Funciones y valores alrevesados

15/07/2015
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Mientras el pasado fin de semana los noticiarios de Forotv (Televisa) convirtieron en histórica la visita por realizarse de Enrique Peña Nieto a París, el señor de Los Pinos retomó el guión del emporio de 13 de los 50 dueños de México, y sin inmutarse declaró histórica su visita. Y la procuradora Arely Gómez, hermana del doctor Leopoldo, vicepresidente de Noticieros del consorcio de Emilio Azcárraga, ofreció 60 millones de pesos a los mexicanos que brinden información que conduzca a la reaprehensión de Joaquín Guzmán.

 

Le llamo por su nombre, como siempre, pues por más criminal que sea el nativo de La Tuna, Baridaguato, Sinaloa, tiene un acta de nacimiento como todo ciudadano. Y el que se ríe se lleva, es decir, los que lo llaman por su popular apodo se arriesgan a que los mencione por sus alias. Además de que usar los nombres de batalla de los capos tiene el deliberado propósito de estigmatizarlos como criminales, antes de que un juez cumpla con sus obligaciones, y en el afán de caricaturizarlos se ocultan las características como grandes empresarios que generan cientos de miles de empleos bien remunerados, ilegales ciertamente pero existen otros que legalmente asaltan a los cuentahabientes y por ello ganaron 42 mil millones de pesos de enero a mayo de 2015, lo que representa un incremento de 22.1 por ciento respecto al mismo lapso de 2014. En tanto que México no logra alcanzar con Peña Nieto y a pesar del escandaloso endeudamiento público, “el mediocre crecimiento de la economía de los últimos 33 años” (Luis Videgaray dixit).

 

La manía interesada del uso de apodos me recuerda al entonces presidente de la Cámara de Diputados, Juan de Dios Castro, quien en una comida de trabajo en el Club de Periodistas que se transmitía en vivo por radio, no paraba de llamarle El Peje a AMLO. Cuando le mencioné el hecho corrigió enseguida: “el señor jefe de Gobierno y licenciando Andrés Manuel López Obrador”. O un magistrado capitalino y frustrado precandidato priísta a la gubernatura de Morelos que también no paraba de hablar del Peje y a renglón seguido decía “el señor jefe de Gobierno y licenciado Marcelo Ebrard”. La lambisconería más primitiva.

 

Tiene razón, sin embargo, Miguel Ángel Osorio, al reconocer que sin la denuncia ciudadana es imposible recapturar a Joaquín Archivaldo Guzmán. Imposible es también que el Estado triunfe sobre el crimen organizado si la inmensa mayoría de los mexicanos (no “los buenos”, como en forma maniquea dice Ricardo Salinas Pliego y se incluye entre ellos), no se deciden a participar en forma sistemática en el combate al crimen organizado.

 

No coadyuva a estimular tal participación el objetivo de la Procuraduría General de la República de comprar, en este caso con 60 millones de pesos, el involucramiento ciudadano en la recaptura de Guzmán.

 

Tratar a los ciudadanos como delatores, reconvertirlos a esa condición miserable a cambio de la millonaria recompensa que no ofrecen por Ismael Zambada (30 millones), Juan José Esparagoza (la misma cantidad aunque podría estar muerto), Juan Pablo Ledezma (15 millones) y Maxiley Barahona Nadales (10 millones de pesos), es por completo ajena a las obligaciones que los ciudadanos tienen con su país.

 

Justamente lo anterior es sólo una parte de la descomposición cívica y ética que padece México a partir de que el éxito individual, económico y material sobre todo, fue superpuesto a la sociedad, la familia y la comunidad como la piedra de toque por “el sistema de acumulación de dinero, el ídolo que produce sufrimiento y miseria y mata a las personas”, para decirlo en palabras de Leonardo Boff.

 

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