Tiempos del Capital y Tiempos de Rebeldía
- Opinión
I
Vivimos en una época de crisis histórica sin precedentes. Su gravedad se puede medir por el hecho de que no estamos frente a una crisis cíclica del capitalismo más o menos extensa como las que experimentamos en el pasado, sino a la crisis estructural cada vez más profunda del propio sistema del capital. En sí esta crisis afecta —por primera vez en la historia— a la totalidad de la humanidad, y si queremos que la humanidad sobreviva exigirá cambios rotundamente fundamentales en la manera como se controla el metabolismo social. (Istvan Meszaros, El desafío y la carga del tiempo histórico, pág. 79)
Los contextos mundiales y regionales si bien no constituyen una determinante absoluta, han abierto o cerrado oportunidades para la construcción de alternativas e influenciaron de manera decisiva las estrategias de las fuerzas políticas revolucionarias, de izquierda como de los movimientos sociales a lo largo de la historia.
En el plano geoestratégico mundial asistimos a una transición intrasistémica cuyo desenlace para la humanidad es incierto. Transición porque algunos de los pilares y reglas del juego geopolítico están modificándose1, e intrasistémica porque se efectúa dentro del modo de acumulación del sistema capitalista.
Se constata una crisis del modo de acumulación capitalista, que tiene rasgos tanto cíclicos como sistémicos que implica una nueva reconcentración de los capitales, e una intensificación de la disputa inter-imperialista por territorios, bienes naturales, recursos energéticos y mano de obra barata, que se desarrolla de manera paralela a una crisis civilizatoria, ambiental, sustentado en imaginarios y modos de vida-consumo que no son sustentables a largo plazo. Diversos estudiosos del tema (Harvey, Dierkxsens, Houtard, Amin, Wallerstein, Lowy) han planteado que las contradicciones sistémicas se agudizan, lo que ofrece oportunidades para trascender hacia una sociedad post-capitalista (Dierkxsens), o hacia un lento proceso de caos y barbarie que llevaría a la destrucción del planeta y de la humanidad (Luxemburg,).
El sistema mundial actual carece de un mecanismo arbitral independiente, no existen efectivos contrapesos, como tampoco mecanismos democráticos que permitiese al ciudadano -mundo ejercitar su voz y voto en los ámbitos supranacionales e insuficiente correlación mundial para transitar hacia otro sistema mundial distinto. En este sentido, los Estados se constituyen aún en un eslabón estratégico para cualquier estrategia de transformación del orden mundial.
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