El No y la visión de ultraderecha de raíz nazi

05/10/2016
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 manifestacion paramilitar
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¿Qué ocurrió para decirle No a lo que solo podía ser Si?  Había una sola vía y fue interrumpida, un acto masivo de sabotaje detuvo la caravana de la paz salida de la resistencia desarmada y de la voluntad de los armados para desarmarse. ¿Qué queda entonces?: Sorpresa, incertidumbre, vergüenza, tristeza, dolor. Quizá el concepto más claro sea saudade en portugués, que no tiene traducción precisa, pero en todo caso alude a un sentimiento de pérdida, de vacío, de ausencia. Eso es lo que ocurre en esta pos-tragedia, que se le atravesó al post-acuerdo (y para muchos mal llamado post-conflicto) que ya se venía venir como una verdad revelada, sin obstáculos ni peligros. Se atravesó el No, a los acuerdos que sus votantes jamás leyeron, conocieron, ni debatieron, documentos que no fueron siquiera abiertos por quienes decidieron condenarlos, rechazarlos, enviarlos al vacío.

 

En todo post se revela el pasado y en el plebiscito hay huellas de otra trampa de las elites para reasegurar el poder que ya controlan, para corregir los desvaríos de un presidente salido del seno más puro de la derecha que sin embargo puso en juego su capital político para hacerse independiente, creyendo que su condición de clase podía permitírselo, aunque sabía que era un camino pedregoso.

 

La tensión del antes y del post, está  al interior de las estructuras de la clase en el poder, que trata de ajustar las medidas del país político con un margen de oscilación que va del centro derecha a la ultraderecha, lo que revela que no es un asunto de partidos, si no de área de juego. La realidad enfrenta un enigma de visiones, que ponen en juego distintas mezclas de lo pre moderno, lo moderno y lo metafísico, si agregamos que un futbolista dijo que la paz solo la decide Jesucristo, pero que como este no quedo en el centro de los acuerdos esta no sería posible. La otra clase la de las víctimas, los muertos, la que dispara balas de verdad por la patria y las instituciones, la que es atrapada por su tripas y comprometida a costa de sus carencias y necesidades o es seducida por promesas de futuro, es subdividida a la fuerza entre los que quedan en el país atónito, perplejo y complejo, que lucha y resiste sin descanso y que cada vez que apuesta por transformar es silenciada y los que quedan en el país manipulable, el que se niega a transformarse y muere sin detenerse a contar sus muertos.

 

Las elites, no tienen vergüenza ni dolor, al contrario encuentran en la debilidad del saudade la mejor ocasión para arremeter y dejar claro que no están dispuestas a permitir que se abran espacios para la democracia real, ni para que otros entren en la contienda por el poder y menos aún a abandonar su única política seria y consistente que los une y los ampara: la guerra.

 

Las elites se hicieron al control de la máquina de guerra del Estado hace doscientos años -al mismo tiempo que entraba al país traducida la declaración de derechos del hombre y del ciudadano, que solo ellas entendían y de la que se reservaron la igualdad para los suyos, mientras probaban rifles de mayor potencia contra sus adversarios-, y han usado sin límite esta máquina en función de sus propios intereses y beneficios para acumular la riqueza y extender su poder político.

 

Con el plebiscito por la ratificación de acuerdos hacia una paz estable y duradera, han demostrado su capacidad e inteligencia para poner un No donde ya estaba claramente definido que debía estar un Sí.  Según sus modos de actuar han puesto al descubierto que su igualdad no está en juego, que es su ley natural que practican y han defendido desde la procuraduría, el congreso, las cortes y el pulpito, manteniendo en retraso o retroceso los derechos conquistados. Nada puede ir contra natura, dice su lógica en la que basan sus principios. Con su No, le han notificado al país nacional (llamado así por Jorge Eliecer Gaitán) que no están dispuestas a ceder un solo milímetro de lo alcanzado y defendido con la guerra. Han demostrado que nadie es más hábil para invertir la realidad de los hechos y para hacer creer que lo que ocurre no es real, (entre otros con el manual de la mentira y la manipulación JJ Rendón, que sigue a Goebels). Le han hecho creer al mundo que Colombia es el país de la democracia más perfecta y sólida de América, pero además que es el más respetuoso de los derechos humanos, aunque la realidad material descubra que este es el estado que en democracia ha sido aún más cruel que todas las dictaduras de América juntas. Los poderes públicos son presentados como independientes aunque estén entrelazados con lazos de sangre y a su interior ocurran los síntomas de una modo de monarquía silenciosa que se rota los cargos, se embolilla los presupuestos y decide por la vida de los otros.

 

La derecha esta mezclada y a la vez en disputa con la ultraderecha, pero esta última ya no es solo una intención, es una realidad concreta, tiene la capacidad suficiente para hacer su propia revolución y aferrarse al poder hasta derrotar a esta generación que busco la paz y seguirá empeñada en conquistarla. La visión de ultraderecha no estará dispuesta a dejar su victoria del No a mitad de camino, ni a conformarse solamente con haber obtenido el triunfo del No. El objetivo del No va más allá de bloquear la realización de los acuerdos porque en el No ya está instalado el odio y su lenguaje y cultura son superficiales y vulgares. La victoria del No, no se completa para la ultraderecha con  renegociar los acuerdos ya alcanzados, el propósito -a partir de leer su última década de actuaciones- es destruir esos acuerdos, meterlos al vacío, llevarlos a un agujero negro, despojarlos de su contenido vital, enredarlos, confundir para que la paz por esa vía ya acordada no sea posible.

 

La ultraderecha no está dispuesta a abandonar las armas con las que ha forjado su capital político y social y que sostienen su ideología, en la que involucran todas las formas de manifestación y lucha. No es mera coincidencia que el paramilitarismo haya reaparecido abiertamente al mismo tiempo que los jefes del buró político arengaban contra la restitución de tierras o al mismo tiempo que marchaban sus civiles en desobediencia con camisas y banderas negras o cuando las calles se poblaron de homofóbicos que gritaban abajos y vivas en defensa de la familia, la tradición y la propiedad.

 

No está en construcción un partido de ultraderecha, lo que hay es una visión de mundo, de valores que se mezclan para seguir a un líder, que sabe guiar a sus ejércitos -armado y desarmado- con el único fin de que en Colombia la guerra no desaparezca, sin ella, no puede tener existencia esa visión, ni encontrar tierra abonada para sembrar y hacer crecer los odios y mantener abiertas las heridas que sirven de manera permanente para convocar a la venganza y promover la división entre las víctimas que han sido el centro de cuatro años de  negociación, pero además alentar la fragmentación de los sectores sociales desarmados y aislar a los sectores de izquierda.

 

 

No hay nada que renegociar, ni con el gobierno, ni con las fuerzas de la ultraderecha, primero porque las conversaciones fueron públicas e informadas, segundo porque los acuerdos fueron aprobados en el marco de unas negociaciones estado-insurgencia, sumando que el presidente fue reelegido para alcanzar el acuerdo de paz. La tolerancia está del lado de las victimas pero los vencedores del No carecen de propuesta. El plebiscito estaba ganado pero quizá el gobierno sufrió la trampa del congreso en su afán de cerrar el paso a una constituyente y hacerse acreedor a un cheque en blanco cobrado anticipadamente, pero incumplido en sus compromisos porque al fin de cuentas para el país sin guerra, los menos indicados para construir la paz serian ellos.

 

El episodio reciente del No, es uno más de la larga historia de traiciones. Fals Borda, sostenía que, si Colombia no resuelve el problema de la tierra, la sangrienta conquista continuará y así parece ocurrir, si se observa que los primeros en levantar las banderas negras fueron los terratenientes acompañados con la voz del procurador, que señaló  una y más veces al presidente como extorsionista y delincuente,  sin que las otras voces del estado salieran a controvertir y lo que parecía un pacto ya logrado, de repente queda en vilo y sin interlocutor adicional.

 

Con el gobierno ya se pactó a la luz de la comunidad internacional y no hay nuevo interlocutor porque no hay un discurso público del No que controvierta lo pactado y no puede haber dialogo cuando no hay discurso. El No, carece de propuesta, el propósito es empujar al país al abismo, para que sin obstáculo emerja del caos no un partido, sino una visión de mundo de ultraderecha, en la que quepan todos los que acepten aprender el lenguaje, los métodos y las acciones que ejemplifica con su sabiduría y capacidad el líder, el furher, y su buró producto de una mezcla liberal-conservadora, religiosa, homofóbica, racista, machista, antiindegenista y anti izquierda. El miedo extendido se refuerza con odio frente a cualquier oposición, y también frente a las víctimas que serán presentadas como una anomalía para el sistema, pero a pesar de la incertidumbre, el dolor y el saudade, los sectores populares, excluidos históricos y juventudes con sus luchas sociales son y seguirán siendo las abanderadas de la construcción de paz desarmada y su papel ahora será fortalecer su capacidad de organización y resistencia y desplegar su incalificable llamado al gobierno y a la insurgencia para acabar la guerra, realizar lo pactado en los acuerdos y defender la vida sin vacilación ni desesperanza.

 

Imágenes y semejanzas de raíz nazi

 

La visión de ultraderecha a veces parece calcada del proyecto nazi que creo su propia ciudadanía, con una simbología claramente definida, la mano en alto y el saludo del ¡heil furher! El fundamento de ciudadanía fue la adhesión al furher, a quien nadie podía objetar, controvertir, ni señalar, hacerlo equivalía a morir, no sin antes padecer el rigor de la degradación. La ciudadanía nazi no hacia parte de una multitud esquizofrénica, ni sus actuaciones estaban basabas en su inconsciencia o su locura, era creada para ser manipulada y educada para creer solo en aquello en lo que se le enseñaba a creer.   

 

En Napola (Elite für den Führer) se representa a una escuela nacionalsocialista (film alemán, Dennis Gansel, 2004), allí no hay lugar para ningún tipo de sentimiento, solidaridad, compasión, o debilidad, salvo el amor a la Patria y el odio a todo aquel que no es nazi, el objetivo es aprender a ser perfectos nazis, es decir a ser máquinas de crueldad y desprecio a los demás seres humanos. Buena parte de esa ciudadanía actuaba con inocente ignorancia que impedía plantearse lo que estaba bien o mal, es decir lo que era humano o inhumano. Las tareas estaban impuestas y cada quien cumplía la suya, creyendo que estaba tomando su propia decisión.

 

El ciudadano nazi hacía parte de la visión nacionalsocialista entendida como una visión del mundo de naturaleza y esencia cristiana sostenida con un enfoque en la familia y la moral de la comunidad, que no aceptaba lo distinto, lo impuro, lo diferencial y que le sirvió para poner por encima de todo las necesidades que anunciaba el furher y que debían ser alcanzadas al alto precio de la guerra. Las excusas estaban a la orden: un tratado de Versalles presentado como una pérdida de territorio, y una República de Weimar de inspiración democrática-liberal-marxista-socialista, a la que se podían endosar todos los males políticos, económicos, sociales y culturales presentes o futuros.

 

El proyecto nazi inició por crear profundas divisiones políticas internas, producir caos social, desorden, decadencia cultural, empobrecimiento de las masas en beneficio de la minoría y un estado general de impotencia en el país, en términos de ser capaz de influir en el cambio y la estabilidad, a lo que sumaba la impotencia internacional. Fue una revolución que comenzó como un partido político, un movimiento de base, iniciado con apenas 7 hombres, que echaron a andar la desesperanza y la desconfianza y a concentrar el descontento hasta ganar las elecciones democráticas en noviembre de 1932 y legitimar al líder legal y debidamente nombrado como Canciller por mandato del pueblo. En la base estaba un plan integral bien publicitado para rectificar los problemas políticos, económicos y sociales, con la promesa de “pan y trabajo” en busca de una llamada solución y revisión justa del Tratado de Versalles, que rápidamente se convirtió en un programa de exterminio y solución final, que puso en ejercicio la máquina de muerte más cruel y eficaz del planeta.

 

El furher siempre hizo ver que sus actuaciones estaban alejadas del poder o de metas o ambiciones personales y el sistema criminal se encargó de hacer creer que sus actos correspondían sencillamente a necesidad de representar y hacer la voluntad del pueblo alemán, como debía ocurrir en una en la verdadera democracia. Hitler era el líder del Partido y el Líder Nacional, no se puso a sí mismo por encima del pueblo, logró hacer entender que realmente representaba al pueblo y sus intereses y no hizo promesas que no podía cumplir, su fórmula fue ser efectivo. A la ciudadanía nazi se le enseñó a amar al furher y este desbordo su amor a ellos como un mesías, como un padre que protege a su familia, a su tradición, a su propiedad, a su manera de ser valientes, a ser hombres de honor y de guerra y a tener una sociedad de mujeres educadas para ser buenas esposas, buenas madres de hijos puros no contaminados, ni negros, ni homosexuales, ni comunistas, ni judíos, ni enfermos y saber ser sumisas y obedientes. ¿Si todo esto lo enseñaba la patria y lo guiaba el líder para que buscar otras explicaciones, otras maneras de pensar o hacer política? ¿Que podría ser más democrático que eso?, ¿Si todo estaba ahí y además contenía la mezcla de cristianismo, moral y preservación ante los males que otros pudieran provocar para romper ese orden fijado para que enfrentar lo existente? Enfrentar ese orden implicaba hacerse responsable del castigo que vendría producto de aplicar la regla sin reglas de la guerra y la barbarie sin límites. Nadie podría ser víctima porque no había conflicto, y el estado solo debía garantizar que nada se contaminara... y así se hizo hasta destruir el concepto mismo de ser humano construido hasta entonces. Esta vez y aquí eso no pasará, no podrá volver a pasar.

https://www.alainet.org/en/node/180744?language=en
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