Nunca podrán detener la primavera
- Análisis
La poderosa oligarquía financiera brasileña, la más influyente y enriquecida del subcontinente, busca con su oligopolio mediático bajo el brazo que sus candidatos presidenciales acudan a la cita de octubre con las urnas sin la participación del obrero metalúrgico que no sólo gobernó el país durante ocho años, sino lo transformó en dirección opuesta a los intereses de corto plazo de los dueños de Brasil.
La inmediatez impide percibir a los plutócratas que sacar de la miseria a millones de familias y mejorar los salarios y las prestaciones de los asalariados, educarlos y dotarlos de servicios de salud beneficia directamente a éstos, pero también al empresariado de todos los niveles. Allá ellos y su obtusa cabeza.
A los ojos y oídos de televidentes y usuarios de las redes sociales en la aldea quedó desnuda lo que el expresidente con el mayor respaldo ciudadano en el orbe llamó, minutos antes de entregarse a sus carceleros: la trama que fue armada por los medios de comunicación, el Ministerio Público, el juez Sergio Moro y hasta la Corte Suprema de Justicia. Y también con la presión de altos mandos castrenses.
Trama que exhibe el objetivo final del golpe de Estado parlamentario –al que aún presentan como democrático a pesar de que cientos de votos fueron comprados por los que desgobiernan Brasil– y que destituyó a la presidente Dilma Rousseff en agosto de 2016, y llegó a su auge el sábado 7, con el encarcelamiento de Luiz Inácio Lula da Silva.
Después de insistir Lula en que no hay una sola prueba de lo que lo acusan, y emplazar al juez Moro, su carcelero, a un debate público, compartió una reflexión que es parte sustantiva de la vía Lula de cambio para el gigante de Suramérica: “Yo no estoy por encima de la justicia. Si no creyera en la justicia no habría hecho un partido político. Yo habría propuesto una revolución en este país, pero yo creo en la justicia”.
Efectivamente, el nordestino que de niño fue bolero y office boy, mostró una coherencia por demás admirable con una estrategia de gobierno y de cambio, criticada por algunos de sus más brillantes aliados, con la que privilegió las alianzas y negociaciones en las alturas del poder en detrimento de la participación popular, de organizaciones y movimientos sociales, con partidos como el Movimiento Democrático Brasileño que no solamente le dieron la espalda, sino que ahora lo encarcelan en forma ilegal, arbitraria, con Michel Temer como presidente, mismo que tiene el honor de ser el más impopular en la historia brasileña y uno de los más corruptos, tanto que a punta de billetes armó una mayoría parlamentaria para aplicar el impeachment (proceso de destitución) a Dilma.
Caminos originales aparte, bajo ninguna circunstancia tienen justificación los manotazos judiciales tan ilegales como arbitrarios que cometen los órganos de administración e impartición de justicia, subordinados a los intereses y proyectos electorales de la oligarquía financiera más vigorosa del subcontinente, con el más que incierto propósito de cerrarle el paso a Lula y las izquierdas brasileiras para acceda por tercera ocasión a la Presidencia.
Lo anterior es así porque las estrategias electorales tienen caminos varios para que las izquierdas vuelvan a gobernar al país y el fantoche de Temer ocupe el sitio que se gana a pulso, el basurero de la historia.
Como muy bien dijo una niña a Lula en 1982, “los poderosos pueden matar una, dos o tres rosas, pero nunca podrán detener la primavera”.
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