Ex Cuartel Borgoño, centro de tortura dictatorial, será Sitio de la Memoria de la Resistencia
- Opinión
“Es fácil ser heroico y generoso en un momento determinado, lo que cuesta es ser fiel y constante”
Karl Marx
La policía política de la dictadura cívico-militar (1973-1990) que lideró el principal asesino público del pueblo chileno en toda su historia, Augusto Pinochet, primero se llamó Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, y en agosto de 1977, por diversas causas, trocó su nombre por el de Central Nacional de Informaciones, CNI. La dirección donde operó la sede central de la CNI fue en la calle Borgoño 1470, en la comuna de Independencia de Santiago de Chile. En el Cuartel Borgoño, en sus tripas y extremidades espantosas, se organizó la muerte y la represión política en contra de las y los luchadores antifascistas, anticapitalistas y socialistas revolucionarios a escala nacional.
Rita Peña es una ex combatiente de la Resistencia antidictatorial y revolucionaria. Rita cayó en marzo de 1982 y fue trasladada inmediatamente al hoy, ex Cuartel Borgoño. “Se trataba de secuestros de 20 días”, cuenta Rita, “y fuimos torturados/as por verdaderos profesionales. Non llevaban a los calabozos subterráneos y lo primero que nos hacían era quitarnos la ropa y colocarnos un buzo, zapatillas y vendas en los ojos. Las celdas eran unas fosas de cemento que tenían especies de tarimas donde a veces ubicaban colchonetas en horarios que desconocíamos, porque también los torturadores jugaban a desorientarnos temporalmente. Allí dormíamos con luz artificial. A mí frecuentemente me cambiaban de calabozo para desubicarme espacialmente. Del Cuartel me transfirieron a la Fiscalía Militar. Entonces yo estaba embarazada y los agentes se esmeraban en que el daño que nos infringían se notara lo menos posible. Herida en una costilla, y agravada por la “parrilla” (1), debieron llevarme a una clínica, creo que a la Clínica Vitacura (zona ‘pudiente’ de Santiago), y ahí me vieron médicos que malamente pude distinguir debido a la cinta adhesiva que me pusieron en la vista. Recuerdo muy bien la sensación de andar en la calle custodiada por agentes de la policía política de la CNI, con los ojos cubiertos bajo lentes oscuros y pensando que mucha gente pasó junto a mí sin saber que yo era una secuestrada.”
“El sitio está muy a maltraer y lleno de escombros, pero se conservan intactas las estructuras”
Sin embargo, el devenir de los acontecimientos es contradictorio y en ocasiones le sonríe a las y los oprimidos por su acción colectiva, su lucidez y corazón antiguo, sus razones multiplicadas de sentido. Hace poco más de dos meses, en abril de 2016, un llamado telefónico que realizó un vecino de la comuna de Independencia de la Región Metropolitana de Santiago, denunció que lo que quedaba del ex Cuartel Borgoño, endemoniada matrix de tortura y crimen, estaba siendo demolido. Rápidamente, los sobrevivientes de la también llamada de manera macabra “casa de la risa”, se autoconvocaron y pronto crearon el Comité de Sobrevivientes y de Personas Amigas por la Recuperación del Cuartel Borgoño, con el objetivo de evitar su desaparición. Los lugares donde el terror fascista tuvo su mediodía y su impunidad son la geografía y el cuerpo duro de la memoria llena de futuro.
El 26 de junio de 2016, además de conmemorarse el natalicio 108 de Salvador Allende, es el Día Internacional contra la Tortura. Ese mismo día la grabadora del periodista que escribe se enciende bajo el invierno capitalino, a los pies del ex Cuartel y en medio de una actividad cultural anti-lacrimógena, con participación de sobrevivientes, vecinos, jóvenes, migrantes y refugiados políticos, entre muchos/as.
Toño Kadima, sobreviviente del castigo sin nombre de la tiranía, legendario luchador social, político y cultural por los derechos humanos y sociales de quienes resisten las maldiciones del capital, y artífice del Taller Sol (2), dice que “ya al segundo día del aviso telefónico, hacia fines de abril de 2016, logramos instalarnos aquí con el objetivo de parar la demolición. De hecho, al tercer día de los derrumbes impedimos el ingreso de los camiones contratados para la desaparición definitiva del sitio. Luego de dos semanas haciendo el aguante, logramos tener una reunión con el director de la Policía de Investigaciones (PDI), bajo cuya jurisdicción está el ex Cuartel de la calle Borgoño. A esa cita llegamos con una mesa barrial donde participaron la Municipalidad de Independencia, el Consejo de Monumentos Nacionales, la Agrupación de Zonas Patrimoniales, un representante de los vecinos, y el propio Comité de Recuperación que funciona básicamente con miembros de la Mutual de ex Presos/as Políticos/as. Allí conseguimos que el director de la PDI, luego de una obvia pugna durante la reunión, se comprometiera a paralizar la demolición.”
-¿Y cómo asegurar el compromiso?
“A través de nuestra presencia permanente y semanal en la puertas del ex Cuartel Borgoño. Claro que no estamos simplemente parados tomando café. Viernes tras viernes organizamos actividades culturales amplias y abiertas donde ha transitado un número increíble de artistas de todas las áreas. Por otra parte, sostuvimos una cita con el ministro de Bienes Nacionales para que nos definiera los territorios, las formas de acción, la mirada que tiene el Estado al respecto. También tuvimos una reunión con los abogados de DDHH del Ministerio del Interior que han tenido una muy buena disposición a nuestros objetivos, al igual que la asesora de Monumentos Nacionales.”
-¿Cuál es la finalidad de las gestiones, más allá de evitar la destrucción del Cuartel?
“Conseguir que el sitio se declare Monumento Histórico, y, en efecto, el consejo respectivo unánimemente estuvo de acuerdo. En consecuencia, ahora sólo estamos esperando la firma de la ministra de Educación para finiquitar esta tramitación. Ello significa la seguridad muy grande de que nadie más pueda hacer nada en el sitio y se mantenga tal como está.”
-¿Y saben cómo se encuentra el lugar?
“Sí, porque conseguimos entrar 6 sobrevivientes. Ingresamos a las casas, a los calabozos y a los subterráneos. El sitio está muy a maltraer y lleno de escombros, pero se conservan intactas las estructuras.”
“Socializar todo lo que fue la Resistencia revolucionaria en contra de la dictadura y del capitalismo”
Eduardo Arancibia, ex miembro de la Resistencia durante la dictadura, ex prisionero político y escritor (3) forma parte del Comité de Recuperación del ex Cuartel Borgoño. Dando la espalda al portal de entrada al lugar, dice que “a diferencia de los campos de concentración de la dictadura, el Cuartel Borgoño fue el enclave represor que se instaló con el fin de enfrentar la arremetida insurgente y revolucionaria que se activó con mucha fuerza desde 1978, en el marco general de la denominado entonces “Operación Retorno” del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR (4). Por eso el Cuartel Borgoño surge como una modalidad orgánica y científica, distinta a la represión masiva e indiscriminada que caracterizó a los primeros años de la dictadura. En este lugar se sintetizó sistemáticamente el arsenal de dispositivos del Estado para contener y aniquilar cualquier expresión revolucionaria de la época.”
-¿Qué proyecto acarician para el porvenir del ex Cuartel Borgoño?
“Un espacio de recuperación de la memoria de la Resistencia, de esa memoria que nos ayuda a diseñar el futuro desde una ética que nos hizo incorruptibles. Acopiando las mejores tradiciones de lucha y los más distinguidos valores de nuestro pueblo. Este sitio debe ser un ámbito donde se pueda socializar todo lo que fue la Resistencia revolucionaria en contra de la dictadura y del capitalismo. Una instancia política y cultura, en resumen.”
-¿Qué podría decirle un espacio así a las novísimas generaciones de luchadores/as y rebeldes del siglo XXI?
“Eso tiene que ver con la formación y acompañamiento de nuestros propios hijos e hijas, sobre todo en el plano de que sepan cuáles son sus derechos y deberes sociales.”
Se apaga la grabadora y se enciende el porvenir.
Notas
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