Por qué no se privatiza el negocio de la iglesia católica?
19/04/2011
- Opinión
Vivimos tiempos en los que las políticas neoliberales arrasan literalmente Europa y, muy particularmente España. Las oleadas de recortes de derechos ciudadanos y laborales se suceden. Las hienas de la privatización fijan su objetivo en las piezas públicas más sanas y apetitosas, mientras que ceden al dominio público y sin rubor alguno, sus negocios más deficitarios.
Una vez que se ha llevado al trabajador hasta sus extremos, y se le tiene agarrado al último clavo ardiendo que le queda, esto es: la venta de su dignidad al precio de los salarios más ridículos que quepa imaginar, el virus neoliberal extiende la fiebre privatizadora a otras áreas, donde aún puede encontrar algo de beneficio económico a costa del bienestar social: la sanidad y la educación.
El patrón se repite invariablemente, primero se hace un estudio de mercado, en el que se fijan los objetivos a expoliar. En la segunda fase se lanzan globos sonda a la opinión pública para determinar cuál sería el grado de aceptación o de resistencia, y medir así el mínimo esfuerzo que habrá de realizarse para alcanzar los objetivos sin provocar una revuelta social. En la tercera fase comienzan las embestidas de ariete contra las conquistas sociales de la ciudadanía, que suelen venir acompañadas de torrentes de datos, bien manipulados, bien tergiversados o bien filtrados, que demuestran las bondades de la inminente privatización.
Como quiera que los intereses privados y públicos suelen ser disyuntivos, no parece razonable aceptar como válido ningún argumento que provenga de parte interesada, cuyos integrantes formen un conjunto minoritario dentro de la Sociedad. Antes al contrario, lo más razonable parece ser adoptar por norma la solución contraria a las propuestas de privatización. Si las propuestas neoliberales trabajan por el interés y mayor beneficio de la Sociedad Anónima, las contrarias han de hacerlo por el interés y mayor beneficio de la Sociedad.
En este torbellino de privatizaciones sorprende la existencia de un negocio redondo que nunca forma parte de las quinielas de las próximas privatizaciones: el negocio de la iglesia católica. Y precisamente, son los mismos que quieren privatizar las más preciadas competencias públicas, quienes no se plantean ni por lo más sagrado hacer de la iglesia católica un asunto privado. Este inmoral negocio milenario va camino de convertirse en el último monopolio.
Sorprende en este sentido, la utilización sin vergüenza del argumento que viene a decir que “la iglesia supone un gran beneficio para el pueblo”, sobre todo si tenemos en cuenta que lo único tangible para el pueblo de ese supuesto negocio es el coste, quedando el beneficio sumido en la oscuridad de una contabilidad, esta sí, privada.
No. La creencia religiosa es algo tan íntimo, personal y particular que no puede estar sino restringido al ámbito de lo privado, por lo que cabe concluir que resulta una auténtica grosería moral hacer de ello un negocio privado en los beneficios y público en los costes, cuando debería ser privado en unos y otros.
Puede que solo sean impresiones mías pero creo que, en beneficio de la salud mental y religiosa de la población, urge la privatización del negocio que la iglesia católica practica inmoralmente con el dinero de sus fieles y de “sus infieles”, pero también de los ateos. Además, dada la magnitud del negocio actual de la iglesia, su venta supondría un considerable y muy necesario ingreso para las maltrechas arcas públicas.
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