Colombia en la derecha, la izquierda a repensarse
- Opinión
En Yopal, Casanare, y Cúcuta, Santander, los alcaldes fueron impuestos desde la cárcel. Resulta curioso e incomprensible pero en Colombia es legal que el candidato de Yopal, recluido en la cárcel de la Picota en Bogotá por delitos comunes, sea el ganador luego de haber obtenido en su favor una votación sin precedentes, a la par que, el sonido de otras voces silenciadas por el temor anuncian que en Casanare se está produciendo la recomposición de las estructuras paramilitares, que guardan la semilla y el libreto del temible bloque centauros. Algunos casos ejemplares muestran casos como el de un excongresista que pretendía seguir gobernando a través de su esposa y al que le fueron incautados más de doscientos mil dólares entre cajas de cartón a dos días de las elecciones y que continuó la campaña como si nada porque solo después de los resultados será interrogado.
Retornó la parapolítica a numerosos cargos del gobierno regional con candidatas y candidatos ampliamente cuestionados por su participación en apoyo al paramilitarismo, la corrupción y la eliminación de opositores. De cinco gobernadoras elegidas, tres están cuestionadas y subjudice, y un alto número de diputados, concejales y alcaldes serán los voceros de quienes no pueden resignarse al fin de la guerra convertida en estrategia y botín. Entre los más cien mil candidatos, un elevado número realizó campañas que tuvieron sobrecostos multiplicados por cuatro, cinco y diez veces lo permitido gastando, o más bien “invirtiendo” escandalosos montos que superan de lejos los salarios que recibirán los elegidos en el tiempo de su mandato.
Los modelos privados de gestión, saqueo y apropiación de bienes tuvieron efectividad con la tarea de marketing político que antepone la necesidad de ganar o ganar sobre la ética y la política misma. El capital en la política igual que en los bancos deja ver que en su esencia no hay nada humanizante, solidario ni equitativo. Alianzas de grandes capitalistas dejaron en claro su interés por completar la privatización de la totalidad de los bienes y decisiones públicas más allá del partido y candidato que gobierne, y ahora podrán ejercer control directo de algunas ciudades principales, que cambiaran las juntas de gobierno por las juntas de negocios.
Las elecciones dejan a un país bajo control político de la derecha. El mayor arribo lo hizo el partido Cambio Radical del vicepresidente -en campaña presidencial con las autopistas de cuarta generación y los cientos de miles de millones destinados a inversión en infraestructuras. Su logro es más evidente en los lugares donde la extrema derecha del régimen uribista cedió espacios, gracias a las reiteradas revelaciones sobre la crueldad de su régimen, el encarcelamiento de su entorno de poder y los avances del proceso de paz del presidente Santos que obtuvo las mayorías electorales.
La izquierda, si perdió de manera significativa los espacios controlados, su nivel de representación queda en mínimos vitales para subsistir y resurgir de sus cenizas en medio de adversidades. Está llamada a revisar a fondo su lenguaje, estilo, modos de acción, sistemas de liderazgo y actuaciones.
No podrá quedarse girando solamente sobre las amenazas externas que son serias y contundentes porque están repletas de odios y mezquindades, manipulaciones en su contra y falsedades sin fin tratando de polarizar a un país todavía azotado por el miedo y carcomido por el cáncer del enemigo interno expandido por la política de terror y seguridad nacional contra comunistas, socialistas y sectores democráticos o alternativos.
La capacidad de la izquierda no logró superar sus dogmatismos para enfrentarse no solo a sus fantasmas si no para enfrentar unida a sus temibles opositores reales, que los han convertido en enemigos a eliminar.
Los enemigos de la izquierda lentamente han ido controlando todos los espacios de la vida social, económica y política, y milimétricamente invadieron a sujetos y colectivos con sus redes invisibles y la fuerza de los medios de comunicación que no perdonan siquiera el más mínimo error de ninguno de sus militantes y simpatizantes.
La izquierda tiene que cambiar, restaurarse, desenredar sus modos de acción y, sobretodo, prepararse para actuar unida, en un solo bloque diverso, plural, sin caudillos ni vanguardias históricas. Estas elecciones la ponen de frente a sí misma para defender de manera conjunta y solidaria el proyecto común de nación en paz y rediseñar sus métodos y metodologías para que los movimientos sociales recobren su potencia de lucha y movilización por justicia social, y destrucción de las estructuras de la desigualdad y sumen en torno a las luchas por la dignidad ahora que viene la paz y tendrá que encontrar un lugar para ponerse a salvo en medio de un país que apenas si cambia su mapa político y se reacomoda en la derecha, que solo sabe mirar a la derecha.
La apuesta de la paz no puede echar hacia atrás. Las decisiones están prácticamente tomadas y lo importante es lograr el compromiso de todos los componentes del estado para que efectivamente los acuerdos se traduzcan en realidades y la sociedad sea la vocera democrática de sus reivindicaciones.
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