Designado al arcaico estilo priista del dedazo, seguramente presidencial aunque se presente la de Eruviel Ávila como hecha por Enrique Ochoa, el exgobernador del estado de México está al frente del Partido Revolucionario en la Ciudad de México, bajo el título de “delegado especial en funciones de presidente del Comité Ejecutivo”, en sustitución de Mariana Moguel, la hija de la secretaria Rosario Robles y que gracias a mami, sin restarle méritos propios, ocupó tal posición, convirtiéndose con más pena que gloria en una de las sustitutas del impresentable Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, indiciado por delitos penales y electorales, y finalmente exonerado gracias a arreglos políticos con las autoridades capitalinas encabezadas por Miguel Ángel Mancera.

De gobernador de la entidad más poblada del país, con el electorado más grande y el segundo aporte al producto interno bruto del país, Ávila Villegas entierra sus sueños de ser el candidato del Institucional a la Presidencia de la República para desempeñar la posición más difícil que priista alguno pueda ocupar, la de dirigir el PRI capitalino hasta diciembre de 2018, cuando México ya tenga nuevo titular del Ejecutivo federal.

Palabrería aparte, como siguiendo el ejemplo de Ochoa Reza, el exalcalde de Ecatepec por dos ocasiones y exgobernador mexiquense anuncia lo que al día de hoy parece y aparece como imposible, sabedores de que en política no hay milagros como en ningún otro ámbito, salvo su mejor opinión o creencia: “Vengo a construir un proyecto ganador para la Ciudad de México; vengo a fortalecer la unidad de mi partido con los actores de esta gran urbe y vamos con seguridad a construir este proyecto ganador”

E insistió frente a la mirada atenta y una franca sonrisa de Enrique Ochoa, acaso por aquello de que prometer no empobrece, como lo sabe bien el tocayo del presidente: “vamos a ser competitivos para ganar la jefatura de Gobierno, las delegaciones, distritos electorales, trabajando en unidad y cerrando filas”.

Como grito de campaña y hasta consigna no está nada mal, pero remontar el cuarto lugar que ocupa el PRI –después de los partidos Movimiento Regeneración Nacional, de la Revolución Democrática y Acción Nacional–, pues de dónde y con qué, después de que desde 1997 no es capaz de remontar la política de la quejumbre, del todo tiempo pasado (priista) fue mejor y ayuno de alternativas. A pesar de que el primer priista del país jura que con dinero y medios de comunicación –alineados como ya están–, cualquier aspirante del tricolor puede llegar a Los Pinos.

Uno de los principales errores de apreciación del grupo gobernante, de su núcleo mexiquense, es confundir al estado de México con México, suponer que su voluntad y decisión política son dables materializarlas. Y si algo muestra la elección mexiquense de junio pasado en la que derrotaron a Josefina Gómez Álvarez, es que ganaron con el auxilio de Juan Zepeda y el PRD, con mucho, muchísimo dinero y la compra de vaya usted a saber cuántos votos. ¡Ah!, y con la pobreza extrema y a secas, la inseguridad acrecentadas.

Priistas dinosáuricos como Emilio Gamboa y César Camacho aseguran que las convenciones garantizarán la “pluralidad de opiniones y la unidad del partido”, tesis que Ochoa siempre impulsó e impondrá en las próximas horas como método de selección por ser “uno de los mecanismos más democráticos” y que contemplan los Estatutos del PRI. El tiempo pasa, el país y la sociedad cambian y estos señores anclados están en tiempos idos.

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