El México tras la elección

10/06/2015
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

*Las novedades las ponen los ciudadanos

 

*Hay crisis de representatividad partidista

 

*Morena, la sorpresa en el DF y nacional

 

Elección intermedia, la del 7 de junio, como se le conoce cuando no hay elección presidencial. Cambio de legisladores federales, los 500 de la Cámara de Diputados, 9 gubernaturas; 2,700 cargos de elección popular en juego: alcaldías, congresos locales, y en el Distrito Federal las 16 jefaturas delegacionales y los 66 diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

 

Nuevas reglas, en donde luego de la reforma electoral de 1994, el Instituto Nacional Electoral (INE) centralizó todas las funciones —a delegar en los OPLES, organismos en los estados del país—; como el poder político electoral otrora en manos de la Secretaría de Gobernación, antes del surgimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) en 1990 tras la fraudulenta elección de 1988, cuando Carlos Salinas de Gortari le arrebató la silla de Palacio al contrincante opositor Cuauhtémoc Cárdenas, que o no supo defender o negoció.

 

Escenario poco propicio para una elección, esta de 2015. Desde el momento en que el gobierno no tiene opciones para resolver, sólo contener, los problemas sociales del país. Sucedió lo que hubo una participación por abajo del 50%, del 47% del padrón electoral, reflejo de un abstencionismo que se traduce como crítica para el sistema político mexicano. Mas con ese porcentaje, y aún menor, a los partidos les alcanza para “legitimarse”; el PRI en primera instancia, porque entre todos los partidos políticos se reparten las curules, de tal suerte que los de más votación alcanzan mayoría.

 

Es el caso del PRI, que con más diputados, en alianza con su socio cómodo, el Partido “verde”, alcanza la mayoría de curules en el Congreso con 250 + 1 diputados (según datos del conteo rápido, el PREP). Cierto que se dieron algunos cambios en las gubernaturas donde el PRD perdió Guerrero a manos de PRI, por ejemplo, tras el abandono en colusión con los implicados del caso Iguala o Ayotzinapa.

 

Pero perdió Nuevo León (uno de los estados más ricos del país; el otro polo de desarrollo con el Distrito Federal), el mismo PRI, luego de los señalamientos de corrupción a manos llenas de su gobernador actual, Rodrigo Medina de la Cruz y su familia. Lo realmente significativo es que perdió la gubernatura con el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, alias El Bronco.

 

Esta resultó ser uno de los verdaderos triunfos del actual proceso, pero no para el gobierno, para el INE o los partidos políticos, sino absolutamente en contra de ellos. Es un triunfo ciudadano porque la figura de las candidaturas independientes se estrenó con la última reforma electoral de 2014. Se dieron otros triunfos significativos bajo dicha figura, cuya característica es: un candidato “independiente” de las banderas y colores de los partidos políticos.

 

Si bien se inscribieron no pocos, 500 a nivel nacional y sólo 125 lograron postularse a diferentes cargos de elección popular, 5 alcanzaron el triunfo. El Bronco se hizo de la gubernatura; también Manuel Clouthier Carrillo (el hijo de Manuel Clouthier del Rincón, El Maquio) ganó una diputación federal por Sinaloa; Pedro Kumamoto Aguilar, una legislatura en Zapopan Jalisco; Alfonso Martínez Alcázar es el posible presidente municipal en Morelia y José Alberto Méndez Pérez alcalde de Comonfort en Guanajuato.

 

Es, la figura de las candidaturas independientes, un asunto ajeno que simboliza para decirlo en pocas palabras, una crítica al sistema de partidos. A la falta de representatividad de los mismos. Al hartazgo ciudadano por las deficiencias del sistema partidista y en general por el sistema político. Porque dicho sistema no ha sido capaz de cambiar, solo utiliza o el camuflaje o la política del avestruz, cuando de resolver los problemas sociales se trata.

 

Ciertamente que la del 7 de junio resultó al final una elección ejemplar, pero por la participación de los ciudadanos, no por el órgano electoral ni por el “miedo” a la violencia. Es por la voluntad ciudadana al tratar, claramente, de resolver los problemas por la vía pacífica. En tanto el sistema le apuesta a la violencia para no responder a las demandas de la población en general, pues la represión tiende a generalizarse ante la protesta social.

 

El miedo no anda en burro. El temor a que las cosas se desbordaran en algunos estados movió al desplazamiento de las “fuerzas de seguridad” (policía federal, marina, ejército y gendarmería) hacia entidades como Oaxaca, pero también Michoacán y Guerrero, para “garantizar la elección en condiciones de paz y tranquilidad como un ejemplo nacional de democracia”, declaró un mandatario estatal.

 

Aun así el descontento no se hizo esperar y la protesta se desbordó en Guerrero. En lugares como Tixtla, donde hubo quema de urnas, el 20% del total. Los estudiantes organizados de la Escuela Rural de Ayotzinapa, junto con los padres de los desaparecidos que no tienen derecho a reclamar sus hijos con vida, ni a pedir justicia. Por ello se han convertido en los crímenes impunes del actual gobierno. Otros casos como Oaxaca en donde los maestros de la CNTE también boicotearon el proceso electoral.

 

¿Quién pone los pretextos? El caso es que hay una reacción de autoridad, de fuerza. Se alude la presión creada por la inseguridad. Una situación que lleva más de dos sexenios. Es decir, el país se militarizó bajo el pretexto del crimen organizado, y las bandas del narcotráfico; el negocio de las drogas que se administra desde el exterior, porque el dinero llega a los bancos protegido por el sistema financiero mundial. ¿Cómo se sabían los montos de la riqueza de Joaquín Loera El Chapo Guzmán, y no los métodos de lavado, de procesamiento, de cultivo, de trasiego, de paso por la frontera, de las empresas ilícitas, etcétera? ¿Cómo es que nadie sabía del paso de armamento hacia las bandas del crimen en México, ni se indagó hasta que los asesinatos en masa se convirtieron en escándalo?

 

Pero los ciudadanos demandan tranquilidad. Por eso el trabajo y la entrega de los participantes en el proceso electoral. El desorden en la apertura de casillas el día de la elección, si se convirtió en problema fue por la autoridad que a falta de credibilidad cosechó renuncias de no pocos funcionarios de casilla. Pero a fin de cuentas la elección salió también por el compromiso ciudadano y no por la autoridad. Ellos son los auténticos ganadores de la elección del 7 de junio. Porque tampoco pierden la esperanza: dicta el refrán popular que la esperanza muere al último.

 

No ganó el PRI el 7 de junio, aún y cuando se hizo de la mayoría en el Congreso. Entiéndase que los votos no son para el gobierno de Peña Nieto. Los operadores del sistema político electoral saben que los cambios son para seguir iguales. Que no hay cambios de fondo. Una lección del actual proceso es que de haber reforma electoral no será para avanzar hacia la democratización del régimen, ni siquiera del sistema de partidos.

 

Si algo cambia será, entre otras cosas, para efectos prácticos como la contención en el avance de los independientes; esa figura incómoda que dio muestras de efectividad en el actual proceso electoral. Porque mostró viabilidad y efectividad para arribar al poder sin los partidos políticos, esas maquinarias caras de la representación fallida.

 

Otro ganador es el partido Morena de Andrés López Obrador, que dio la sorpresa en el Distrito Federal al ganar cinco delegaciones en su primera elección. Más pronto que tarde le disputará la mayoría en la Ciudad de México al PRD. El reparto de curules ya es igual con 16 diputados para ambos partidos en la ALDF. Morena, además, puede ser “la alternativa” en el 2018 a escala nacional.

 

Precisamente porque los demás partidos carecen de representatividad, que no “desgaste normal por el ejercicio del poder”. Como representan a pocos, acarrean votantes, compran votos por migajas, roban en los conteos generales, como sucedió con los últimos triunfos de Salinas, de Calderón y de Peña. El problema es que los presidentes ilegítimos, a la postre resultan ser los peores gobernantes. Los más entreguistas al imperio estadounidense.

 

Por eso Morena puede convertirse en la mejor alternativa para México. Es tiempo de que los jóvenes aspiren a marcar el rumbo, como en otras partes del mundo donde está tronando el sistema capitalista neoliberal. Al tiempo.

 

Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx

 

https://www.alainet.org/en/node/170281?language=es
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS