Si acabaran las guerras en el Medio Oriente
- Opinión
“Cuando finalicen las guerras en el Medio Oriente, las superbacterias y cánceres agresivos causados por el conflicto seguirán atacándonos”. Ese es el título de un reportaje desde Beirut del periodista Robert Fisk publicado el 16 de mayo último, que trata acerca de un aspecto de los efectos de las guerras de Estados Unidos en el Medio Oriente del que muy poco se escribe o se habla.
A inicios del cálido verano de Beirut, relata Fisk, el Centro Médico de la Universidad Norteamericana de Beirut (AUBMC) reunió médicos de Irak, Siria, Yemen y Palestina, de la Cruz Roja Internacional y la organización Médicos sin Fronteras (MSF), para debatir acerca de la suerte de heridos y enfermos en los que se manifestaban, según sus criterios, bacterias resistentes a los medicamentos en los hospitales de la región. Tal fenómeno era bastante familiar para los médicos militares, no así para los civiles.
Este escenario había comenzado a presentarse durante la guerra contra Bosnia, cuando coincidieron sospechas en ese sentido de médicos civiles y militares que habían resultado ellos mismos víctimas del conflicto y, como tales, habían ingresado en los hospitales.
Hoy se tienen pistas más antiguas sobre el asunto en relación con las crueles sanciones que la ONU, a instancias de Washington, impuso sobre Irak a raíz de la invasión iraquí de Kuwait en 1990.
En el primer Congreso Mundial de Medicina de Conflictos, efectuado en Glasgow, Irlanda, el profesor Ghassan Abu-Sittah, jefe de cirugía plástica y reconstructiva en la AUBMC, había planteado esta situación de manera cruda y dolorosa.
El problema de resistencia a los antibióticos no existía cuando la guerra de Irán-Irak de 1980-88, en la que 150 soldados iraquíes resultaban heridos diariamente durante las batallas de la península de Al-Faw. Durante el periodo de 12 años de sanciones impuestas por Naciones Unidas, los iraquíes sólo podían usar tres antibióticos que eran los únicos permitidos por las sanciones.
Un análisis de la organización Médicos Sin Fronteras demostró la presencia de bacterias multirresistentes en la mayoría de las infecciones de las heridas de guerra en todo el Medio Oriente, pero los centros médicos de la región ni siquiera poseían capacidad en sus laboratorios para diagnosticarlas.
El doctor Omar Dewachi, médico iraquí entrenado y educado en Harvard, profesor de Antropología médica en la Universidad Norteamericana de Beirut, cita a un paciente iraquí en espera de tratamiento en Beirut que le dijo que "la mayoría de los buenos médicos ha abandonado el país, y aquellos que no lo han hecho han perdido su humanidad".
Dewachi presentará próximamente un libro titulado “Vida ingobernable: medicina obligatoria y diplomacia en Iraq”, sobre la historia médica de Irak desde la primera guerra mundial, donde revela que sucesivos gobiernos iraquíes posteriores a 2003 han estado remitiendo a civiles, militares, parlamentarios, fuerzas de seguridad personal, –e incluso de la milicia y miembros de partidos políticos– a los hospitales en Beirut, Líbano.
Aproximadamente la mitad la fuerza médica en Iraq ha salido del país en los últimos veinte años. El Servicio Nacional Británico de Salud (BNHS), donde muchos iraquíes fueron entrenados, alberga una de las mayores poblaciones de médicos iraquíes fuera de Irak.
El análisis de MSF no sólo plantea preguntas acerca de los efectos a largo plazo del régimen de sanciones de la ONU de 1990, sino también la reversión de los avances médicos en el tratamiento del cáncer y la diabetes. "Esto último debido a la incapacidad de los sistemas de salud y la tecnología para proporcionar el mismo nivel de cuidado en ambientes de guerra dura y compleja”.
Una profesora italiana de genética dijo que en muestras de tejidos usados en la guerra de tres semanas entre Israel y Hamas en Gaza de 2008 – 2009, se aprecian restos de metales pesados carcinogénicos y teratogénicos capaces de provocar cánceres y niños deformes en las heridas de los palestinos. Así lo testimonio en Beirut incluso un grupo de médicos extranjeros que presenciaron la masacre en los campos palestinos de Sabra y Chatila en 1982, a manos de la milicia cristiana libanesa aliada de Israel.
Para Abu-Sittah, no es cierto que las guerras terminen. Sus heridas continúan causando dolor mucho después de cesar las hostilidades. Un cuerpo herido envejece diferente. Incluso las guerras han hecho la línea de base del cáncer más agresiva.
Una herida de bala afecta a un paciente durante décadas después de haber sido infligida. Se conoce que los francotiradores israelíes disparan hacia la parte posterior de la rodilla de la persona que atacan, cerca del tercio inferior del muslo. Esto no mata necesariamente, pero casi siempre requiere de amputación porque se trata de la unión del nervio ciático, la arteria poplítea y la articulación. Así, con una bala logran dar en tres blancos.
Mayo 25 de 2017
Manuel E. Yepe
Publicado originalmente en el diario POR ESTO! de Mérida, México.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/
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