Unidad nacional sin sustancia

30/01/2017
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A cuentagotas y en forma fragmentada la sociedad recibe información oficial sobre el desencuentro más trascendente entre los titulares del Ejecutivo estadunidense y el mexicano desde hace un siglo, si nos atenemos al juicio del empresario azteca más rico del mundo desde que Carlos Salinas (1988-94) remató Teléfonos de México.

 

Para estar informado resulta indispensable leer y escuchar muchos medios, sobre todo de Estados Unidos. Así, difícilmente se puede construir lo que el priista Jorge Carlos Ramírez denominó en la reunión efectuada en Los Pinos con legisladores de los partidos, excepto los del Movimiento Regeneración Nacional, que “a diferencia de lo que ocurre en EU, donde la postura del mandatario no tiene apoyo generalizado, aquí hay solidez y acuerdo unánime (sic) en cerrar filas en torno al Presidente de la República”.

 

Con tales desplantes, sin informar con veracidad y oportunamente, sin definir la sustancia alrededor de la cual se pretende construir la unidad nacional que se proclama desde que Donald John Trump era candidato presidencial, no es factible, como lo exhibe la cita multipartidaria a la que convocó Enrique Ochoa, el “líder” designado por el primer priista de México, con la asistencia de tres franquicias.

 

La coyuntura es única, pero el mandatario y su partido no atinan a actuar en consecuencia. Por supuesto que la unidad nacional es indispensable, pero en torno de qué. La respuesta es obvia, en contra del muro que respalda el racista y xenofóbico gobierno de Israel y del que el mexicano dice ser su “amigo”, como hace 10 días juraba lo mismo respecto de Donaldo Juan. Sólo que del muro “acordaron” no hablar más públicamente, jura Peña; mientras Trump no lo afirma.

 

Así no se puede hacer un pacto que involucre a la nación. Tampoco presentando a Enrique Peña Nieto como el gobernante que con “firmeza y visión de estadista canceló la visita a Washington”, cuando 45 minutos antes Trump escribió en Twitter si no va a pagar el muro “sería mejor que no venga”.

 

Los reflejos instalados en la inmediatez impiden a Peña consultar al equipo de diplomáticos de carrera, no a la carrera como Luis Videgaray, con que cuenta el país, a los expertos en la relación bilateral, como sugieren los que no piensan sólo en cómo capitalizar la coyuntura para fortalecer la imagen y aceptación de EPN. Ni siquiera invitaron un café a Felipe Calderón y Carlos Slim que aparecen, junto a Héctor Aguilar Camín, como portadores de una visión integral y viable para sortear la compleja coyuntura, y el magnate con una propuesta para reorientar la dirección de la nave, para diseñar otro Cambio de rumbo, que nos aleje del que impuso Miguel de la Madrid (1982-88) y actualizaron con reformas estructurales, con las que la subordinación de México a EU adquiere profundidades desconocidas.

 

Y los costos que pagará la nación, no los gobernantes que se van dentro de 20 meses, ya se perciben con el presidente número 45, vigoroso e incontenible pero ya recibió el primer revés judicial con el bloqueo parcial al decreto para deportar refugiados musulmanes documentados durante 120 días, e impedir el ingreso de viajeros procedentes de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen por 90 días.

 

Son tantos los frentes abiertos por el magnate venido a presidente y tanta la incontinencia verbal y tuitera que aunque el vicepresidente Mike Pence tiene la tarea de contenerlo, terminará enredado por su verborrea primitiva y los madrugadores tuits, acumulará un desgaste que los gobernantes mexicanos deberán aprovechar.

 

 

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