La caridad de los miserables para con los ricos

31/08/2016
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En la muy malograda Unión Europea la solidaridad no tiene cabida. Los incautos pensaban que el proceso de integración traería consigo, entre otras, la ventaja de formar parte de un conjunto coherente y fraterno dispuesto a compartir catre y macarrones, los buenos y malos momentos, penas y alegrías y un futuro promisorio.

Olvidaban que el coso se limita a un “mercado común”, en el que prima el mercado y hay muy poco en común, como no sea el sometimiento a los mercados financieros y a una burocracia designada a dedo. Una vez dentro, cada cual se rasca con sus propias uñas. Los fondos estructurales del inicio, destinados a promover el desarrollo y la modernización de las regiones más atrasadas, encogieron a medida que llegaban los países miserables.

De modo que obligados a competir con los grandes –Alemania, Francia, Reino Unido, Italia– los Estados picantes, dirigidos por una elite tan mediocre como la nuestra, no encontraron nada mejor que imitar al campo de flores bordado. Me explico. Comenzaban los años funestos del gobierno de Ricardo Lagos, cuando un alto funcionario del Estado de Chile me comentó ‘los planes’: generarle las mejores condiciones a la inversión extranjera organizando ‘la pensión Soto’. Otorgar ‘patente de corso’ era la consigna.

Del mismo modo, la ‘periferia’ de la Unión Europea, y porqué no decirlo, los ‘grandes’, no encontraron nada mejor que montar un competitivo burdel. Visto que los gobiernos nacionales ya no pintan, habiendo dimitido en favor de los mercados financieros y la burocracia designada a dedo, lo único que les queda es ofrecer sus encantos.

Uno de ellos, –encantos digo–, reside en bajar la tasa del impuesto a los beneficios con el propósito de sustraerle inversión a los otros miembros de la UE. Irlanda se tiró de cabeza. Hoy en día ostenta la tasa más baja de impuesto a las sociedades del llamado primer mundo: un pinche 12,5%. Las multinacionales se precipitaron a Dublin e Irlanda conoció un período de bonanza como no te imaginas. Todo dios debía partir a Irlanda, sobre todo las sedes de las multinacionales, los jóvenes y dinámicos ejecutivos de dientes largos, las start-up, los promotores inmobiliarios y cuanto ambicioso soñador con fortunas rápidas hubiese en la Unión Europea.

La razón es muy sencilla: puedes vender lo que te dé la gana en la Unión Europea, y facturar desde Irlanda. De ese modo el país que consume no recibe un chavo de impuestos, ni siquiera el IVA, y todo el billete va a parar a Irlanda, cuyo gobierno recibe muy poco o nada.

A fines del año 2007 se escuchó un ruidito sospechoso, algo así como una crujidera de tripas seguida de una pedorrea interminable, y todo se vino abajo. La banca irlandesa quebró –como la banca chilena en 1982– y adivina qué: los irlandeses tuvieron que comprometerse a pagar la borrachera durante casi 40 años. En esa están.

La deuda soberana se empina por sobre el 125% del PIB, y cada irlandés –incluyendo los babies y los granddadies– debe el equivalente a 43 mil 509 euros.

Y eso… ¿cuanto hace en plata? Unos 270 mil millones de euros. Retén la cifra in mente, te será útil.

Jamás satisfechas con los gigantescos beneficios que obtienen mediante la ‘optimización fiscal’ que consiste en evadir impuestos, ni con la ventaja desleal que consiste en instalar sus sedes en paraísos fiscales, las multinacionales exigen un tratamiento de favor. Apple presionó al fisco irlandés y obtuvo durante una década (2004-2013) pagar aún menos que la tasa del 12,5%.

¿Cuánto? Aproximadamente un 2% anual de los beneficios obtenidos por sus dos filiales locales, Apple Operations Europe y Apple Sales International. Eso equivale a un subsidio permanente del Estado irlandés a una empresa privada, colocándola, de cara a sus competidores, en una posición ilegalmente ventajosa.

De ahí que la Comisión Europea le haya impuesto a Apple la mayor sanción de la historia de la Unión Europea y de Apple: una multa de 13 mil millones de euros. Bruselas estima que las ventajas que Irlanda le otorgó a la multinacional son subvenciones de Estado ilegales, rebajas fiscales que distorsionan la competencia.

Si la Comisión Europea reacciona no es porque le estuviesen robando una verdadera fortuna al pueblo irlandés, sino porque hubo un atentado a las reglas de ‘la libre competencia no distorsionada’.

Que le roben a los pringaos no es delito, incluso aplauden. Lo que les molesta es que las multinacionales se pasen por los higadillos las pinches reglas que buscan organizar ‘un mercado de competencia perfecta.’ Los miembros de la Comisión Europea son como el Papa: no creen, pero hacen como si creyesen.

Apple, es sabido, no aprecia los impuestos. Dispone fuera de los EEUU de un tesoro de guerra superior a los 130 mil millones de euros de beneficios, y no quiere repatriarlos a los EEUU porque tendría que… pagar impuestos. En los EEUU la tasa que grava los beneficios está en torno al 40%.

Ante la decisión de la Comisión Europea, Tim Cook, consejero delegado de Apple, hizo lo que saben hacer los mafiosos: amenazó con “profundos y dañinos efectos” a la inversión y la creación de empleo en Europa.

Nótese que el muy descarado ni siquiera negó haber sido el beneficiario de un fraude al Fisco: todo el mundo sabe que “La evasión fiscal es un deporte nacional para los gigantes americanos” (LuxLeaks : L’évasion fiscale, un sport national pour les géants américains).

De ese modo, un pueblo endeudado hasta el cuello para salvar a los bancos privados (en particular Anglo Irish Bank y Irish Nationwide), practica la caridad con la empresa más rica del planeta. En realidad con sus dueños, que no saben qué hacer con la plata que ganan gracias a una actividad filibustera.

Si no sabías porqué la gran minería casi nunca pagó impuestos en Chile, ahora lo sabes. Si no habías comprendido nada del fraude fiscal de Johnson’s ni de la movida de cayana del director del Servicio de Impuestos Internos, persevera.

Porque, para decirlo claramente: ¡te están robando!

©2016 Politika | diarioelect.politika@gmail.com


 


 


 


 

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