El populismo, discurso presidencial obsesivo

01/07/2016
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Al concluir la Cumbre de Líderes de América del Norte, celebrada en Ottawa, Canadá, durante la conferencia de prensa el titular del Ejecutivo federal mexicano volvió a la carga con lo que ya parece una obsesión política, preocupación por no decir angustia sobre el populismo.

 

Enrique Peña tuvo el cuidado de aclarar que bajo ningún concepto “señalaba directamente a nadie”, además de reiterar el respeto de su gobierno al proceso electoral en el que Donald Trump, virtual candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, todo apunta que dará una fuerte batalla a Hilary Clinton.

 

Tan cuidadoso fue Peña Nieto que ni siquiera estimuló a cientos o acaso miles de destacados mexicano-estadunidenses en USA, para que pusieran en juego sus opiniones frente al discurso xenofóbico y racista del todavía precandidato del partido del paquidermo.

 

Xenofobia y racismo que, por otra parte, es preciso no perder de vista que se produce en la puja por la candidatura de su partido y acaso después en la brega por la Casa Blanca –no la de las Lomas, la dueña brilló por su ausencia en Ottawa–, pero cosa distinta sería cuando hipotéticamente ocupara la Oficina Oval, pues el horno no está para bollos ni en la aldea global como tampoco en el imperio que no supo y no pudo aprovechar los limitados tiempos de hegemonía unipolar.

 

Si no tenía dedicatoria al magnate estadunidense qué sentido tiene meterse en un tema que no conoce Peña y menos sabe exponer, como lo evidenció el hecho de que Barack Hussein Obama, un gran orador y excelente expositor, fue objeto de una confusión semántica y habló de que él realizó una campaña popular.

 

Cierto es que la obsesión por el populismo, cualquier cosa que esto sea para el mexiquense de Atlacomulco, poderoso grupo incluido, no es nueva y menos las prácticas populistas del gobierno de “Mover a México”.

 

El 28 de septiembre de 2015, el abogado por la Universidad Panamericana y maestro en administración de empresas por el Tecnológico de Monterrey, desplegó su bandera contra el populismo en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Allí advirtió a los no muchos asistentes que “el mundo está expuesto a la amenaza de los nuevos populismos”, sin explicar cómo eran los viejos y en qué consisten los nuevos, aclaró que tanto “de izquierda y de derecha, pero riesgosos por igual”.

 

En aquel momento se entendía que Peña se encontraba bajo el influjo del mensaje político del III Informe, pronunciado en faraónico acto en Palacio Nacional –otra de sus debilidades, además de hablar del presidente de la república como si se tratara de otra persona–, y los señores de la ONU apechugaron.

 

No se comprende la beligerancia antipopulista del presidente mexicano, menos cuando el discurso imperial en boga machaca mañana, tarde y noche con los eficaces servicios de la tan ideologizada como oligopólica mediocracia local subordinada a los intereses de Washington, que los gobiernos populistas de Suramérica “fracasaron”, que ya “no tienen futuro”, tampoco en el Caribe ni en Centroamérica.

 

Reducir los modelos populistas de ayer y de hoy a que “Llevar las riendas de un país, asumir la responsabilidad de gobernar, es algo más que dar respuestas sencillas, es complejo y difícil”, suena a caricaturizar un mundo infinitamente más complejo y contradictorio, diverso y resistente al impugnado dogma de “un modelo de apertura de libre comercio”.

 

¿O la angustia de Enrique Peña tiene cuatro palabras que se resumen en las siglas AMLO?

 

Utopía 1696, 1-VII-16

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