Afganistán: El talibán vuelve al fuego
- Análisis
Tras 17 años de guerra continua, el sábado nueve de junio, el Talibán declaró su primer alto el fuego parcial durante el Eid al-Fitr, los festejos por el fin del ayuno tras el Ramadán el mes sagrado del Islam. La dirigencia de la organización fundamentalista emitió un comunicado a sus tropas ordenando: “Todos los muyahidines tienen instrucciones de detener las operaciones ofensivas contra las fuerzas gubernamentales en todo el país durante el primer, segundo y tercer día del Eid al-Fitr”.
El gobierno del presidente Ashraf Ghani vio como una oportunidad para que el talibán, reflexione sobre la posibilidad de sentarse a la mesa de negociaciones, pero los terroristas se niegan, ya que su pretensión es hablar directamente con los estadounidenses en lugar de las autoridades de Kabul. En estos últimos meses parece haberse abierto una posibilidad de concretar una reunión entre los norteamericanos, el talibán y también el gobierno afgano, que no deja de ser un convidado de piedra.
El presidente Ghani, por su parte, había anunciado un alto el fuego por las festividades del fin de Ramadán desde el día doce hasta el diecinueve, mientras que un día antes el consejo de altos ulemas había llamado a finalizar de los ataques y pedido al talibán que acuda a las negociaciones de paz. Afganistán atraviesa una de sus etapas más violentas desde la finalización de la presencia de la OTAN en enero de 2015.
La suspensión de acciones tanto de Kabul como de la organización terrorista fue aprovechada por los efectivos norteamericanos para intensificar sus operaciones contra el Daesh Khorasan, los hombres de Abu Bakr al-Bagdadí o el Califa Ibrahím, en Afganistán, desplegados al este del país y en la parte sur de la provincia de Nangarhar. Mientras tanto, este último lunes una serie de ataques suicidas, atribuidos al Daesh, se realizaron contra un edificio gubernamental de Kabul, dejando 17 muertos.
El general norteamericano John Nicholson, jefe de las tropas de su país en Afganistán, justificó las acciones declarando que desde este año el Daesh había intensificado sus acciones en la región. Un ejemplo es el ataque suicida contra un registro de votantes en Kabul, por parte del Daesh Khorasan que mató a 69 personas e hirió a unas 120.
El Daesh Khorasan asesinó a catorce personas, el día cuatro de junio en un ataque suicida contra una reunión de más de 2 mil ulemas (clérigos) el oeste de la capital afgana, en la Loya Jirga, un espacio utilizado por el Gobierno para conferencias y eventos, cerca de la Universidad Politécnica de Kabul, desde donde se habían emitido una fawtua contra los ataques suicidas y se habían hecho un llamamiento a la paz.
Respecto a las negociones de paz con el Talibán, todo pareció esfumarse, apenas unos días después del fin de la tregua, tras el ataque contra varios puestos de control policial en las provincias occidentales de Farah y Baghdis. La operación revindicada por los hombres del emir Hibatullah Akhundzada dejó un total de cuarenta policías muertos y abre de esta manera la campaña de primavera (Ver: La ardiente primavera afgana.) Las acciones se concretaron en el departamento de Bala Morghab, en la provincia de Bagdhis, donde fueron atacados varios puestos de vigilancia y se llevó a cabo una emboscada a la patrulla que acudía en refuerzo, dejando 20 militares muertos. Una cifra igual de bajas sufrieron las tropas policiales en la provincia occidental de Farah, doce en Bala Buluk y otros ocho en el distrito de Jawand, próximo a la frontera con Irán, durante la madrugada del miércoles último. Desde el mes pasado el talibán, realiza una campaña en la provincia de Farah, donde ya ha asesinado cerca de unos cuarenta hombres de las fuerzas de seguridad.
Washington: sin novedad en el frente
A pesar que los Estados Unidos junto a la OTAN habían finalizado sus misiones de combate en Afganistán en 2014, Washington, se encuentra cada vez más involucrado en el conflicto que se profundiza de manera continua. Tres presidentes (George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump) ya han pasado por la Casa Blanca sin lograr avances notorios en esta guerra.
La administración Trump ha debido aumentar tres mil hombres, lo que eleva la dotación a unos 8500 efectivos para intentar cambiar el curso de la guerra, que se ha convertido en la más larga del país norteamericano.
La guerra no solo se libra contra el Talibán, sino contra un total de 21 grupos terroristas, de los que se destacan el Daesh Khorasan y al-Qaeda que opera en combinación con el Talibán, cada vez con más virulencia y demostración de fuerza a pesar que el Departamento de Estado norteamericano insiste en que la financiación internacional ha sido “degradada”, tras la derrota del Daesh en Siria e Irak.
En los 16 años que Estados Unidos lleva en la guerra afgana, han muerto, según números oficiales, 2400 norteamericanos y se ha invertido una cifra que supera el billón de dólares, aunque se estima se necesitara un billón más, pero la victoria cada día parece estar más lejana. Del otro lado, las bajas afganas se contabilizan en casi unos 300 mil entre civiles y militares.
Las estrategias y metas en Afganistán han sido cambiadas de manera contaste, por el mando norteamericano. Ese fracaso ha consumido más una quincena de comandantes generales norteamericanos que no han sabido dar con una estrategia eficiente para vencer la dura resistencia afgana a la invasión iniciada en 2001.
Kabul es la ciudad con mayor seguridad del país, y se ha convertido en intransitable para los diplomáticos y soldados estadounidenses, por la amenaza de ataques suicidas, coches bomba y la utilización de artefactos explosivos improvisados (IED) colocados al paso de vehículos oficiales, que en infinidad de casos ha matado civiles inocentes. Las calles y carreteras de Kabul son extremadamente peligrosas, al punto de que ya no las usan: se trasladan en escuadrillas de helicópteros para viajar desde el Aeropuerto Internacional de Kabul al edificio de la embajada a solo tres kilómetros de distancia, lo que implica un vuelo de solo cinco minutos. A ciertas horas del día sobre el cielo de Kabul la cantidad de helicópteros norteamericanos que sobrevuelan la ciudad es tal que la población la llama “la embajada aérea”.
En 2001 la capital tenía una población de medio millón de habitantes, hoy la cifra sobrepasa los 5 millones incrementada por los refugiados que han llegado desde el interior del país, del que el Talibán controla casi el 55 por ciento y tiene presencia en cada una de las 34 provincias.
El presidente Ashraf Ghani, ha declarado que “No podremos mantener a nuestro ejército durante seis meses sin el apoyo de los Estados Unidos”, lo que demuestra claramente la inutilidad de la inversión norteamericana no solo en recursos sino también en la formación y el entrenamiento del ejército y la policía afganos.
Se dice que cuándo el Presidente Jimmy Carter, miraba por televisión la entrada del ejército ruso a Afganistán, junto a su Secretario de Seguridad, el polaco Zbigniew Brzezinski, el 24 de diciembre de 1979, el zorro polaco que conocía muy bien el fino y letal entramado que había tejido para la derrota soviética eufórico gritó: “les acabamos de regalar un Vietnam a los rusos”, sin sospechar que ese “regalo” también lo sufrirían los propios Estados Unidos.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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