Retos históricos e incidencia en épocas de vida dañada

26/11/2012
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¿Qué son los retos históricos y por qué hablar de ellos? Los retos históricos corresponden a situaciones sociales apremiantes que demandan del colectivo social atención y esmero para su transformación; por ejemplo: “debemos hacer algo para cambiar el estado vigente de las cosas de tanta violencia, impunidad e injusticia y lograr un mundo de justicia, paz y amor”.
 
En una segunda acepción, corresponden también a deseos colectivos posibles de ser conquistados; por ejemplo: “podemos hacer algo para que todos los que habitamos en regiones indígenas hablemos la lengua de la región”.En ambos casos se trata de lograr algo proveniente de la conciencia colectiva y que establece una consigna que demanda concentrar y concertar esfuerzos. Entonces, dado que su origen es la conciencia, el requisito indispensable es el diálogo y la reflexión.
 
Cada sociedad configura sus retos históricos según la recapitulación de sus valores esenciales. Según los ejemplos anteriores, se trata en el primer caso de la urgencia de vivir una vida digna con justicia, paz y amor, por un lado; y, en el segundo, del hecho de la interculturalidad posible y deseada, pues a éstos, al menos algunos de nosotros, los consideramos valores esenciales.
 
Pero, profundizando, no es difícil que simultáneamente haya retos históricos contradictorios; por ejemplo, mientras algunos nos esmeramos por el fortalecimiento de los idiomas y las culturas de nuestros pueblos, otras personas empeñosamente ejecutan acciones cuya consecuencia es la aculturación y la pérdida de la diversidad lingüística. O, mientras una sociedad se propone romper la subordinación y garantizar alimentos para toda su población, otro grupo se puede proponer llegar a Marte, como parte de una lógica de control y dominación y con el uso exorbitante de recursos. Se tata de valores antagónicos.
 
Ponerse retos históricos, cualesquiera que sean, es hacer valer una forma de entender la vida, la historia y el futuro. Para el caso de las sociedades, los pueblos y los grupos sometidos y colonizados, en que las estructuras de dominio propician el olvido y el desprecio por sus valores, sino se pierden la conciencia histórica y la esperanza, entonces los valores ancestrales se refrendan impulsando movilizaciones que hacen frente al control y promueven la liberación.
 
Sin embargo, en los lamentables y frecuentes casos de dominio es común ver gente deslumbrada por valores de la sociedad opresora, obedeciendo y reproduciendo esos valoresque ¡claro que terminan afectando a la mayoría de los suyos! En estos casos, se trata de gente dominada mental y espiritualmente por la imposición de valores externos, transmitidos muchas veces de manera muy sutil y discreta (lo que es el trabajo de la radio, la televisión y todos los medios que no se propongan explícita y claramente hacer los contrario y ser críticos). Así que hacer valer lo propio: los valores, las convicciones y la herencia cultural recibida, aunque sea difícil y cueste lograrlo, es una forma contundente de asumir el reto histórico de negar el olvido, rechazar la enajenación y contravenir a la imposición.
 
Pensemos en esa intención generalizada de querer lucrar con todo: con la tierra, con la naturaleza, con los árboles, con los animales silvestres… ¡con las personas! ¡Esa importancia central dada al dinero, al consumo y al poder! Nos hemos hecho obedientes de esta ordenanza que es la peor imposición a la que se nos ha sometido y que sirve para el enriquecimiento de unos pocos y para el despojo de la mayoría. Así es que, en estos casos, la estrategia es fortalecerse y con dignidad permanecer en las enseñanzas recibidas y que son parte de nuestra herencia cultural: el respeto, la ayuda mutua, la sencillez, el no desperdiciar, el compartir y el mandar obedeciendo, entre más.
 
Retomar hoy día con fuerza estas maneras de ser y de actuar, humana, comunitaria y humildemente, es un reto que implica fuerza interior; pero hay que hacerlo sabiendo bien que de hacerse y ponerse en práctica con convicción, desde el momento mismo de comenzar a hacerlo, es ya un reto que comenzó a conquistarse, que anticipa la posibilidad real de reorientarse colectivamente como sociedad. Lo mismo ocurre con nuestros valores de justicia, verdad y honestidad. Éstos no son valores que compartan aquellos y aquellas que rigen su vida por los intereses del poder, de la ganancia y del prestigio, pero sí son los nuestros y los podemos defender y refrendar en nuestra forma de proceder, ¡incluso en épocas de campañas y elecciones!
 
Y entonces, avanzando en nuestra comprensión de los retos históricos y su diseño, debe subrayarse que es fundamental contar con una perspectiva histórica, lo que quiere decir no solamente conocer el pasado, sino sobre todo y enfáticamente apreciar el futuro. Hay que saber por lo que se ha pasado y escarbar en la memoria pero, además, hay que tener claridad del futuro que se quiere y que se anhela. Para eso hay que soñar juntos y bien despiertos (como lo planteara Bloch en El principio esperanza); hay que reflexionar y arriesgar, ¡pero no a lo loco!, sino con fuerza y convicción profunda, que provienen del estar empapado de la realidad, teniendo conciencia de lo que se vive y se padece, conociendo lo que viven nuestro pueblo y los demás pueblos y sabiendo –como compadecimiento– lo que sufren la gente y la naturaleza.
 
Todo reto implica un desafío, y para logarlo hay que tener un estímulo claro y un objetivo bien definido. El objetivo es la transformación o la conquista deseadas. El estímulo o lo que empuja es, por un lado el anhelo de lo que se desea y, por el otro lado, el dolor y el disgusto por lo predominante no aceptado y jamás deseado. Y el desafío es romper las inercias y las parálisis, el miedo y la apatía, y, más aún, es iniciar inmediatamente, actuar de acuerdo con lo que es la consigna o con lo deseado, ¡sin esperar a que otros lo hagan! Se trata, pues, de actuar con determinación, con convicción de logro y con un sentimiento de alegría y satisfacción por estarlo haciando de acuerdo a lo que se cree (pues en nuestras creencias habitan nuestros valores fundamentales).
 
¿Y aquello de la incidencia? Estar empapado de la realidad y actuar con conciencia y orientados hacia lo que se quiere transformar o lograr es incidir. Nos preguntábamos al inicio: por qué hablar de los retos históricos, y anticipábamos que es un requisito para la toma de conciencia, pero también es necesario hacerlo para definirlos y acordarlos comunitaria o colectivamente. Hablamos de retos porque es una forma de salir de la obediencia y el conformismo y porque al hacerlo rompemos el silencio. Pero, sobre todo, lo hacemos porque urge un cambio y porque es necesario trazar la ruta. Hablar de los retos históricos es una manera de empujarse a sí mismos a ubicarse y moverse en la dirección de ellos, es decir: encaminarse en la ruta que dictan la conciencia y la esperanza.
 
Hablemos con los demás, pues, de los retos que tenemos para definir los más importantes y los más urgentes y para animarnos a asumir nuestra responsabilidad: garantizarnos recíprocamente un mundo de paz, de justicia y de amor, sin depositar en nadie más que en nosotros mismos la posibilidad de un mundo mejor. No vivir en un mundo mejor en cierta medida se debe a que nos ha faltado claridad de pensamiento, energía, fuerza y convicción para lograrlo. En épocas de vida dañada, donde nos quieren robar la esperanza y la certeza de un buen vivir, de una vida social y económica en armonía, el reto histórico es retomar la esperanza y conquistar nuestro anhelo. Es necesario que nos tracemos retos históricos y que incidamos en su consecución.
 
- Fernando Limón Aguirre es Sociólogo. El Colegio de la Frontera Sur
https://www.alainet.org/en/node/162856?language=es
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