Las culturas como signo de identidad
- Opinión
Hace pocos días el Poder Ejecutivo de Uruguay envió al Parlamento para su consideración un proyecto de ley que propone crear el Ministerio de Cultura y Derechos Culturales.
De esta forma se separan los cometidos del actual Ministerio de Educación y Cultura: existirá un Ministerio de Educación y por otro lado el nuevo Ministerio propuesto.
Esta noticia podría ser considerada en principio como de índole meramente administrativo. Pero en realidad, por el abordaje en la temática de la cultura y sus derechos, pone al país en un lugar de privilegio y amerita algún comentario que intente aportar a una reflexión preliminar sobre estos temas.
Cultura y hegemonía
La cultura (o las culturas) en cuanto a sus definiciones y contenidos no han sido ajenas ni lo son hoy al devenir histórico y a la lucha de clases; sea como relato funcional a la hegemonía de los opresores o como arma de resistencia de los oprimidos.
No olvidemos el importante papel que jugaron las expresiones culturales en la resistencia a las tiranías de corte fascista que asolaron nuestros países en los años setenta del pasado siglo.
El relato hegemónico eurocentrista que nos han inculcado durante décadas, del “descubrimiento del Nuevo Mundo luego denominado América”, también es un ejemplo muy ilustrativo.
El término “descubrimiento” intentó dar la imagen de un continente virgen, apenas poblado por grupos humanos catalogados muchas veces despectivamente como tribus primitivas y atrasadas.
Se presentó la conquista española como un proceso civilizatorio y evangelizador (toda una “carga del hombre blanco” parafraseando a Kipling) y no como una invasión despiadada a sangre y fuego, que blandió la espada y la cruz, en una enorme extensión territorial – desde Panamá a Tierra del Fuego - habitada desde muchos siglos antes por pueblos originarios que la llamaron “Abya Yala”. Civilizaciones poseedoras en algunos casos de conocimientos y sistemas sociales más avanzados que aquellos de los supuestos “civilizadores”.
Hace tiempo me contaron que durante una visita a Buenos Aires de Zbigniew Brzezinski (tenebroso asesor en geopolítica de Carter y Obama), al final de una conferencia se le preguntó cómo definiría el concepto de “poder”: y respondió algo así como que en su opinión era la capacidad de influenciar para determinar lo que la gente piensa, come, viste y baila.
Una definición brutal pero muy clara del papel de “la” cultura hegemónica en el actual capitalismo trasnacional.
Estado y cultura
Este proyecto de ley, al crear un Ministerio de Cultura y Derechos Culturales institucionaliza el compromiso del Estado en reivindicar, proteger y promover aspectos fundamentales de las actividades culturales y sus actores. Mencionamos algunos aspectos principales del mismo:
• Asumir los derechos culturales como parte de los derechos inherentes al ser humano, indivisibles e interdependientes, de acuerdo a lo establecido en el Art. 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, así como en otras varias convenciones internacionales de las cuales Uruguay es signatario.
• En tal sentido, generar una Política Nacional de Cultura que sea el instrumento apto para generar las condiciones necesarias para habilitar el ejercicio y acceso a la cultura para todas las personas; referido al fomento, producción, circulación, promoción de la creatividad y acceso a la información, conocimientos y patrimonio cultural.
• Garantizar la protección del Estado a las personas y o grupos de creadores de expresiones y bienes culturales; tanto en su libertad de creación y expresión, libre de toda discriminación, como con el amparo de los beneficios de la Seguridad Social.
• Este vínculo pleno de la sociedad con estos valores culturales y el respeto a su diversidad, apuntan a concebir una auténtica “ciudadanía cultural”.
Culturas, identidad e integración contrahegemónica
Entendemos que proyectos de este tipo, nos brindan elementos para ir construyendo:
1) Una auténtica identidad cultural propia, de gran importancia para la consolidación y avance de un proyecto nacional, popular y democrático avanzado.
2) Una carta de presentación como país, imprescindible en una estrategia de inserción internacional, para que nos conozcan como algo más que “vendedores de materias primas a domicilio”.
3) Un aporte a la construcción de una verdadera integración regional, que debe comprender mucho más que los fluctuantes aspectos comerciales. No existirá integración política sin una plena integración de nuestras culturas. Es triste comprobar el desconocimiento que tenemos unos y otros en la región de nuestras expresiones culturales. Y no es un hecho casual. Los imperialismos de turno nos han dividido y puestos de espaldas unos con otros para imponernos así sus relatos hegemónicos.
En definitiva daremos un gran paso en la construcción de la Patria Grande, si “la cultura” deja de ser patrimonio de minorías privilegiadas y damos un salto cualitativo hacia una concepción de nuestras culturas en tanto la acumulación de saberes (concebidos como la sumatoria de factores de ilustración y expresiones artísticas de la más variada gama) que recoge y hace suyas como patrimonio, las mejores tradiciones de nuestros pueblos y de la humanidad toda - en tanto instrumento liberador - al servicio de la plena vigencia y goce de los Derechos Humanos y la justicia social en su más amplia acepción.
De esta manera honraremos el precepto de José Martí de que “ser cultos es el único modo de ser libres”.
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