¡Capitalismo¡… Queremos capitalismo
16/11/2014
- Opinión
En Brisbane, Australia, se produce por estos días de noviembre la cumbre del G-20 a donde asisten los jefes de estado y presidentes de los gobiernos que representan a los dueños del mundo congregados en el G-7. Este es un club privado de gobernantes que representan a los principales exponentes del capital global. Las cifras muestran que controlan al menos tres cuartas partes de la economía mundial y configuran el mapa hegemónico de poder y riqueza que usan para tomar decisiones sobre derechos y fijar reglas para vivir en el mundo del mercado trazado por el capital.
La presidenta del FMI también invitada junto con la OCDE y cree que se deben adelantar acciones para evitar caer en una nueva recesión. El secretario general de la ONU cree que lo importante es detener la expansión del ébola y sobre todo evitar que llegue al mundo rico. El presidente Obama cree que lo importante es combatir el cambio climático y ofreció 3000 millones de dólares para luchar contra él. El primer ministro británico considera que lo importante es que Rusia salga de Ucrania. El canciller alemán toma posiciones en torno a hacer crecer la economía mundial y asiste a bares a mezclarse con los lugareños. Putin anuncia que los estados deben ser respetados en sus decisiones porque sabe que a la Unión Europea le interesan sus respuestas sobre Ucrania y sus planes en Siberia donde están las reservas de petróleo y gas más grandes del planeta. El invitado presidente de España abrió la cumbre y expuso su modelo de política económica presentándolo como un camino a seguir.
Parece que cada quien viene con una agenda propia y que lo más importante de la cumbre es estar en la cumbre. Salir en la foto de portada para la gran prensa oficial global, eso es lo contundente, allí se reflejara la unidad que les produce estar del lado del capital sin sonrojarse. Para estar de ese lado se necesita entre otras cosas no darle importancia a la gente y sus necesidades y creer que la desigualdad y las injusticias son asuntos del mercado que se superan mejorando indicadores de crecimiento. Ninguno de los mandatarios como se les conoce a los que mandan, se refiere siquiera por lapsus a la marginación, el desempleo, la exclusión o la pobreza.
En Estados Unidos se acrecientan las huelgas de inmigrantes por garantías mínimas de reconocimiento para vivir como humanos. De Siria, Afganistán e Iraq se exponen las fotografías de la destrucción, miles de refugiados cruzando por empolvados caminos de muerte sin otra esperanza que huir lo más lejos posible para escapar de las bombas y cohetes enviadas por los mismos gobernantes del G-7 allí reunidos. Las armas se disparan contra gente de la misma clase olvidada con las justificaciones que saben dar los buenos sobre los malos. La excusa de ISIS es que es otro ejército del mal al que combatir como excusa para entrar en territorios soberanos de Siria a la vez aliada del demonio Iraní. Los impíos talibanes son excusa para arrasar Afganistán y probar equipamientos de guerra prolongada en el desierto. Los llamados ejércitos de Hezbola, Republicano de Iraq, Hamas de Palestina o la misma Al Qaeda, aunque sean distintos y contrapuestos, sirven al mismo propósito de guerra multidimensional, territorial y multiétnica de occidente contra oriente. Las muertes, los lisiados, los enfermos, los desterrados, los violentados se cuentan por miles y más miles y los produce el capital. Las hambrunas matan cada día a 8500 niños por efecto de la concentración de alimentos por los países allí reunidos. Los países miembros del G-20 controlan el 85 % del PIB mundial, el 80 % del comercio global y tienen dos tercios de la población total.
Mientras en Melbourne, Brisbane y otras ciudades miles de manifestantes juntaban sus voces en un ¡no son bienvenidos¡ y exponían con gritos y carteles consignas ¡contra la desigualdad y contra el capital¡ y exigían respeto a los derechos de los pueblos y garantías para los refugiados y las víctimas del capital, en el centro de Sao Paulo varios miles de manifestantes marchaban con el grito: ¡capitalismo¡, ¡capitalismo¡ ¡queremos capitalismo¡. Las pancartas decían frases como: ¡Fuera el PT¡ (¡Fora PT¡), ¡Que el PT se vaya a Cuba¡, ¡ni comunistas ni bolivarianos queremos capitalismo¡, ¡no queremos Dilma ni Lula queremos capitalismo¡. En esas mismas calles duermen cada día cientos de excluidos y marginados invisibles del capitalismo, aunque ya son muchos menos de los que había hace una década cuando no había Lula ni Dilma -que recién ganó las elecciones con un 52% en medio de apresurados intentos por ahondar la polarización usada como herramienta del capital para desestabilizar y alentar la violencia y el despojo-. Resulta novedosa esta manifestación en defensa del capitalismo, porque al parecer aunque estamos ante el triunfo del capital global se ve en problemas en uno de los países que todavía es de los más desiguales del mundo. Los neoliberales recetan más capitalismo y aquí lo piden en las calles. Algunos invitados al G-20, aferrados a retóricas sociales y de derechos que no caben en este capitalismo dejan ver parte de la realidad, como ocurría con los presidentes de España que mientras ofrecía su hoja de ruta mientras recibía informes de nuevos implicados de su gobierno en corrupción o del presidente de México, que se hablaba de crecimiento mientras se enteraba del aumento de manifestantes contra su gobierno que piden su dimisión por la desaparición de 43 estudiantes a manos de la mafia en connivencia con el estado que a sangre y fuego impone el capitalismo.
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