Senegal: Casamance, una guerra invisible
- Opinión
El pasado sábado 6 de enero, en el bosque de Boffa Bayotte, de la región senegalesa de Casamance, aparecieron los cuerpos masacrados de 13 jóvenes, diez muertos por disparos, otros dos decapitados y el restante calcinado. Horas después, las autoridades encontrarían otros dos cadáveres, elevando la cifra de la masacre a 15 muertos y 7 heridos, con lesiones de destina gravedad.
De inmediato el presidente del país, Macky Sall, ordenó la búsqueda y detención de los responsables, por lo que una dotación de 150 hombres de la Gendarmería Nacional (GIGN-Elite) fue enviada al lugar, ya que el sector donde se produjeron las muertes corresponde a un área de amortiguación entre el ejército senegalés y los rebeldes separatistas del Movimiento por las Fuerzas Democráticas en Casamance (MFDC), en guerra desde 1982. Este último domingo 14, el general Cheikh Guéye anunció la detención de entre 16 y 20 sospechosos.
Las detenciones se produjeron en la aldea de Toubacouta, a ocho kilómetros al sur de Ziguinchor, la capital de Casamance, próximos al bosque de Boffa Bayotte el lugar de la matanza. Mientras tanto, continúan los rastrillajes en el área.
Para quien siga la compleja situación que desde hace 35 años vive Casamance, la magnitud de la matanza refiere de inmediato al conflicto que libra, el MFDC, con el poder central de Dakar, en post de su independencia. Más allá del inmediato pronunciamiento del MFDC, en contra de la matanza y de deslindar cualquier tipo de responsabilidad, las miradas acusatorias permanecen activas.
La matanza, según fuentes locales, podría haber sido realizada por uno de los antiguos líderes insurgentes, Salif Sadio, acusado de la explotación de las ricas maderas de los bosques casanarenses con lo que financia su guerra, y aliado del ex dictador de Gambia Yaya Jammeh.
Se cree que los jóvenes asesinados, miembros del comité de manejo forestal, a cargo de la protección fitosanitaria del sur de Casamance, se enfrentaron a hombres de Sadio, en el momento que estaba talando un amplio sector del bosque.
Se cree que en la muerte de los jóvenes están involucrados no solo hombres de la milicia de Sadio sino también elementos de la policía local, ya que esos mismo jóvenes habían sido detenidos de manera ilegal y liberados tan solo 24 horas antes de su muerte
Uno de los jóvenes sobrevivientes denunció haber recibido dos disparos por la espalda por hombres con uniformes militares, calzados con botas del tipo rangers, y que hablaban el idioma local.
El periodista local, Ibrahima Gassama, un experto en el conflicto denunció que los jóvenes ya habían sido detenidos en octubre último, después de enfrentarse con leñadores, en la misma aérea donde fueron asesinados.
Por lo tanto, más allá de las primeras informaciones, queda descartada la responsabilidad de los separatistas, ya que desde la asunción en 2012 del presidente Macky Sall, no hubo actividad militar en la región, a pesar de que las conversaciones de paz no han logrado un acuerdo definitivo. El mencionado ataque se produjo un día después de que el ejército liberara a dos combatientes del MFDC, tras las negociaciones llevadas a cabo entre el gobierno senegalés y la Comunidad de Sant'Egidio de Roma, una organización vinculada al Vaticano, que se especializa en mediaciones por la paz en diciembre último.
Los rebeldes se encuentran divididos entre tres o cuatro bandos, desde la muerte del fundador del MFDC en 2007, el abad Augustin Diamacoune Senghor.
Por su parte, el gobierno francés, cuyos ciudadanos suelen tener a Senegal como un importante lugar de turismo, había quitado, en octubre 2016, a Casamance de la lista de zonas peligrosas.
Una ya larga historia
En la región senegalesa de Casamance, desde diciembre de 1982, se libra una guerra de baja intensidad, invisible para la gran mayoría de los medios de comunicación. Claro, los muertos no son muchos, si apenas llegan a unos 5 mil, en 35 años prácticamente nada, a lo que hay que sumarle unas 1500 víctimas de minas antipersonales, de las que no se tiene registro, ni de quién las sembró, ni cuántas todavía esperan estallar, a la primera pisada que las active. Además, todavía hay unos 60 mil desplazados, muchos de ellos refugiados en Guinea-Bissau y Guinea. Entre 1998 y 1999, se libró una guerra entre la guerrilla de Casamance y el ejército regular de Guinea-Bissau que dejó al menos otros 6 mil muertos.
La región se encuentra separada del resto del país por la república de Gambia, y arrinconada contra las fronteras de las dos Guineas, con costa sobre el Atlántico, que aparentemente tendría ricos yacimientos de petróleo y gas. Casamance representa el 15% de la superficie total de Senegal. Lo intransitable de las rutas, sumado a las lluvias cuasi perennes, obligan a que los apenas 500 kilómetros que separan a la región de Dakar, la capital del país, se deban recorrer en más de 24 horas. Mientras que el epicentro del conflicto se ubica en la Baja Casamance, a 20 kilómetros de la frontera con Guinea-Bissau.
Este aislamiento ha hecho que la etnia diola, predominante en la región, desarrolle un espíritu independiente, y que ya en 1947, y en plena dominación francesa, se fundará el Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC) liderado por el abad Augustin Diamacoune Senghor. Los casanarenses han bregado por su autonomía mucho más a partir de 1960, año de la independencia de Senegal.
Otro sello indentitario de Casamance es que cerca de tres millones de sus habitantes es mayoritariamente católica, mientras que en el resto de país, con una total de 15 millones, el 80% es musulmán sunitas-sufí.
Casamance tiene el triste “honor” de haber sido una de las primeras colonias europeas del continente. Descubierta en 1445 por el portugués Diniz Dias, fue la cabecera de puente, para que se iniciara el tráfico de esclavos. La vieja colonia portuguesa, pasó a manos de Francia en 1908, tras los acuerdos de la Conferencia de Berlín (1885 – 1886), en la que las potencias europeas, fundamentalmente el Reino Unido, Francia y Alemania, se repartieran el continente africano. Se estimada en unas 10 mil naciones las existentes en África para el año 1800. A la retirada de los europeos, si alguna vez lo hicieron, en los comienzos de la década del 60, dejaron 52 naciones. Esto obligó a enemigos ancestrales, de distintas etnias, culturas, tradiciones, idiomas y Dioses a convivir y formar gobiernos en el interior de fronteras arbitrarias, creadas al calor de los intereses de las metrópolis coloniales, con la obligación de convivir bajo regímenes de gobiernos “democráticos”, absolutamente extravagantes a sus idiosincrasias, ordenadas por siglos en sistemas clánicos y tribales.
En 1960, Francia otorga a Senegal y otras colonias su independencia, tras el agotamiento político, económico y militar de las guerras de Argelia e Indochina. Para París el “negocio” fue un éxito, se quitaba de encima las obligaciones respecto a sus súbditos, mientras mantenía el control económico de las “jóvenes” naciones, posibilitando que las empresas francesas expolien los riquísimos recursos naturales de esos países, como oro, petróleo y uranio. Mientras alentaba guerras civiles, tribales, y arrebujaba dictaduras tan sangrientas, como corruptas.
Casamance, es una de las tantas turbulencias, que dejó la marea “blanca y civilizada” que ahogó el continente africano en sangre.
Tras protestas iniciadas en 1982 por los diola, que partiendo del bosque sagrado de Diabir, marcharon hacia la capital provincial Ziguinchor, en reclamo de su independencia. Al llegar a la ciudad y quitar la bandera senegalesa de los edificios gubernamentales y reemplazarla por paños blancos, fueron brutalmente reprimidos dejando varias docenas de muertos, lo que provocó una nueva protesta en diciembre de 1983, que desembocó en lo que se conoce como “el domingo rojo”, ya que las fuerzas de seguridad volvieron a reprimir con más violencia. Aunque las cifras oficiales hablan de apenas veinticuatro muertos, la cifra real podría superar los 250, al tiempo que cientos de personas fueron detenidas durante largos periodos sin ninguna acusación.
Ese enfrentamiento fue el que habilitó al hasta entonces movimiento político del MFDC, a convertirse en una fuerza militar insurgente, bajo el nombre de Attika, guerrero, en lengua diola, bajo el liderazgo de Sidy Badji y con base en los bosques fronterizos con Guinea Bissau.
Desde entonces, el conflicto ha ido escalando en violencia hasta el impasse iniciado en 2012, donde la guerra se convirtió en invisible, pero no por ello menos peligrosa, ya que es como una mina pronta a estallar, a la primera pisada que la active.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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Foto: hemisferiozero.com
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