Dicen que Eduardo ha muerto
- Opinión
Me dijeron que Eduardo ha muerto, pero yo, creo que anda por la América, la América Nuestra, disfrazado de Galeano, viviendo lo que escribió.
En mil novecientos setenta y uno le llevaron a una mujer enferma, y exclamó -¡Pero señores, señoras, yo, yo no soy doctor! Meditativo, se dijo a sí mismo, -Esta mujer está preñada de historia… -Escuchen todos, escuchen todas, se nos desangra esta mujer, ¡tiene las venas abiertas!, ¿Quién es el culpable?, preguntó… Todos callaron, todas callaron. Solo una pequeña niña, solitaria, con una estrella de fuego rojo marcada en el brazo, señaló al norte. Y Eduardo comprendió, -Claro, claro, la memoria, el fuego, he ahí la receta medicinal…y se puso a buscar los ingredientes debajo de cada pie descalzo de los hijos, de las hijas, de aquella señora desarmada.
Cuentan los vientos cálidos del Sur que, cuando nació, no cumplió con el requisito clínico de llorar, al parecer, se negó a replicar lo que consideró una marca occidental de inconformidad; decidió hacer silencio y observar, hasta los días siguientes. La última vez que se le vio con los ojos de este mundo, estaba escribiendo, escribiendo su nombre, Eduardo Galeano, Eduardo que en las manos de Hugo, el arañero, dijo al gigante de las siete leguas, “América Latina despertó, el Caribe despertó, y aquí está el testimonio del parto de aquella mujer preñada que una vez me trajeron a la imaginación.”
El Rey no Está desnudo, dijo a los incrédulos miedosos en algún pasaje de la memoria andante, -¡Es el mundo que está al revés! ¡Patas arriba!…y riendo -con toda la seriedad del caso- se puso a caminar con los pies en el cielo, y a soñar con la cabeza en la tierra.
Ayer, o hace unos días sin noche, poco importa, la prensa (des)informó que Eduardo murió. Pero yo, creo que él quiere que lo alcancemos, allá, en el horizonte de la memoria del porvenir, y con cada paso en que nos acercamos, el muy travieso, se aleja, quiere ayudarnos a caminar.
Me dicen que Eduardo ha muerto, pero yo, no me lo creo. Creo que Eduardo es un hijo de los días, y los hijos de los días nunca mueren.
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