Tiempos de la Nueva Derecha
- Opinión
En la historiografía ecuatoriana han predominado dos enfoques teórico/metodológicos: el liberal/individualista y el positivista/empirista. El primero de ellos sustenta que las emociones, las pasiones o el carisma del líder o caudillo de turno determinan los procesos político/económicos de un país; el segundo, aspira a encontrar lo esencial de los mismos en el escrutinio de hechos aislados o en la acumulación de datos estadísticos frecuentemente irrelevantes. Por cierto, ambos enfoques han terminado invariablemente con la apologia del establecimiento o, cuando más, con la sugerencia de cambios superficiales y anodinos.
En oposición a las citadas escuelas historiográficas tradicionales, a partir de los años 70 del siglo pasado comenzarán a abrirse paso trabajos sobre el devenir del Ecuador sustentados en el análisis de la estructura económica y en el discernimiento de las contradicciones antagónicas y no antagónicas derivadas de su matriz productiva, ambas líneas de investigación enmarcadas en la comprensión de nuestra socioeconomía como resultante de su articulación “tardía”, contrahecha y subalterna a la lógica de la reproducción ampliada del capitalismo mundial.
Los trabajos del investigador marxista Agustín Cueva, especialmente su libro El proceso de dominación política en el Ecuador (1), se constituyeron en hitos fundamentales en la ruptura con las visiones subjetivistas y empiristas. Concepciones que, por cierto, retomaron su primacía poco tiempo después a consecuencia de la implantación de dictaduras fascistas y promonopólicas en el Cono Sur del continente y como subproducto del derrumbe del “socialismo real” europeo a fines de los 80, acontecimiento que supuso una contundente victoria de la ideología del mercado y la democracia formal.
Vigencia teórico/metodológica del pensamiento crítico
En Antihistoria ecuatoriana(2) se ha buscado recuperar la concepción historiográfica objetivista con el propósito de dar continuidad a investigaciones propias del autor como Dialéctica de la economía ecuatoriana, Ecuador: genocidio económico o vía democrática y, específicamente, al ensayo “La quimera de la modernización”, publicado originalmente en el libro colectivo Ecuador: pasado y presente (1975), trabajo en el cual explico la dominación política de los más vastos contingentes laborales y populares como correlato del sistemático control del Estado por partidos y grupos oligárquicos y filoimperialistas nativos.
Más concretamente, Antihistoria… actualiza la reflexión sobre la dominación política en el país en el período más reciente que corresponde al predominio de la Nueva Derecha, representada en Carondelet, en mayor o menor grado, por los gobiernos burgueses o criptoburgueses de Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucaram, Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio y el actual de Rafael Correa.
Cabe anotar que identificamos a la Nueva Derecha como al discurso de manufactura metropolitana que preconiza políticas y reformas orientadas a la preservación/profundización del régimen de producción capitalista y a la adscripción de nuestras economías a la vieja/nueva división internacional del trabajo, es decir, a la reprimarización de sus aparatos productivos en consonancia con las necesidades e intereses del capital transnacional. Todo esto en un marco geopolítico de decadencia del poder estadounidense y la subsecuente emergencia de potencias “subimperialistas” (particularmente el grupo BRIC: Brasil, Rusia, India, China).
Esta línea medular de investigación ha sido complementada con la descripción e interpretación de algunos de los episodios más notables de la resistencia social al fundamentalismo moderno.
En este Seminario dedicado a evaluar la vigencia contemporánea del pensamiento de Carlos Marx –y, en general, de las posturas críticas del capitalismo- me ha parecido necesario destacar que la preparación de Antihistoria… me ha permitido verificar tanto la validez del método marxista de investigación (concebido como “el análisis concreto de la circunstancia concreta”) como la utilidad cognoscitiva e interpretativa de categorías de esa escuela como acumulación de capital y de su desglose adelantado, para el caso latinoamericano, por el académico mexicano Arturo Guillén, quien, en su trabajo “Obstáculos a la acumulación de capital en los países subdesarrollados”(3), precisa los factores que han determinado la baja generación de excedentes capitalizables por parte de nuestras economías, la transferencia de buena parte de esos recursos a las metrópolis, así como su utilización dispendiosa por obra de burguesías consulares e incluso por los estratos sociales medios.
Igualmente provechosas me han resultado las actualizaciones teóricas de la economía política marxista -como acumulación por desposesión, financiarización de la economía internacional, desterritorialización de los estados, crisis sistémica de la modernidad o democracias panópticas- que incorporan facetas nuevas del siempre contradictorio funcionamiento del capitalismo.
Para el discernimiento político –entendido lo político como un condensado de lo económico- la recuperación del enfoque de la lucha de clases me habría permitido –en los límites de mi formación teórica- un abordaje menos subjetivo de la proteica resistencia social a la multifacética ofensiva de la Nueva Derecha metropolitana y doméstica.
Este orden de ideas y categorías está detrás de Antihistoria ecuatoriana configurando una matriz analítica que, proyectada a las situaciones concretas de abundancia o penuria de excedentes, me ha posibilitado establecer, aunque no de manera mecanicista, los recientes ciclos económico/politicos del Ecuador, fluctuantes entre las medidas recesivas de corte liberal ortodoxo y las acciones desarrollistas/intervencionistas/redistributivistas, ambas fases inscritas en un proceso más general de reestructuración subordinada de la socioeconomía nacional con su correlato en la lucha política parlamentaria y extraparlamentaria.
Agotamiento del primer boom petrolero, ajustes ortodoxos y retorno de la inestabilidad política
Después del boom petrolero de los 70 –derivado de la guerra del Yom Kippur y revertido por obra de la Agencia Internacional de Energía comandada por Estados Unidos- y la política de “endeudamiento agresivo” del Triunvirato Militar (1976-1979), con sus efectos de modernización refleja y apariencial, la sociedad ecuatoriana comenzará a reencontrarse con la cruda realidad de un “subdesarrollo” y una subalternidad estructuralmente más profundos. Su síndrome patológico se configuró con problemas de enorme magnitud: recesión, desarticulación del aparato productivo, acrecentada vulnerabilidad externa, desabastecimiento alimentario, desindustrialización, desequilibrios en las finanzas públicas y privadas, elevada inflación, desempleo galopante.
Este cuadro económico/social se pretendió enjugarlo, a partir de 1981, con la instrumentación del recetario de los ajustes recesivos – es decir, medidas de contracción de la demanda agregada: congelamiento de salarios, liberalización de precios, eliminación de subsidios populares, despidos masivos de trabajadores públicos y privados-, aperturismo comercial/ financiero y privatizaciones. Líneas de acción sugeridas/impuestas por el Fondo Monetario Internacional y cuya aplicación, lejos de asegurar las promesas de estabilidad y crecimiento, terminaron por fomentar los procesos identificados por la teoría marxista como de concentración y centralización monopólica y financiarización, por un lado, y por otro, la depauperación absoluta y masiva de la población.
Tal una radiografía impresionista de lo acontecido en el país durante las décadas perdidas de los 80 y 90.
Conforme analizamos en Antihistoria…, la aplicación de la dogmática del FMI tuvo uno de sus momentos culminantes en la muerte/asesinato del sucre en el año 2000 decidida por el Harvard boy´s Jamil Mahuad y la consecuente pérdida de la soberanía monetaria, así como en el gigantesco operativo de “socialización de las pérdidas” bancarias (endosadas al Estado por un monto superior a los 8.000 mil millones de dólares). Amén de la ruina de cientos de miles de agentes económicos, la correlativa inmiseración general y el éxodo de más de un millón de compatriotas.
Pese al estrepitoso fracaso del modelo/estrategia liberal en su variante ortodoxa –hablamos de fracaso desde la perspectiva de los intereses nacionales, laborales y populares- los gobiernos ulteriores al de Mahuad –Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio- prosiguieron por esa ruta, siempre sazonada con acciones intervencionistas favorables a las fracciones más retrógradas de la burguesía doméstica (exportadores primarios, importadores, banca, seguros) y del capital imperialista o “subimperialista”, lo cual explica que tipifiquemos al largo período de predominio de recetario del Fondo como a un período de hegemonía de un neoliberalismo esquizofrénico (Estado pródigo para los sectores oligárquicos y financieros, Estado mínimo para “los de abajo”).
Ación y reacción. Las valientes y multicolores contestaciones sociales que liquidaron en las calles y pacíficamente a las administraciones neoderechistas de Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005) tienen ese telón de fondo, solamente que el carácter poco orgánico de tales manifestaciones, antes que para impulsar cambios de la estructura productiva o al menos una morigeración de la estrategia promonopólica, únicamente servirían para catalizar reacomodos en el poder de las fracciones criptoburguesas, burguesas y filoimperialistas cobijadas en caudillescas tiendas partidarias (llámense PSC, ID, PRE o PRIAN).
Nuevo auge primario exportador y reestructuración subordinada bajo formato neoinstitucionalista
Acaso la contribución más importante de Antihistoria… sea la contenida en el Cap. VIII que lleva por título “Correa: momentos de la (autodenominada) Revolución Ciudadana” y, especialmente, el subcapítulo nominado como “Neoinstitucionalismo: fase superior del neoliberalismo y fórmula de reprimarización productiva, lumpenacumulación y criminalización social”, donde se deconstruye la primera administración de Rafael Correa (enero del 2007-agosto del 2009).
Antes de continuar con este análisis relativo a los planteamientos centrales de Antihistoria… en el capítulo y el subcapítulo arriba señalados, aparece necesario responder a las tres preguntas básicas siguientes: a) ¿Por qué se debilitó la estrategia liberal ortodoxa?, b) ¿Por qué es posible sustentar que el neoinstitucionalismo constituye la fase superior del neoliberalismo de signo fondomonetarista? y c) ¿Qué se propone el capital financiero mundial en las áreas periféricas con su último aggiornamento discursivo?
En contestación a la primera habría que señalar que su excesivo énfasis en el individualismo y en las posibilidades regulatorias del “libre mercado” por parte del liberalismo ortodoxo, todo esto en un mundo gerenciado por gigantes corporaciones transnacionales -que ha llevado a que Noam Chomsky acuñe la expresión neomercantilismo corporativo-, terminó por visibilizar las insalvables contradicciones del modelo/estrategia fondomonetarista.
La ambición por convertir todo en mercancía colisionó en países como el Ecuador –donde se desplomaron tres gobiernos en menos de una década- por el carácter excluyente de la sociedad y el mercado capitalistas. En otras palabras, el incremento vertical del ejército de excluidos por la acumulación monopólica acabó por desacreditar el supuesto rol promotor y justiciero de las “leyes” o “fuerzas” del mercado, forzando a que el poder corporativo accediera a pequeñas concesiones a los náufragos de la globalización capitalista. Los bonos para enjugar la pobreza extrema, los programas de vivienda popular y los subsidios focalizados para los menesterosos tienen ese origen. Se trató, en suma, de conceder algo para preservar el todo. Entendiéndose por todo el mantenimiento de los mecanismos esenciales de concentración y centralización de la riqueza.
En relación con la segunda pregunta habría que anotar que, en la medida que los recetarios del FMI resultaban cada vez más insuficientes para penetrar y orientar a los mercados periféricos, el capital transnacional y los think tanks a su servicio –particularmente las universidades norteamericanas y el Banco Mundial- comenzarán a diseñar e impulsar, desde fines de los 90, una ola de reformas orientadas a convertir a las políticas públicas de nuestros países en palancas para favorecer la mundialización del capitalismo y la acumulación de excedentes por parte de los monopolios transnacionales. Emergió, por estas causas, una estrategia económica más penetrante y sofisticada –superior- que la contenida en el recetario unilateral del FMI, estrategia enderezada a destruir a las organizaciones corporativas (sindicatos, movimientos sociales) e introducir la racionalidad capitalista tanto en la administración del Estado, como en el ethos individual incluso de los explotados y excluidos. Y, por cierto, como pauta para las relaciones del hombre con la naturaleza. De modo extraño y hasta sarcástico a esta estrategia ultracapitalista y de despersonalización económica y cultural se la proclamará entre nosotros como opción de “izquierda” e incluso “revolucionaria”.
Respecto de la tercera pregunta, la reflexión del marxista español Vilar Villa aparece altamente ilustrativa. Según él: “El principal obstáculo que se opone a la mundialización económica en nuestros días es la supervivencia de los estados nacionales que permite la subsistencia de condiciones internas diferentes en cada país y que, por tanto, dificultan la homogeneización capitalista mundial”. (4)
Expuesto en buen romance, el neoinstitucionalismo aspira sobre todo a desbrozar “desde adentro” los obstáculos impuestos por los estados periféricos a la mundialización del capital corporativo de cualquier origen que este sea (estadounidense, alemán, chino, coreano, brasileño, chileno o venezolano).
Conforme explica el investigador colombiano Jairo Estrada: “La llegada del neoinstitucionalismo parece sugestiva para las configuraciones actuales del capital internacional. Primero, por cuanto representaría una superación de la visión de la sociedad en la exclusiva lógica del mercado, al señalar que es necesario incorporar el análisis de las instituciones en la economía. La crítica al neoliberalismo (primario, R.B.) no es lo fundamental. En la perspectiva neoinstitucionalista no se trata de desconocer las fuerzas del mercado, solo que debe reconocerse que estas actúan con una gama muy variada de instituciones… Segundo, por cuanto a la visión institucional subyace una visión desde la teoría general de sistemas. La sociedad (el sistema) está conformada por un conjunto de elementos (instituciones) interrelacionados e interactuantes. Esa visión de interrelación/interacción no contempla el antagonismo, puede reconocer el conflicto pero funcionalmente (o como disfunción transitoria), presupone relaciones de poder horizontales, excluye por tanto la dominación y la explotación, posibilita desarrollar un discurso de unidad, de concertación, de participación, de no exclusión, ´democrático´, (´ciudadano´, R.B.)… Tercero, desde la visión neoinstitucional los defensores del sistema (imperante) pueden aparecer de ´izquierda´, de ´centro´ o de ´derecha´. (5)
Más adelante apunta: (El) problema del capitalismo no sería su naturaleza de dominación o explotación, sino la existencia de reglas de juego inadecuadas (instituciones inadecuadas), o la carencia de reglas de juego (instituciones). De ahí que la política neoinstitucionalista se concentre en la necesidad de fortalecer las instituciones (creándolas, eliminándolas, reformándolas). Por ello se habla de desplegar y fortalecer la capacidad institucional del Estado, de la necesidad de instituciones fuertes, de la eficiencia y eficacia de las instituciones, etc. Entiéndase que en el neoinstitucionalismo… las instituciones no deben ser reducidas al aparato estatal. No es casual entonces que en el pasado reciente la política del Estado capitalista se haya orientado a diseñar reglas de juego, especialmente en el campo económico y sobre todo en los nuevos negocios”. (6)
El neoinstitucionalismo, ideología oculta de la Revolución Ciudadana, comporta una suerte de actualización del libro Las etapas de crecimiento, (7)
el famoso manifiesto no-comunista con el cual Walt W. Rostow y el complejo industrial/militar estadounidense buscaran evangelizar al llamado Tercer Mundo en los años 60, para promover la universalización de la razón instrumental (dinero y tecnociencia) y, de ese modo, enjugar las contradicciones consustanciales al modo de producción capitalista.
A esta altura de la historia se estaría pretendiendo diseminar e institucionalizar en nuestras naciones no solo la racionalidad abstracta del capitalismo sino, también, sus aberraciones más temibles, como los procesos de lumpenacumulación y criminación social, que, con rigor teórico y precisas ilustraciones fácticas, nos describe Pablo Dávalos en su reciente libro titulado La democracia disciplinaria. (8)
Esplendor del neoinstitucionalismo
En nuestro país, la refrendación plebiscitaria, en septiembre del 2008, de una Carta Política de retórica “populista” y “alma neoinstitucionalista”, elaborada/suscrita por la Asamblea Constituyente reunida en Montecristi, y la abrumadora reelección presidencial de Rafael Correa en abril del 2009 –derrotando nuevamente al multimillonario Álvaro Noboa, partidario del neoliberalismo en su libreto ortodoxo- se constituyeron en sucesos claves para acelerar la puesta en práctica de esa estrategia promonopólica y promercado.
Las condiciones “externas” provinieron del auge de los commodities derivado de las ocupaciones estadounidenses de Irak y Afganistán, la consolidación de China como nuevo “taller del mundo” y la emergencia de Brasil como indiscutible hegemón sudamericano.
De hecho, la bonanza de las materias primas –en especial del petróleo- en el mercado internacional y las subsecuentes vacas gordas de las cuentas externas y fiscales del Ecuador prevalecieron durante los dos primeros años del gobierno aliancista, generando un caudaloso flujo de divisas. Tales ingresos serían canalizados básicamente a la ejecución de proyectos de infraestructura física y energética incorporados al IIRSA y cofinanciados por el propio Banco Mundial y el Banco de Desarrollo del Brasil (BANDES) y a una descomunal expansión del aparato administrativo y militar del Estado. Adicionalmente, se asignaron fondos de relativa significación al fomento de la educación básica, a la salud, a los efectistas programas asistenciales y a la promoción de microempresarios (el viejo planteamiento metropolitano del “capitalismo popular” actualizado para América Latina por autores como el peruano Hernando de Soto).
Tales orientaciones del gasto público le permitieron al mandatario Correa afianzar su estrategia neoinstitucionalista, contando con el soporte político de viejos/nuevos grupos económicos de visión y práctica transnacionalizadas y de una floreciente lumpenburguesía criolla. (9) Amén de los votos de sectores medios urbanos y rurales y de los cientos de miles de réprobos de la globalización corporativa.
Los acuerdos diurnos o nocturnos con figuras de la vieja derecha de cuño febres/borjista/bucaramista o con tiendas políticas “de izquierda” (Partido Socialista Ecuatoriano y Partido Comunista, hasta la actualidad) le posibilitaron al “correísmo” ampliar su radio de influencia e incluso “comprar” transitoriamente la lucha de clases.
De su lado, una retórica nacionalista, antiimperialista y bolivariano/alfarista le proveyeron al inquilino de Carondelet de las necesarias credenciales “progresistas” internacionales, útiles para profundizar sus prácticas entreguistas y sus reformas neoinstitucionalistas/desinstitucionalistas.
El eclipse del neoinstitucionalismo
En nuestro estudio “Efecto jazz desnuda a la Revolución Ciudadana” –publicado originalmente por ALAI y ulteriormente incorporado a Antihistoria ecuatoriana (10)- advertimos sobre la fragilidad del proceso protagonizado por Rafael Correa, en razón de las repercusiones negativas para la economía ecuatoriana que comenzaron a “barruntarse” con ocasión del espectacular desplome de Wall Street a mediados del 2008.
A partir del segundo semestre del 2009, la recesión estadounidense primero y la europea posteriormente se expresarán con crudeza creciente, tanto en las cuentas externas como en las fiscales del Ecuador, bloqueando severamente a la estrategia neoinstitucionalista/bancomundialista en su dimensión desarrollista/intervencionista/redistributivista.
Abocada a tales rigideces, la “revolución ciudadana” pretenderá salir de paso mediante una suerte de fuga hacia adelante; es decir, apelando a un costoso financiamiento externo (especialmente de origen venezolano y chino), a una atropellada búsqueda de nuevos mercados (reinicio de negociaciones con la integrista Unión Europea), a emisiones de bonos para pagos a contratistas, a la repatriación de la reserva monetaria internacional, a préstamos del IESS…
Neoinstitucionalista incorregible, Rafael Correa, lejos de pensar siquiera en cambios estructurales de signo nacional y popular, se inclinará por proseguir con las reformas neoinstitucionalistas/desinstitucionalistas del libreto del capital corporativo.
En efecto, al jurar para su segundo período presidencial, el 10 de agosto del 2009, el caudillo de Alianza País se comprometió a “profundizar la Revolución Ciudadana”, aludiendo sobre todo a su interés por instrumentar el neoinstitucionalismo incorporado subrepticiamente a la Constitución montecristense con la aprobación de una constelación de leyes complementarias.
Obrando en esa dirección, presionó para la aprobación por el “Congresillo” –réplica en pequeño de la Asamblea Constituyente- de las inconstitucionales Ley Minera, Ley de Soberanía Alimentaria (también conocida como “Ley Monsanto”), Ley contra el Genocidio y el Ecocidio (que abre la puerta para el exterminio de las etnias no contactadas); y expidió el decreto 1780, que habilita al Estado para contratar con órdenes religiosas para que estas asuman la cristianización de etnias idólatras asentadas en territorios ricos en petróleo, metales, agua y biodiversidad. Y liquidando de esta forma al Estado laico, cara conquista de la transformación liberal de 1895.
Más recientemente, la Asamblea Nacional, entidad que ha abdicado casi completamente de sus responsabilidades de fiscalización y legislación, tramitó nuevas e inconstitucionales normas, como las reformas a la Ley de Hidrocarburos (que asestaron el golpe de gracia a PETROECUADOR), la Ley Orgánica de Universidades (inspirada en el neocolonialista Proyecto Tuning), el Código Territorial (una vieja propuesta de entidades como el Banco Mundial, el BID y la CAF) y la Ley de Servicio Público (un cuerpo de normas que vulnera derechos laborales de la burocracia estatal, incluidas las Fuerzas Armadas y la Policía).
El procesamiento sumario y prepotente del “paquete” de leyes neoinstitucionalizadoras evidenció la obsesión de Carondelet por completar a rajatabla el marco jurídico para la implantación de su regresivo modelo económico. Semejante cruzada neoconservadora no podía menos que suscitar contestaciones de los más disímiles grupos sociales: indígenas, pobladores, mineros artesanales, campesinos sin tierra, ambientalistas, transportistas, jubilados, trabajadores de empresas estatales, empleados públicos, magisterio, universidades.
Los tristes y sangrientos episodios del pasado 30 de septiembre, originados en una demanda de tipo salarial promovida por mandos medios y tropa de la Policía y las FF.AA., y que colocaron al país al filo de la guerra civil, se inscriben en el contexto histórico/antihistórico arriba reseñado.
A manera de colofón habría que señalar que el agudo descrédito del modelo/ estrategia neoinstitucionalista/bancomundialista en esta vuelta de siglo, en modo alguno presupone el final de la dominación externa e interna del Ecuador y/o América Latina. En cambio, plantea de manera inequívoca desafíos teóricos e incluso epistémicos al pensamiento crítico contemporáneo.
Notas.-
(1) Agustín Cueva, El proceso de dominación política en el Ecuador, Ediciones Crítica, Quito, 1972.
(2) Antihistoria ecuatoriana, Universidad Central del Ecuador, Quito, 2010.
(3) Arturo Guillén, Rev. Problemas del Desarrollo, Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, no. 20, noviembre de 1974-enero de 1975.
(4) José María Vidal Villa, Mundialización, Editorial Icaria, Barcelona, 1996, p.105.
(5) Jairo Estrada, “Notas sobre neoinstitucionalismo”. (Internet)
(6) Ibid.
(7) Walt W. Rostow, Las etapas del crecimiento, FCE, México, 1965.
(8) Pablo Dávalos, La democracia disciplinaria, CODEU, Quito, 2010.
(9) Por cierto, las raíces de esta forma de acumulación en nuestro país las identificó Agustín Cueva en su libro arriba citado, cuando en referencia a la degradación de la transformación “juliana”, escribe: “… en el Ecuador acababa de cumplirse, casi al pie de la letra, aquel fenómeno que Regis Debray presenta como típico de los países latinoamericanos: ´Esta pequeña burguesía progresista, sin la infraestructura de un poderío económico preexistente a su predominio político transforma entonces al al Estado no solo en instrumento de dominación política, sino también en fuente de poder económico. El Estado, culminación de las relaciones sociales de explotación en la Europa capitalista, se vuelve en cierto modo el instrumento de su instauración. De expresión jurídica de las relaciones de producción dadas en una sociedad, el Estado, en virtud de un cortocircuito característico de los países semicoloniales, se transforma en instrumento de producción, en alguna medida, de las relaciones de producción. La proliferación de funciones públicas, única fuente de empleo para millares de cuadros sin trabajo, sirve de sustituto al desarrollo de un aparato de producción. Sin el control del aparato estatal, esta burguesía no es nada económicamente: el poder político lo constituye todo para ella, y en efecto, ella es capaz de todo para conservarlo´”. Op. cit., p. 33.
(10) Op. cit., p. 215 y ss.
- René Báez es Miembro de la International Writers Association y del Centro de Pensamiento Alternativo de la Universidad Central del Ecuador.
Ponencia elaborada para la VII edición del Seminario Internacional Marx vive.- América Latina en disputa: Proyectos políticos y (re)configuraciones del poder, evento a realizarse en la Universidad Nacional de Bogotá-Colombia, entre el 27 y el 29 de octubre del 2010.
Oct. 8/2010
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