La tierra prometida
- Opinión
Aunque no logren hacer realidad el sueño de un Estado, los palestinos demostraron que son merecedores de tenerlo. Tenemos una sola meta, el ser, y así será. Entonces, será, porque la obstinación de un pueblo no tiene confín.
En los últimos 18 años pasaron por delante de nuestros ojos las imágenes de manos estrechándose, de palabras huecas por la paz, de rostros sonrientes satisfechos. Y las pomposas frases: “Proceso de paz”, “Hoja de ruta”, “Acuerdo de Oslo”. Puro barro. Mientras tanto los territorios palestinos se hacían cada vez más pequeños, sitiados por muros, enjaulados por toques de queda, corridos por el ejército, humillados por los asentamientos colonos.
El corredor territorial del Imperio Otomano llegó hasta Palestina, allí estuvo cuatro siglos, hasta 1922 cuando fue apropiada por Gran Bretaña. En 1947, las Naciones Unidas votaron la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío con una zona internacional en torno a Jerusalén. Israel proclamó su Estado el 14 de mayo de 1948, Palestina nunca. El escenario vuelve hoy a la ONU, pero en el camino Israel tomó el 77 por ciento del territorio de Palestina (http://www.youtube.com/watch?v=4FspfOI_YRU&feature=related). Más de 700.000 fueron expulsados por las tropas israelíes. Hoy son refugiados, exiliados, parias; quieren ser lo que en sus corazones habita.
Hoy Cisjordania y la Franja de Gaza cubren una superficie total de 6.020 km2. Cisjordania (5.655 km2) está ubicada al este de Israel (parte de la Palestina histórica) y al oeste de Jordania. La franja de Gaza (362 km2) se encuentra al suroeste de Israel, en el Mediterráneo, y tiene límites al oeste y al sur con Egipto.
Hoy el millón y medio de habitantes que vive en la Franja de Gaza sufre el bloqueo israelí desde 2007.
Hoy en Cisjordanía viven 2,5 millones de palestinos.
Hoy y ayer los palestinos siguen resistiendo.
Ayer: Las intifadas (levantamientos), la guerra de las piedras de 1987. Batallas callejeras donde los palestinos usaban rocas, adoquines, lajas, y las Fuerzas de Defensa de Israel usaban balas. Piedras contra balas. 1.162 palestinos y 160 israelíes murieron en esta Primera Intifada. La segunda también duró sus años, se conoció como Intifada Al-Aqsa, y fue en septiembre de 2000 cuando Ariel Sharón realizó un acto de provocación al visitar la zona exterior del recinto de la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa.
Así las cosas. Dice Robert Fisk, de The Independent de Gran Bretaña: “Las masivas colonias judías de Israel, su perniciosas restricciones a la construcción de hogares palestinos de más de un piso y el cierre de los sistemas de aguas cloacales como castigo, los ‘cordones sanitarios’ al lado de la frontera jordana, los caminos sólo para israelíes han convertido el mapa de Cisjordania en un parabrisas aplastado de un auto chocado. A veces, sospecho que lo único que evita la existencia de ‘un Israel más grande’ es la obstinación de los palestinos”.
Las presiones fueron oceánicas para que Palestina no llevara el pedido a las Naciones Unidas para ser el país miembro número 194 y gozar así de plenos derechos, los mismos que la propia ONU le otorgó en 1947. “Nunca más podrán Estados Unidos e Israel chasquear sus dedos y esperar que los árabes junten los talones. Estados Unidos perdió su paquete en Medio Oriente”, escribió Fisk. Ahora todo será explícito, el veto de Barack Obama en el Consejo de Seguridad de la ONU será la escarapela para exhibir en todo el globo de que a este pueblo se le niega sistemáticamente su legítimo derecho a ser.
Antes hubo un ritual. La solemne Asamblea General de las Naciones Unidas aplaudió de pié; fue un botón de muestra de que lo que aconteció el 23 de septiembre en su sede en Nueva York no fue una jornada más. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, le presentó la solicitud al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para que reconozca a los territorios palestinos como un Estado con plenos derechos con las fronteras previas a la ocupación israelí del 4 de junio 1967 y así convertirse en el país número 194.
Esto dijo Abbas: “Tras 63 años de sufrir llega la hora de decir ya basta, ya basta, ya basta, ha llegado la hora de acabar con el sufrimiento de los refugiados palestinos. Ha llegado también el tiempo de la ‘primavera palestina’, no solo la primavera árabe, la hora de la independencia (…) El gobierno de Israel sigue confiscando la tierra de los palestinos a través de los asentamientos y acelerando la construcción del muro. Continúa con sus agresiones en la Franja de Gaza (…) Redadas, detenciones, matanzas en los puestos de control. (…) Este es el momento de la verdad, y mi pueblo está esperando escuchar la respuesta del mundo. Somos el último pueblo en estar ocupado. ¿Permitirá el mundo a Israel estar por encima de la ley? ¿Es esto aceptable? No creo que nadie que tenga conciencia pueda rechazar nuestra petición de ser miembros libres en las Naciones Unidas y que se nos acepte como un Estado independiente. Es hora de que el pueblo palestino consiga su libertad y sus derechos”. Hubo ovación.
Se abrió una brecha. El mundo festejó. Ramalá abarrotó su cielo de bandera verdes, negras, rojas y blancas. La Plaza Arafat fue un puño cerrado de todas las generaciones palestinas.
Hanna Yacir nació en Tayiba, Jerusalén, el 15 de septiembre de 1925. Se exilió en la Argentina cuando se creó el Estado de Israel. Murió el 28 de agosto de 1996 sin volver a su tierra. Aquí se forjó como escritor. Nunca se desconectó del amor patrio. En Hacia el miedo. Poemas Palestinos, dejó una marca de su nostalgia por su terruño. Civilización es una pintura de la historia del dolor: “Orugas / arrasan la aldea. / Los pequeños / espectadores del monstruo, / no volverán a casa. / Detrás de un cerco / asoman / maravillados / por la civilización. / Piensan / en una carpa. / De pronto / la casa es escombro. / Se aleja el hogar / con las orugas. / Se acerca la noche. / Fiestas en Tel Aviv. / En Londres, Thatcher levanta la copa, / en New York, cantan / hava naguila. / A lo lejos / los bárbaros danzan. / Entierran a mi pueblo”.
Posdata:
Otro poema: Informe de una bancarrota, de Samih Al-Qassem.
Ve y róbate el último pedazo de mi tierra,
abandona mi cuerpo joven en mazmorras,
aaquea mi herencia,
quema mis libros,
alimenta tus perros con mis peces,
ve y esparce tu red de espanto
sobre los techos de mi aldea,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin,
así apagues tus fuegos en mis ojos,
así me llenes de angustia,
así falsifiques mis monedas,
o cortes de raíz la sonrisa de mis hijos,
así levantes mil paredes,
y clavetees mis ojos humillados,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin.
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