De la forma al fondo, comentarios a la ANC
- Opinión
El día que se instaló la Asamblea Nacional Constituyente defendimos la idea de Thomas Jefferson sobre el hecho que para construir un país y sus instituciones no se requiere más que profesar la religión de lo público, el sentir del ciudadano. Con ello, queríamos dar al traste con esas operaciones horrorosas que durante la campaña se viralizaron según las cuales debían ser especialistas los que se ocuparan de las cuestiones fundamentales y no el pueblo llano.
Ahora, nos proponemos un asunto relativamente distinto. Puesto que consideramos importante traer algunos aspectos que aunque menores parecen juntarse para el gozo de una oposición que siempre ha apostado por la incapacidad del pueblo de organizarse a sí mismo y de un pueblo de resistir los embates de un Imperio.
Por ello, queremos hacer pequeñas recomendaciones al margen que son estrictamente personales pero que nacen de combinar la teoría estudiada, la practica parlamentaria y mirar los grandes debates y sinsabores que tras cámara están ocurriendo.
Partimos por pensar el rol de un diputado que no es el de una asamblea ordinaria como sería cualquier Congreso de otro país o de los que en este país han ocurrido sino el de un constituyente en una democracia participativa y protagónica.
En ese escenario, ese diputado no habla en nombre del pueblo sino que su ejercicio ha de limitarse a ser el eco de la voz que le eligió. Por eso, la Asamblea Nacional Constituyente no ha de hablar por el pueblo sino que ha de permanecer siendo pueblo. El constituyente pescador, por nombrar alguno, es en su configuración un hombre de un pueblo de mar que conoce la faena y la sal, que debe mantener ese espíritu y traer las angustias de su gente. Lo mismo ocurre con todos los demás.
Expliquemos esto de una manera más sencilla. Los encuentros promovidos por la ANC difieren de la mera consulta legislativa o de alguna política donde un miembro del cuerpo acude a contar su visión o a exponer los resultados del trabajo parlamentario. En un encuentro constituyente el diputado ha de acudir a debatir toda la visión país de su sector, cuales son las necesidades actuales que sienten deben superarse para siempre. Así, nacen los derechos.
¿O es qué acaso hemos olvidado que el derecho a la tutela efectiva, por ejemplo, se derivó del derecho procesal civil cuando las personas se dieron cuenta que aquello que sus casos nunca fueran atendidos o lo hicieran muy tarde, no era justo? Lo mismo ocurrirá en tantas materias donde, hay derechos consagrados que no han sido alcanzados o necesidades nuevas o viejos temas donde hemos mirado para otro lado, como la sexualidad o la igualdad civil.
Por ende, las sesiones de la Asamblea no son más que el momento donde se exponen los resultados de la voluntad recibida a la vez que se le permite a los que no fueron al encuentro organizado, o a los que quieren expresarse por escrito o pedir la palabra, acudir conociendo el tema del que se va a debatir.
Ese ejercicio, que no es una sesión permanente sino una escucha permanente ha de minimizar las fricciones y las diferencias que ocurren entre la agenda del cuerpo representativo y las necesidades del pueblo elector que es el único plenamente soberano.
En este punto, las ideas del Comandante Chávez eran sumamente sencillas en el discurso de la apertura de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, cuando recordaba que no existe un pueblo tan solo porque haya gente sino que el mismo es una masa politizada con un pasado y un deseo futuro que les une.
Si eso dijo Chávez en 1999, podríamos detenernos en pensar qué significa que en su última proclama dijo que los venezolanos y las venezolanas, tenían y tendrían, una Patria.
Un asunto igualmente espinoso es el del tiempo y no en función de la vigencia de la Asamblea Nacional Constituyente sino en el que debe cubrir con sus actos. Las leyes, en general, se dictan para el futuro y esto ha de considerarse particularmente en el caso de las leyes constitucionales y de la Constitución en sentido estricto.
Ahora, cuando estamos bajo la vigencia de la Constitución de 1999, la misma de las misiones de Chávez que la que fue borrada en abril de 2002 y que ha sido llevada a su sola portada, por la derecha, en el 2017, hay que recordar que se trabaja para el futuro, el cual puede y debe diseccionarse en pedazos. ¿Qué necesitamos para el tiempo más próximo? ¿Cuáles son las bases del tiempo por venir? Enmendando lo que mal quedó en el pasado para el después, no legislando hacia atrás.
Volvamos a lo procedimental ¿quién dicta la agenda de la Asamblea Nacional Constituyente? En toda evidencia el mismo ejercicio. De lo contrario cualquiera trabajará en función de un instinto o de un interés que, por noble que sea, no aglutinará lo colectivo.
Evidentemente no todos estos procesos deben hacerse tan sólo por medo de asambleas cuando hoy en día existen tantos medios de comunicación que permiten el contacto sin implicar la presencia.
Debiendo quizás, por ejemplo, plantear en vez de programas de televisión que le den la palabra a los constituyentes dársela a los colectivos organizados, a las organizaciones no gubernamentales, a los distintos voceros territoriales para que puedan ellos decir que esperan y que exigen de este momento.
Cuando en los últimos tiempos la estrategia de la derecha ha sido centrar la responsabilidad en pocos sujetos y a veces por miedo a traiciones y otros males hemos nosotros caído en esto, el costo ha sido una disminución de la base social organizada de la población y una mayor frustración.
Por ello, que sea fundamental que el proceso constituyente sirva para inyectar energía hacia abajo y no para trasladar la culpa manteniéndose el diagnóstico del problema tan arriba.
La Asamblea Nacional Constituyente es en sí misma un acierto. De allí que ha de cuidarse en todos los aspectos de no destinarla o desmeritarla en temas menores o por errores que se cometen más por improvisación que por intención.
Chávez lo dijo siempre, muchas veces citando a Dussel, el gobierno ha de encontrar sus respuestas en las bases y ahora los constituyentes han de serles fieles, enraizarse en quienes son, demostrar que son este mismo y santo pueblo.
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