El verdadero <I>choque de civilizaciones</I>

03/08/2011
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Ya no hay fuegos de artificio bursátiles para las sangrías fiscales y los planes de austeridad de las economías reales. Los valores bursátiles bajan por la preocupación sobre el titubeante crecimiento económico, según la agencia Bloomberg, que resalta las extendidas pérdidas de los índices bursátiles que ocurren “incluso después que el Senado pasó la legislación para elevar el límite de la deuda”. Los índices bursátiles en Estados Unidos y Europa registraron bajas consecutivas que recuerdan las de octubre del 2008, y la confianza de los consumidores, que está en su más bajo nivel desde marzo de 2009, amenaza con descarrilar la economía. Una recaída en la recesión es posible en Estados Unidos (1).
 
En Estados Unidos, como en Europa, los índices de la economía real están en baja. En el momento de escribir este artículo la agencia Bloomberg anuncia que la industria de servicios, el sector terciario que compone el 76.9 por ciento del producto interior bruto (PIB), sufrió una contracción en julio y está expandiéndose al ritmo más lento desde febrero de 2010. La creación de empleos en el sector privado, según la misma nota, se enfrió en julio, mes en que también bajaron las nuevas órdenes de compras en el sector de servicio y el número de empleos efectivos. El índice de actividad manufacturera (ISM) estadounidense también registró en julio una baja que lo hizo descender al más bajo nivel desde julio de 2009. El gasto del consumo, que compone las tres cuartas partes del gasto total, está decreciendo por el desempleo y el estancamiento de los ingresos de las familias. El economista Martín Feldstein, que integra la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, en su sigla en inglés) que determina las recesiones, opina que hay 50 por ciento de posibilidades de una nueva recesión.
 
Y para hacer más deprimente el panorama baste señalar que los planes de salvataje de los bancos acreedores y de las brutales políticas de austeridad aplicadas por el FMI y la Unión Europea en el caso de Grecia no han podido contener el “contagio” de la crisis de la deuda pública a España e Italia: Merril Lynch Global Wealth Management no pondrá ni un dólar de su billón y medio de dólares en haberes en los bonos italianos o españoles. Lo mismo para Bank of America Corp. y para la financiera alemana DWS Investment, reporta Bloomberg. Y ni que hablar de comprar los bonos de Portugal o Irlanda.
 
Muerte anunciada de una civilización
 
El acuerdo bipartidario logrado entre la oposición Republicana y el gobierno Demócrata del presidente Barack Obama para elevar el “techo” de la deuda pública e impedir el crecimiento futuro del déficit fiscal en Estados Unidos, es definitivamente el reconocimiento formal del fin de la civilización del capitalismo industrial que entre finales de la segunda Guerra Mundial y comienzos de la década de los 70 permitió la formación de las clases medias mediante la creación de empleos estables, a largo plazo y bien remunerados, que desarrolló las formas actuales de urbanización y de transporte, que fabricó los sueños y las realidades que sustentaron todas las formas asumidas por la sociedad de consumo.
 
Barack Obama y los legisladores Demócratas aceptaron lo esencial del plan de los Republicanos, que cortará en dos y medio billones de dólares el gasto público y dejará intacto el sistema tributario que favorece al sector financiero y a los ricos, como apunta la analista Linda McQuaig (Toronto Star, 1 de agosto 2011).  ¿Quiénes pagarán? Las clases baja y media; los veteranos de las guerras de George W. Bush y de Obama; los estudiantes graduados que perderán el subsidio para reducir el interés sobre la deuda contratada para pagar los estudios; los retirados que verán reducirse el acceso a diversos servicios sociales; los pobres que tendrán menor acceso a la asistencia medica; los desempleados porque en diciembre se cancelará la extensión al programa de ayuda a los cesantes crónicos, como escribe George Zornick en The Nation (1 de agosto 2011)
 
Lo realmente importante en todo ese falso debate sobre la deuda pública en Estados Unidos, que es paralelo al que tiene lugar de manera más discreta y a puertas cerradas en la Unión Europea, es que parece cada vez más evidente que los gobiernos han abandonado la prioridad o se declaran  incapaces de crear empleos mediante la reactivación de las estancadas o decrecientes economías, que aceptan y hasta promueven con sus políticas el empobrecimiento masivo de la población. El presidente Obama se limitó a repetir las vacías promesas de siempre después de haber cedido ante las principales reivindicaciones de los Republicanos y de admitir que la reducción  presupuestaria afectará la recuperación de la economía estadounidense. Según un despacho de la agencia AFP, Obama urgió a los polarizados congresistas para que ayuden a que la “economía hambrienta de empleos” ponga ahora el cartel de “estamos contratando”, agregando que “en los meses venideros continuaré también luchando por lo que al pueblo estadounidense le importa más: nuevos trabajos, salarios más altos y mayor crecimiento económico”.
 
Nada diferente en la Unión Europea, donde el doble rasero también se aplica: severa austeridad en el gasto público que agrava el desempleo y deprime aun más los salarios, y por el otro lado una generosidad sin límites hacia el sector financiero, es decir los bancos acreedores de las impagables deudas públicas de Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia y las que están por venir de otros países. En Irlanda el 25 por ciento de los trabajadores del sector privado están empleados a tiempo parcial, lo que explica –como señala The Guardian en su edición del 1 de agosto- que 300 mil trabajadores hayan sufrido una reducción del 50 por ciento en sus ingresos laborales.
 
Y ahora el autentico “choque de civilizaciones”
 
Al describir todo el potencial del capital para el desarrollo de las fuerzas productivas y “el cultivo de todas las propiedades del hombre social y la producción del mismo como un individuo cuyas necesidades se hayan desarrollado lo mas posible, por tener numerosas cualidades y relaciones”, Karl Marx se refiere a la “gran influencia civilizadora del capital” (2).
 
Y, en efecto, en la fase de desarrollo caracterizada por la introducción de la planificación económica, el papel gestor del Estado con el New Deal que siguió a la crisis de la Gran Depresión de los años 30, el capitalismo industrial construyó una civilización –los gloriosos 30 años- marcada por la abundancia y estabilidad de los empleos, el aumento de los ingresos de las familias que permitió la formación de las clases medias en los países avanzados. Así fueron sentadas las pautas de “progreso social” que se manifestó en todo un abanico de ambiciones, desde la posesión de bienes de consumo durables hasta el acceso masivo a la educación, pasando por la posibilidad del ascenso social y económico, Esta “gran influencia civilizadora del capital” no solo creó la sociedad de consumo sino que formó una cultura y perspectivas de vida que parecían estables a pesar de las periódicas crisis económicas, y que marcó a las últimas generaciones de los países capitalistas avanzados.
 
Y es esta civilización marcada por la estabilidad del empleo, por el mejoramiento de las condiciones de vida y la posibilidad del ascenso social y económico, que está pasando a la historia porque ya no puede ofrecer empleos y perspectivas para concretar todo lo que prometió a la mayor parte de una juventud que dispone de los más elevados niveles de educación y de preparación para el trabajo de toda la historia de la humanidad.
 
Y lo mismo puede decirse de las clases medias que han realizado sus aspiraciones de acceso a la propiedad de casas, a las millones de familias que se mudaron a los suburbios y pasaron a depender del automóvil privado, que “compraron” la sociedad del consumo y ahora se hallan aplastadas por la falta de empleo o empleos precarios, por la baja de los ingresos familiares que hacen insoportable el fardo de la deuda hipotecaria o del consumo. Las generaciones que fueron inculcadas y preparadas para esta civilización enfrentan ahora la perspectiva de un mundo sin empleos ni salarios estables, se sienten desamparadas y sin perspectivas.
 
Por eso mismo en Grecia y España, donde los sacrificios se acumulan implacablemente para el pueblo trabajador, los retirados y la juventud, las formas de protestas populares se diversifican y multiplican.
 
La periodista Angelique Chrisafis (The Guardian, 31 de julio 2011) cita a Antonis Gazakis, profesor de idiomas e historia que se dice sorprendido por cómo “los novicios que vienen de diferentes posiciones políticas, de izquierda y de derecha, están uniéndose a las protestas y debatiendo cómo cambiar lo que ven como un sistema político y parlamentario corrupto () La última vez que los griegos salieron a las plazas para pedir cambios constitucionales similares a los actuales fue en 1909. Esta es una oportunidad dorada, un cambio de paradigma. Grecia está despertándose”.
 
Podría decirse lo mismo de España y los indignados, y de los diferentes movimientos que en otros países están gestando la protesta social que lleva al autentico “choque de civilizaciones”, que no es, como pronosticaba Samuel Huntington, entre el mundo musulmán y el mundo cristiano, sino entre una civilización capitalista que está dejando de existir y otra que está imponiéndose, igualmente capitalista pero controlada por una oligarquía financiera que busca hacernos retornar a un “régimen de servidumbre”, a un “neofeudalismo” como bien lo define Michael Hudson (3).
 
Del trabajo estable al trabajo justo-a-tiempo
 
Fábricas de explotación es el término que en español designa los infames sweatshops, esos talleres insalubres donde se explota la mano de obra de ambos sexos, sean niños, adultos y hasta ancianos, que marcaron toda una etapa del capitalismo industrial en Europa, Estados Unidos y otras economías entre el siglo 19 y comienzos del siglo 20, pero que nunca dejaron de existir en los países pobres, donde fueron rebautizadas como maquiladoras, y que en las últimas décadas florecieron en los actuales países emergentes. Pues bien, como dice el columnista canadiense Thomas Walkom, del Toronto Star (29 de julio 2011), en países avanzados como Canadá hemos progresado retrocediendo a los sweatshops (pero con twitter).
 
Walkom analiza la brutal transformación en curso en el mundo del trabajo: “Imaginemos un mundo que es totalmente, materialmente inseguro. Un mundo en el cual las personas se disputan cualquier trabajo pagado que puedan conseguir. Y que cuando tengan éxito trabajarán largas horas sin tener un salario asegurado. Siempre corriendo el riesgo de perder sus trabajos porque habrá otros preparados para hacer lo mismo por menos. Incluso cuando consigan mantenerlos, sus empleos serán invariablemente de corta duración, de unos pocos meses, quizás un año. Y después volverán a tener que disputarse por otro trabajo. No tendrán, por supuesto, beneficios marginales o pensiones. En la mayoría de los casos ni siquiera se les aplicará el salario mínimo. En este mundo prevalecerá la pura lucha por la existencia. Lo demás será secundario. La vida familiar existirá sólo cuando haya cabida. ¿Cultura, educación, feriados? Olvídense de todo eso. Los estudiantes de la historia reconocerán este mundo. Es el de la industrialización en la Inglaterra del siglo 19 o de partes de América latina durante el siglo 20, el mundo que Charles Dickens, Karl Marx, Friedrich Engels y más tarde el Che Guevara describieron y criticaron”.
 
Esta descripción no es producto de la fantasía de Walkom, sino “el mundo para el cual nuestros gobiernos e instituciones dicen que debemos prepararnos porque no tenemos otra opción a pesar de haber creado una de las sociedades más ricas de toda la historia humana”. Y cita el folleto producido por el Consejo Escolar del Distrito de Toronto para operar el Next-Steps Employment Centre, un programa de búsqueda de empleos financiado por los gobiernos de la provincia de Ontario y de Canadá. Ese folleto de 10 páginas, agrega, “es una de las más honestas –y más depresivas- descripciones que jamás he visto del trabajo en Canadá, (que) hace las usuales distinciones entre el viejo y el nuevo mundo del trabajo. Lo inusual es que las muestra crudamente, sin barniz alguno”.
 
El viejo mundo del trabajo, según el folleto citado por Walkom, estaba marcado por empleos a tiempo completo y a largo plazo, y un medio ambiente laboral estable. El nuevo mundo laboral se caracteriza por empleos de corta duración, en los cuales el trabajador estará bajo un contrato, quizás sólo empleado de manera temporal o a tiempo parcial: Pero la clave es que Usted será probablemente contratado por un muy corto período (trabajo justo-a-tiempo, como lo apodan) y después será ‘dejado ir’ adonde haya trabajo. Y para poder sobrevivir durante toda su vida laboral –según el folleto- Usted tendrá que tener simultáneamente dos o tres trabajos. Y olvidarse de una pensión, de cualquier beneficio marginal, de vacaciones pagas o de licencias pagas por enfermedad. Durante toda su existencia tendrá que buscar trabajo: “los trabajos permanentes, en la mayoría de los casos, son cosa del pasado.  Y no lo olvide, Usted tendrá que reciclarse y perfeccionarse continuamente, y es Usted, y no el empleador, quien pagará por esa formación”.
 
Ese capitalismo industrial con una gran misión civilizadora está en fase de extinción porque su razón de ser, el trabajo asalariado estable está extinguiéndose rápidamente en los países de la avanzada del capitalismo, pero este proceso ineluctable está empezando en los países emergentes donde el trabajo humano asalariado todavía predomina, como en China. Un despacho periodístico titulado “Robots don’t complain or die” - publicado por el semanario The Economist el 2 de agosto 2011 -  reseña el caso de la empresa china Foxconn, una de las principales empleadoras del país con más de un millón de trabajadores y fabricante de productos electrónicos para muchos “prestigiosos clientes” en el mundo, incluyendo Apple. Esta empresa, donde se registraron varios suicidios por las condiciones de trabajo, busca “pacificar” a sus trabajadores que no soportan el tedioso y duro trabajo mediante aumentos salariales, mejoras en las condiciones laborales y poniendo en el exterior de los edificios redes que “recojan” a los trabajadores que buscan suicidarse arrojándose por las ventanas.
 
The Economist afirma que el principal dirigente ejecutivo de Foxconn, Terry Gou, anunció un plan “para reemplazar una gran cantidad de trabajo humano con robots, en el 2013”: En una declaración pública,  Foxconn habla de transferir a más de un millón de trabajadores “a una escala superior de la cadena de trabajo, más allá del trabajo manufacturero básico, y de su deseo de transferir los trabajadores empleados en las tareas más rutinarias hacia posiciones de mayor valor agregado en la manufactura, como son la investigación y el desarrollo, la innovación y otras tareas igualmente importantes al éxito de nuestras operaciones”. Según la información la escala de la automatización de que se está hablando con seguridad implica que algunos de esos trabajadores humanos perderán sus trabajos.
 
Y el semanario agrega que en gran medida el reciente desarrollo económico de China se basó en ir en una dirección contraria a la del mundo capitalista avanzado, de usar mano de obra humana para reemplazar la automatización, el capital fijo, en las cadenas de producción. Pero con los salarios aumentando rápidamente como resultado de la demanda de mano de obra calificada, y el fuerte aumento del salario mínimo legal, es previsible que las empresas reajusten la mezcla de capital (fijo) y de trabajo humano.
 
Esta nota periodística de The Economist es otra confirmación de la pertinencia del análisis que Marx hizo del desarrollo del capitalismo. Con el reemplazo del trabajo asalariado por la automatización el empobrecimiento masivo de la población trabajadora está ocurriendo y esta pauperización afecta a masas de individuos educados y preparados como nunca antes para la revolución social. Para muestra están los indignados.
 
La Vèrdiere, Francia.
 
 
2.- Karl Marx, “Elementos fundamentales para la critica de la economía política (borrador) 1857-1858”, Siglo Veintiuno Editores SA, Buenos Aires, 1971, páginas 361 y 362 del primer tomo.
 
3.- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=133429 Michael Hudson es profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas y autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.
 
- Alberto Rabilotta es periodista argentino.
 
https://www.alainet.org/en/node/151639
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