Entrevista con James K. Galbraith:

Con mayor participación del sector financiero en el ingreso, mayor desigualdad

17/11/2011
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"Como resultado de los patrones de interacción mundial y de la globalización, existe un incremento sistemático de la desigualdad, independientemente de los niveles de ingreso, durante las dos décadas de 1980 a 2000".  Tal es una de las conclusiones a la que llega el economista norteamericano James K. Galbraith (JKG), quien dirige desde hace 15 años una investigación sobre la desigualdad a escala mundial, en la Escuela de Asuntos Públicos Lyndon B. Johnson de la Universidad de Texas en Austin.  En entrevista con ALAI, reseñó el alcance y las conclusiones de este proyecto.  También comentó sobre el carácter de la actual crisis económica mundial y sus implicaciones para América Latina.

JKG: - Esta iniciativa de investigación ha sido orientada a mejorar la medición de la desigualdad en la economía mundial, tanto en ciertos casos nacionales como en un nivel comparativo internacional, referida a conjuntos de datos por región y por industria. El tema unificador del proyecto es que es posible profundizar y ampliar en gran medida nuestro conocimiento de lo que ha sucedido en la economía mundial mediante el aprovechamiento de información de mediciones a las que se puede acceder fácilmente, pero que no han sido utilizadas antes para este propósito.

Una conclusión central a nivel de la economía mundial es que, cuando se juntan los datos suficientes para poder ver el movimiento de la desigualdad a través del tiempo, en un gran número de países, se encuentra un patrón muy claro, y ese patrón está muy estrechamente relacionado con los órganos rectores de la economía financiera mundial. En términos muy sencillos, si uno se remonta a la época de Bretton Woods, hasta 1971, hubo en general un período de distribuciones estables. Incluso se registró un breve período en el que la distribución se volvió algo más igualitaria, en la década de 1970, que coincide con el boom de los commodities y la expansión mundial del crédito; pero terminó abruptamente en 1980.  De 1980 a 2000 hay un movimiento masivo en ascenso de la desigualdad a través del mundo.  La primera región importante que se vio afectada fue América Latina; luego tenemos Europa Central y la antigua Unión Soviética, y finalmente Asia; el pico se produce alrededor del año 2000, luego del cual hay una tendencia de este proceso a estabilizarse, e incluso se registra una ligera mejoría en la primera década del siglo, principalmente en función del hecho de que las tasas de interés se redujeron prácticamente a cero y los precios de los commodities comenzaron a mejorar.

En suma, la historia de la desigualdad en la economía mundial, en primer lugar, demuestra que existen patrones comunes muy fuertes y en segundo lugar, que tiene una estrecha relación con los fenómenos macroeconómicos; y hay una fuerte influencia de las estructuras que definen las políticas en lugares como Washington, Nueva York y Londres.

ALAI: - ¿Estamos hablando aquí de la igualdad dentro de los países, principalmente, o también entre los países?

- Los dos fenómenos están estrechamente relacionados, pero las medidas que tengo son de la desigualdad dentro de cada país y luego, tomando el movimiento común de la desigualdad dentro de los países, la comparación entre países.

- ¿Han examinado la relación entre desigualdad y violencia? América Latina se conoce como el continente más violento y también el que tiene la mayor desigualdad, y a menudo se establece una relación allí...

- De hecho, nuestra información no muestra a América Latina como el único continente de alta desigualdad; algunos países de América Latina, como Brasil y Perú en particular, figuran muy altos en nuestras medidas, pero también lo hacen los países de África central y subsahariana, como también ciertos países de Asia. Mostramos a la India como un país de desigualdad mucha mayor que lo que otros métodos de medición han mostrado. Hemos investigado la desigualdad en relación con ciertos tipos de violencia, en particular la guerra civil y las guerras, y el efecto del conflicto sobre la desigualdad, y no hay duda que existe una relación, que se puede percibir especialmente a partir de la información detallada.  Si nos fijamos en lo que sucede en países donde la violencia va en escalada hacia ese nivel de conflicto nacional, se puede encontrar repercusiones muy claras en el movimiento de la desigualdad.

- ¿Qué dicen de la relación entre desigualdad y desarrollo económico, más allá del hecho de que, obviamente, significa que algunos grupos se hacen más ricos y otros cada vez más pobres?

- Nuestra conclusión básica es que, en términos generales, sí existe una relación sistemática entre la desigualdad y los procesos de desarrollo económico y los niveles de ingresos. Nuestros hallazgos son bastante coincidentes con lo que Simon Kuznets sostenía hace más de medio siglo, es decir que en las primeras etapas de la industrialización, la desigualdad tiende a aumentar debido al diferencial entre la ciudad y el campo; en la fase de profundización de la industrialización que vive actualmente la mayoría de países, se encuentra que la desigualdad tiende a disminuir, con el aumento de la riqueza, debido a los procesos de consolidación.  En los países más ricos, la desigualdad ha aumentado considerablemente con el aumento de los ingresos –como es el caso de EE.UU. y del Reino Unido-.  Pero también encontramos que, como resultado de los patrones de interacción mundial y de la globalización, existe un incremento sistemático de la desigualdad, independientemente de los niveles de ingreso, durante las dos décadas de 1980 a 2000. Entonces atribuimos esto a la influencia de las fuerzas transnacionales. De ese modo, hay que tener en cuenta tanto la forma en que una economía nacional se desarrolla estructuralmente, como también la influencia que sobre esa economía ejercen fuerzas internacionales.

- ¿Han formulado recomendaciones de políticas con respecto a eso?

- Creo que existen claras implicaciones políticas, que tienen que ver con los procesos de control, especialmente del sector financiero. Al mirar esto desde el punto de vista de los conjuntos de datos disponibles en países específicos, una de las cosas que se encuentra consistentemente es que la creciente desigualdad va asociada con un mayor incremento en la proporción del ingreso que corresponde al sector financiero, y esto es una especie de proceso depredador que está asociado tanto con altas tasas de interés, como con el uso del mecanismo de crédito como el principal instrumento para generar crecimiento económico, algo que es intrínsecamente inestable.  Está claro que tras un periodo de crisis - por ejemplo, en Argentina desde 2002, para dar el ejemplo de un país del cual se dispone de datos muy buenos y muy actualizados- la desigualdad realmente disminuye, y que la disminución se asocia con la reducción del sector financiero en relación con el resto de la economía. Igualmente en Brasil, se observa que el sector financiero ha vuelto a representar una proporción algo más razonable de la actividad total; entonces el sector público ha podido expandirse y, por supuesto, este sector cumple funciones muy diferentes de las del sector financiero, con lo cual no sólo se tiene una base más amplia de personas que perciben esos ingresos, sino que también existe una provisión de servicios que no se prestaban en el período anterior.

- Y entonces, ¿cómo se relaciona todo esto con la actual crisis financiera, que también, obviamente, tiene que ver con el crecimiento excesivo del sector financiero?

- Creo que hay una clara relación entre la desigualdad y la inestabilidad financiera.  Lo que ocurrió en específico con la crisis financiera en EE.UU. fue un esfuerzo por mantener la impresión de prosperidad que se había logrado en la década de 1990, tras el colapso de la burbuja de la tecnología de la información.  Y ese esfuerzo se realizó a través de la expansión masiva del crédito con las casas como garantía, en un proceso de préstamos que no tenía de ninguna manera las posibilidades de transformación tecnológica o la mejoría de las condiciones de vida que tuvo la fase anterior, y fue corrompido profundamente, sobre todo por los préstamos que los acreedores sabían que no podrían ser pagados. Así que fue precisamente el hecho de depender del sector financiero, sin someterlo a una adecuada supervisión, en tanto el motor del crecimiento económico de la década de 2000, lo que nos llevó al colapso de 2008.

- ¿Cómo caracterizaría a la actual crisis en EE.UU. y Europa y su impacto en el resto del mundo?

- Están muy estrechamente relacionadas; de hecho creo que hay una sola crisis, que es la crisis del sector bancario mundial. La crisis en Europa se desata a finales de 2008 y principios de 2009, y ¿por qué? ¿Por qué todas las deudas soberanas europeas más débiles quedan afectadas al mismo tiempo, -Grecia, España, Portugal, Irlanda- a pesar de que sus situaciones particulares son muy diferentes?  La respuesta a eso es que se trata de países cuyos bonos estaban en manos de una sola comunidad global de inversión y financiamiento, y que cuando esa comunidad se dio cuenta de la magnitud de las pérdidas que iba a incurrir con los activos tóxicos que se habían creado en EE.UU., y que luego ellos habían comprado a los bancos estadounidenses, ellos hicieron, naturalmente, lo que cualquier inversionista haría: buscar cómo protegerse de nuevas pérdidas, y eso significó vender las deudas soberanas débiles y comprar las fuertes. Por lo tanto, el precio de los bonos griegos bajó, mientras que subió el precio de los bonos franceses y alemanes o de EE.UU. o Reino Unido. Asimismo, el rendimiento de los grandes países se redujo y el rendimiento de los países pequeños subió, en un movimiento masivo hacia una situación insostenible e inestable.
 
No es que de repente se descubrió que Grecia es un país con un problema de déficit, un sistema fiscal débil y un servicio público abultado. No es que de pronto se descubrió que Irlanda ha tenido un boom insostenible de la construcción. Eso no fue una noticia, era conocido. Pero es característico de las crisis financieras que, en el período de auge, se concedan préstamos a acreedores con limitada capacidad de pago y a entidades inestables, pero en la depresión, los préstamos se retiran y se descubren de repente todos estos riesgos que siempre estaban presentes. Lo importante aquí es identificar lo que desencadenó la transición de la fase de expansión a la de contracción, y fue la constatación de que los bancos de EE.UU. habían perpetrado el más grande fraude financiero del mundo, a lo largo de casi una década, antes del colapso que se produjo en 2008.

- ¿Cree usted que las políticas adoptadas por la UE o por el gobierno de EE.UU. o la Reserva Federal sean suficientes para enfrentar la situación?

- Es evidente que no son adecuadas. La Reserva Federal de EE.UU. sí ha mantenido una política esencialmente de préstamos ilimitados, a la cual se puede atribuir el haber prevenido el colapso institucional hasta el momento. Es obvio que las poderosas autoridades de Europa, las alemanas en particular, no están dispuestas a seguir el mismo camino, y ha habido una tensión enorme en la Unión Europea, en primer lugar sobre "castigo" de la austeridad impuesto a Grecia y otros países. La razón de imponer austeridad a Grecia no es -como se suele decir- para que los mercados de crédito abran de nuevo, creo que todo el mundo entiende que eso no va a suceder y no hay nada que los griegos puedan hacer para que esto ocurra; el motivo es dar señales al sector financiero alemán y al electorado -las circunscripciones de Angela Merkel- de que se ha cobrado un precio suficientemente alto por el rescate o reestructuración de la deuda griega. Es obvio ahora que crece el sentimiento en Alemania, que posiblemente será decisivo, de que ningún precio es lo suficientemente alto y que es hora de cortar el cordón y forzar una salida.

- ¿Cree usted que para un país como Grecia, retirarse del euro sería la mejor solución en este momento, algo similar a la Argentina en 2000?

- No creo que la situación sea similar a la Argentina en 2000 porque, en primer lugar, Argentina se limitó a dejar caer su compromiso de convertibilidad, no cambió su unidad monetaria; además, por integrados que sean los mercados financieros globales, Argentina es un gran país autosuficiente situado en América del Sur, mientras que Grecia es un país muy pequeño, compuesto en gran parte de islas, ubicado en Europa. Y, por supuesto, los griegos están acostumbrados a tener sus ahorros en euros, a tener sus activos en euros, por lo que el retorno a una moneda nacional potencialmente muy inestable en un país con una reducida capacidad para cobrar impuestos, podría ser mucho más traumático aún de lo que fue en Argentina; y creo que los economistas griegos son muy conscientes de ello.

- ¿Cuáles serían las implicaciones para América Latina? Hasta ahora la región se ha mantenido relativamente indemne frente a la crisis económica -algunos países más que otros-, pero obviamente una prolongada crisis va a afectar la economía de América Latina.

- Creo que hay diversos aspectos de los posibles efectos de la crisis en América Latina. Uno de ellos tiene que ver con la seguridad de los fondos depositados en los bancos que están afectados por la crisis; si hay crisis de solvencia bancaria, de seguro habrá preocupación por el asunto de los depósitos. Un segundo aspecto es lo que ocurrirá con las exportaciones; allí la situación es un poco más favorable de lo que era hace 30 años, ya que se cuenta con el factor estabilizador del mercado chino, que obviamente ha sido muy importante durante la última década.  Y diría que una tercera área son las estructuras de crédito dentro de América Latina, puesto que todos los errores y fraudes que han caracterizado al sistema bancario en América del Norte y Europa podrían fácilmente ser reproducidos por los bancos en América Latina. La estafa financiera no tiene nada de particularmente anglosajona.

Entonces existe un gran reto de la gobernanza financiera, que en parte es una cuestión de poder supervisar la banca, de la capacidad del sector público para actuar como un regulador autónomo y eficaz de la actividad financiera. Y en parte es un problema mucho más profundo de cómo manejar la esfera -muy fragmentada y altamente automatizada- de los contratos electrónicos en el sector financiero. ¿Cómo pueden los países de América Latina enfrentar el riesgo de que la manipulación de los mercados mundiales de commodities afecte los precios de sus principales productos? ¿Cómo podrán lidiar con la capacidad de mercadeo de los canjes de incumplimiento crediticio (
credit default swaps) y otros instrumentos derivados que afectan a los precios de sus bonos? Todos estos asuntos van más allá de la supervisión de las entidades bancarias, y tienen que ver con las relaciones entre los países y los mercados financieros globales, que ninguna región podrá evadir simplemente con la construcción de un muro que la aísle. Así que este tercer desafío es un reto particularmente profundo, que enfrenta cualquier gobierno que quiera trazar un rumbo estabilizador para los próximos años.

Pero América Latina tiene algunas ventajas. Una de ellas es el hecho de que los términos de intercambio han estado mudando a favor de los productos básicos, hecho que ha permitido el crecimiento en la última década. Algo quizás más fundamental es el hecho que América Latina se ha estado enfrentando con los defectos de la globalización neoliberal desde hace al menos una década. Y hay mucha más diversidad de pensamiento sobre estos temas y una fuerte conciencia democrática de estos problemas, de lo que es el caso en EE.UU. o Europa, donde el poder de la ideología derechista es extraordinariamente fuerte.  Yo solía ser optimista acerca de EE.UU., a partir de la teoría de que las instituciones fundamentales en ese país fueron las creadas en el New Deal y la Great Society –la seguridad-social, Medicare, Medicaid- y que las poblaciones defenderían estas instituciones.  Pero cuando se ve la influencia que ejercen sobre estas instituciones el virtual asalto del pensamiento económico chiflado y el poder financiero de derecha, es realmente impresionante! Y tenemos ambos partidos políticos cautivos y la real sensación de que las cosas seguirán empeorando antes de mejorar. Lo mismo ocurre en Europa, donde hay incluso menos flexibilidad de pensamiento sobre estos temas que en EE.UU.  Se tiene los duendes mágicos de la austeridad a cargo de ejecutar la política en Reino Unido; y los hiperortodoxos monetarios en Alemania -sin ninguna disidencia interna que realmente importe en el proceso político-.  Entonces se ve que la gran ventaja de América Latina es que la gente ya superó esa fase y hay una tradición intelectual crítica que de muchas maneras hace que sea ahora el lugar más interesante en el mundo.

- ¿Qué fuerzas políticas, sociales, económicas o de otro índole serían necesarias para poder poner algo de orden en el sistema financiero global?

- Una conclusión a la que estoy llegando es que el sistema financiero mundial, tal como lo conocemos, no puede ser reparado.  Confrontar esto exigirá el empoderamiento de fuerzas que hagan contrapeso y la reconstrucción de las instituciones de crédito sobre una base muy distinta.  No es la primera vez que esto se haya hecho. Ocurrió en 1929-1930 y el mundo funcionó sobre fundamentos más estables luego de la Segunda Guerra Mundial, durante 30 o 40 años.  Así, pasó mucho tiempo hasta volver a un mundo en el que la política pública es dominada por los banqueros y los inversionistas; por lo que tenemos que admitir que ha habido dos intentos en un siglo y dos desastres y deberíamos hacer la conexión y llegar a algún tipo de reconocimiento sobre lo que esto significa.

En EE.UU., será necesario que uno de los dos partidos corra el riesgo de demarcarse del apoyo económico del sector financiero, y será interesante ver cuál de los dos se decida a hacerlo.
(Traducción: ALAI).
 
https://www.alainet.org/en/node/154058
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