 

Frente a la letalidad de la pandemia del Covid-19, las críticas se han enfocado a los gobiernos. Estados Unidos, mejor dicho, su presidente, en vez de hacer una autocrítica, prefiere lanzarse contra los organismos de gestión global, como la Organización Mundial de la Salud, adscrita a las Naciones Unidas, y anuncia no sólo el retiro de fondos a la OMS, sino su retiro al organismo rector de la salud global.

 

Igualmente, en México arrecian las críticas. Tanto que, en las conferencias vespertinas, ha habido un cambio en su presentación diaria, con nuevas estadísticas y gráficas. Al paso de los días y las semanas, el pico se convirtió en una amplia meseta, y la epidemia entre nosotros se extenderá hasta el mes de octubre (lo que llevo de confinamiento por dos). Aunque la evolución de la epidemia esté basada en modelos matemáticos, éstos no pueden ante el comportamiento me-vale-madre de la gente, que confunde naranja con verde, y sale a la como si nada.

 

Igualmente, las críticas se centran en la figura presidencial, mejor dicho, en la gestión de López Obrador, que trasciende al estilo personal de gobernar (Cosío Villegas), que se considera como el más atacado del último siglo o siglo y medio, después de Juárez y Madero, de estirpe liberal, y de los cuales se siente heredero.

 

El 15 de julio, aniversario de la muerte de Juárez (1872), el diario Reforma publicó el manifiesto: Que la pandemia no sea pretexto para el autoritarismo, suscrito por un grupo al que equivocadamente se considera como intelectuales orgánicos (Gramsci); escritores y periodistas que buscan conformar un frente cívico de cara a las elecciones de 2021, y que el presidente descalifica, llamándolos neoliberales o neoporfiristas.

 

En La política y el Estado moderno, Antonio Gramsci dice que “en el frente ideológico la derrota de los secuaces menores tiene una repercusión insignificante; hay que luchar contra los más eminentes. De otro modo, se confunde el periódico con el libro, la pequeña polémica cotidiana con la labor científica…”

 

2

 

La anunciada nueva normalidad es más difícil de concretar de lo que proyectaba. No es sólo mantener la sana distancia, el uso del tapabocas, como parte de nuestro vestuario diario, y del frecuente lavado de manos, sino que tiene que ver con las relaciones sociales con los demás. Después de casi un mes de que se estableció el semáforo sanitario, que regula el regreso de actividades, la gran mayoría del territorio se mantiene en rojo, con algunas manchas de color naranja, pero todos creemos que es verde.

 

El comportamiento individual tiene mucho que ver con la movilidad de la gente –por necesidad, después de más tres meses de encierro y sin ingresos—, pero sin procurar los debidos cuidados personales y sociales. Por eso, las recomendaciones de las autoridades parecen darse en el vacío y marcan un desgaste y desesperación, frente a sectores de la población, incluyendo medios, que expresan incredulidad y hartazgo.

 

El punto culminante de la normalidad la dará, incuestionablemente, por sus dimensiones sociales, el regreso a clases. El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, el 17 de julio, informó que el regreso será hasta el mes de septiembre. Eso sí y sólo sí…

 

El 14 de julio, el presidente López Obrador había reiterado su apoyo al Dr. López-Gatell, con una frase más que popular, un verdadero grito callejero: ¡Hugo, aguanta, el pueblo se levanta! Los críticos, en torno a la prensa conservadora, quisieran que los que se levanten fueran zombis.

 

No se cuenta el déficit heredado en recursos materiales y humanos, a favor de la privatización, que se tradujo en el abandono de la salud pública. Hay que observar los índices de diabetes y obesidad, junto con la desnutrición, debido a la ingesta de comida chatarra, que se abrió paso, cual caballo de Troya, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994), hoy sustituido y mejorado (a favor de las ET, empresas transnacionales) con el trumpiano Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC).

 

De 6.3 millones de empresas que conforman la estructura productiva del país, 4.8 millones son de carácter informal, que sólo producen tres de cada cien pesos generados (INEGI). La aportación mexicana al TMEC.

 

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Después de más de un trimestre de encierro, aquí y en todas partes los reclamos para la reapertura de actividades están a la orden del día. Las escuelas serán las últimas en regresar. En algunos lugares esperan un rebrote, mientras que en otros el primer brote no cesa. En Estados Unidos la demanda proviene de la propia élite, encabezada por el mismo presidente Trump, quien subestima los efectos de la pandemia Monthly Review, 7/15/2020).

 

Entrevistado por Chris Wallace, de Fox News, el 19 de julio, Trump dijo que no cree que, si todos usaran tapabocas, “todo desaparecería”. La pandemia “va a desaparecer, y tendré razón”, insistió, a manera de acto de fe. “Con el sudor cayendo sobre su rostro, era el hombre más culpable de América (EU), y se notaba” (Truthout, 7/20/2020, citando al WP).

 

México volvió a su campaña de reelección. Ante el rebrote de la pandemia, que ha cobrado la vida de más de 140 mil personas en Estados Unidos, volvimos a ser objeto de su desprecio: “¿Por qué no hablan de México, que no nos está ayudando? Todo lo que puedo decir es que gracias a Dios que construí casi todo el muro. Porque si no tuviera el muro arriba, tendríamos un problema mucho mayor”. Ya lo dijo hace más 60 años, el secretario de Estado, John Foster Dulles: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”. Más letal que el coronavirus, es el trumpvirus.

 

“En marzo, el primer columnista del (New York) Times, Thomas Friedman, acuñó la frase utilizada por Trump para justificar la reapertura de la economía: ‘La cura no puede ser peor que la enfermedad’. Ahora el periódico está intensificando sus esfuerzos para proporcionar legitimidad a las políticas de lucha de clases de la élite gobernante. El editorial comienza diciendo: ‘Los niños estadunidenses necesitan comida y amigos, libros y canchas de basquetbol; tiempos lejos de la familia y un lugar seguro para pasarlo’”.

 

Al mismo tiempo, NYT subraya el hecho de que “27 millones de trabajadores estadunidenses requiere cuidado infantil, que incluye escuelas”. Después de revisar algunas condiciones de las instituciones escolares, se concluye que “la reapertura masiva de las escuelas amenaza la vida de decenas de miles de profesores y estudiantes”. Se advierte de una huelga nacional de maestros.

 

En su edición del 16 de marzo, Time nos presenta dos artículos que se complementan: uno, sobre la guerra perdida de Trump ante el coronavirus. Si a mediados del mes de febrero, apenas había menos de 20 casos confirmados, hoy hay más 138 mil muertes. Cita a Pete Navarro, asesor presidencial en asuntos comerciales, que se une al coro que descalifica al experto Anthony Fauci (empezando por el mismo presidente), al decir que sus declaraciones hay que tomarlas con escepticismo y precaución.

 

La revista pone de relieve diferencias que conducen a una lucha interna entre el Centro de Control de Epidemias (CDC, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Salud y Recursos Humanos. A la primera se le han retirado no sólo presupuesto y recursos, sino también el control sobre todo lo relacionado con la información de la pandemia que ha pasado directamente a la administración de Trump.

 

El otro artículo de Time aborda el regreso prematuro a clases, se plantea para el otoño, es decir, en dos meses, cuando en muchos lugares y escuelas del países no existen condiciones seguras para el regreso. Es resultado de un largo proceso contra la educación pública: “Administración tras administración, tanto demócratas como republicanos, respaldados por el (New York) Times y el resto de los medios corporativos han sitiado a la educación pública, recortando fondos, cerrando escuelas, despidiendo maestros y promoviendo escuelas chárter con fines de lucro”.

 

De muchas maneras, allá y en otras partes, se advierten de los peligros de una segunda ola de contagios, debido a un regreso prematuro o sin los cuidados necesarios, que deben involucrarnos a todos.

 

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El presidente Donald Trump tiene abiertos varios frentes de lucha que amenazan su reelección; unos que deliberadamente ha levantado, como el asunto del muro fronterizo, y otros que lo han desbordado como es del racismo, que tiene hondas raíces históricas, y que se vuelve actual y no resuelto, que está detrás de la protesta social, debido las políticas y la brutalidad policiaca. Un racismo que es “nuestro trauma nacional” (Monthly Review, 7/17/2020).

 

La Casa Blanca ha circulado la versión de que son grupos de extrema izquierda –no sólo Bernie Sanders—, los que “quieren acabar con nuestros valores” (aunque éstos se hayan fundado en la discriminación racial y exclusión social). Entre esos grupos antisistema, nombra al de Antifa (por antifascista, cuyo origen se remonta a la segunda Guerra Mundial, contra los regímenes de Hitler, Mussolini y Franco). Pero, documentos revelan que la verdadera amenaza proviene de los grupos de la derecha extrema.

 

Por ejemplo, el violento movimiento boogaloo (bugalú), “que propicia la confrontación armada con la policía para desencadenar una guerra civil”, con una sociedad ya fuertemente polarizada. Sin embargo,  ese movimiento ha merecido poca atención de la celosa Administración Trump, en especial los que refieren al combate antiterrorista, enfatiza MR. El resultado es que “sólo la extrema derecha está matando a las personas, una de las características más peligrosas de la aplicación de la moderna ley estadunidense”.

 

También echa mano de agentes embozados, sin identificación, para atacar y detener arbitrariamente, secuestrar, a los que siguen protestando, después de más de 50 días del asesinato de George Floyd en Minneapolis. Al respecto, Carlos Latuff, monero argentino, sube un tuiter: “No es algún lugar de Centro o Sudamérica. No. Es Portland, USA”. Y la sensación es de estar en Guantánamo, bahía en Cuba, que Estados Unidos utiliza como prisión (Mint Press, 7/17/2020). Se refiere a los disturbios en esa ciudad de Oregon, donde se ensaya este tipo de tácticas, que ha condenado el alcalde Ted Wheeler.

 

El secretario de la Seguridad Interna (Homeland Security Department, creada después del 9/11), Chad Wolf, respalda la represión, pues alega que el desorden es provocado por una mafia violenta: “Cada noche, los anarquistas sin ley destruyen y profanan propiedades,  ya sea arrojando piedras o haciendo pintas o grafitis. “Nunca nos rendiremos a los extremistas violentos”.

 

A su vez la Unión Estadunidense de Libertades Civiles denuncia que los manifestantes son gaseados y hasta “asesinados a tiros en la cabeza, arrastrados por automóviles sin placa”. Efectivamente, estamos en un clima (caluroso en Washington, DC) de lucha de clases.

 

El 16 de julio, una Corte Federal de Maryland restauró el DACA, siglas en inglés del programa: Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, que protege de la deportación a 650 mil estudiantes y trabajadores que llegaron de niños, hijos de migrantes, sin estatus legal; programa que fue establecido por Barack Obama en 2012. Un claro revés jurídico para Trump, quien ve a los migrantes como un peligro económico y social, él mismo hijo de migrantes.

 

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La llegada a México de Emilio Lozoya, ex director de Pemex en la administración peñista, extraditado desde España, y la detención en Miami del ex gobernador de Chihuahua, César Duarte (anunciado el 8 de julio, día de la reunión Trump-López Obrador), son muestras de que el combate a la corrupción es unas de las prioridades de la actual administración, que la considera el origen de todos los males de la nación.

 

Una de cal por las que van de arena, pues más que la corrupción misma, es la impunidad con la que se actúa lo que preocupa. ¿Será la anemia, atenuante o signo de impunidad? ¿Hasta dónde y quién llegará el hilo de la madeja? A Lozoya, testigo protegido, “hay que cuidarlo”, recomienda el presidente.

 

“Para el gobierno lo importante es desterrar la corrupción que imperaba en los gobiernos de neoliberales (los de endenantes). El problema es que la crisis se profundiza a pesar del combate a la corrupción, evidenciando que la causa de la crisis no es tanto la corrupción, sino sobre todo las políticas neoliberales que prosiguen, tales como la austeridad fiscal, la autonomía del banco central (que le quitó el control de la moneda al gobierno y su capacidad de gasto e inversión), las altas tasas de interés, los tratados de libre comercio, el libre movimiento de capitales que promueve la salida de capitales que está aconteciendo y que impiden tener política monetaria y fiscal a favor del crecimiento económico y del empleo” (Arturo Huerta, La Jornada de Oriente, 7/7/2020).

 

Hoy, cuando en el mundo se ha pasado a la etapa del rebrote, en México nos encontramos en pico que no encuentra su camino de descenso sostenido (rumbo a la luz verde), y clama por el regreso a la normalidad que, ya se ve, siempre ha sido defectuosa.

 

Como dice el mismo Huerta, del Posgrado de Economía de la UNAM: “No se revertirá la caída de la actividad económica y no se dará la recuperación en forma de V, mientras no se venza la pandemia y no se incremente el gasto público y baje la tasa de interés a niveles de cercanos a cero, se revise la libre modalidad de mercancías y capitales y se postergue el pago de la deuda externa. De continuar la política actual, ni se aplanará la curva de la pandemia, ni se superará la recesión económica, ni los problemas de desempleo y la desigualdad del ingreso” (LJO, 14/7/2020).

 

6

 

En un momento en que el coronavirus se ensaña con América Latina, el 15 de julio la Comisión Económica de América Latina y El Caribe (CEPAL) da conocer su quinto Informe Especial Covid-19. Adelanta que la recesión será larga, profunda y estructural.

 

Significaría, al menos en el caso de México, que: 1) no estábamos preparados para enfrentar la crisis sanitaria que se montó sobre la crisis económica que estaba ya en curso, y 2) es el signo más evidente del fracaso del modelo neoliberal. Por eso, al insistir en más de lo mismo, el resultado será, como se infiere, más de lo mismo, que afecta más a la inmensa mayoría.

 

El retroceso regional será de nueve por ciento, y para el caso de México, de 9.1 por ciento, y cuyo número de pobres pasará de 53.6 millones a 63.3 millones de personas; 230 millones en todo el subcontinente.

 

Entre las medidas cepalinas que se proponen para la reactivación –proceso que debe encabezar el Estado (un Estado de Bienestar plus) — manteniendo siempre la estabilidad macroeconómica, es hay que evitar la austeridad fiscal (bautizada republicana entre nosotros). Los programas sociales en México, al cubrir a la población más vulnerable, promueven un acuerdo estructural para construir un régimen de bienestar. Pero, se reconoce que el gasto es de los más bajos de la región: apenas 1.1 del Producto Interno Bruto (PIB). Si se quisiera que un Ingreso Básico Universal cubra a la población en situación de pobreza extrema, se necesitaría del doble, 2.2 por ciento del PIB; para cubrir a toda población en situación de pobreza (sin adjetivos), se requeriría el 10 por ciento del PIB.

 

Si esto es ya un reto fiscal formidable, el organismo recomienda que el esfuerzo se extienda a los que tienen ingresos medios, que desde hace décadas se encuentran en caída libre, hacia la pauperización. Esto último expresaría la otra cara de la moneda: la aguda concentración del ingreso y creciente desigualdad, a favor de unos cuantos. Al respecto, al comentar la obra de Rosa Luxemburgo: La Acumulación de Capital (1913), Ernest Mandel observa que “en la teoría marxista esta modificación (a favor de la concentración del capital) opera a expensas de los sectores no monopolizados de la burguesía y la pequeña burguesía, más que sobre el ingreso de la clase trabajadora” (Monthly Review, 7/18/2020).

 

La CEPAL concluye que, para 491 millones de personas, 80 por ciento de la población regional, “habrá una movilidad social descendente”. En buen español, estaremos más jodidos. En suma, América Latina sufrirá otra década perdida en cuestión de crecimiento, desarrollo y bienestar, además de un rebote (regresión) de 15 años en la situación de la pobreza. En medio del rebrote del virus.

 

¿Movilidad social descendente? Sólo que sea a los infiernos del virus o del hambre. Da igual.

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/208019?language=en

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