Escenario de guerra en América del Sur
Por supuesto que sí, se veía venir
29/07/2010
- Opinión
El desarrollo de la situación militar compleja anuncia lo que seguirá: si el gobierno bolivariano cae, el siguiente blanco será Brasil y la internacionalización de la Amazonía. Y el agresor es Estados Unidos.
Cuando el presidente Hugo Chávez denunció el sábado 24 de julio que Estados Unidos planeaba atacar Venezuela y derrocar su gobierno sólo oficializó una situación que simplemente se veía venir. Era cuestión de tiempo que la guerra tocara a las puertas de una región dónde el belicismo parecía brillar por su ausencia.
Y es que “democracias controladas”, devenidas en “desbocadas” y, peor aún, en “asociadas”, son un duro escollo para los objetivos estratégicos de Estados Unidos. Después de todo, fue el ex presidente estadounidense Richard Nixon quién sostuvo que sin controlar América Latina no se podía pensar en controlar al mundo.
La estrategia militar estadounidense, que durante los últimos tres o cuatro años consistió en ocupar -sin solución de continuidad- posiciones militares relativas favorables frente a los países cuyos gobiernos considera hostiles, era el anuncio de una historia con final previsible. Y aunque quizás no sea este conflicto entre Colombia y Venezuela la chispa que inicie el incendio, seguramente sí es una señal que no puede ignorarse. Casi es una cuestión de lógica pura.
El formidable aparato militar estadounidense causa espanto. Su diferencia con el de cualquier otro país del mundo es, sencillamente, astronómica. Y lo peor de todo es que Washington carece absolutamente de cualquier freno ético que le impida usarlo. De hecho, usarlo es su única salida en una época dónde buena parte de los gobernantes latinoamericanos han perdido el pudor de otros tiempos a la hora de las denuncias y de las acciones antiimperialistas.
En estos momentos hay en Costa Rica 46 buques de guerra estadounidenses. También hay allí 7 mil marines. A eso deben adicionarse las siete polémicas bases de Colombia.
Desde una de esas bases –Palanquero- pueden despegar aviones que no necesitarían reabastecerse para cumplir con misiones en cualquier lugar del continente. Tal es la importancia de Palanquero que Washington ha destinado 46 millones de dólares –presupuesto 2010- para dotarla de las comodidades que faciliten “operaciones de amplio espectro en una subregión crítica de nuestro hemisferio donde la seguridad y estabilidad está bajo la constante amenaza de terroristas insurgentes; gobiernos antiestadounidenses; pobreza endémica y asiduos desastres naturales".
Y de nuevo, una pieza se une a la otra: en febrero 2010, la Dirección Nacional de Inteligencia de Estados Unidos clasificó al presidente Hugo Chávez en el paquete de los “líderes antiestadounidenses”, o lo que es lo mismo, lo clasificó como blanco móvil y abrió la temporada de caza.
Sin olvidar la amenaza itinerante que representa la presencia de la IV Flota de la Armada estadounidense, Washington suma más bases en Araba y Curazao, y también en El Salvador y en Honduras, país este último del que no por casualidad fue expulsado en condiciones humillantes un presidente constitucional, para ser reemplazado por un gobierno afín a Estados Unidos.
Frente a este potencial, conseguido como estrategia sin tiempo en el último lustro, suenan inofensivas las declaraciones del general venezolano Franklin Márquez, jefe del Comando Regional 1 de la Guardia Nacional Bolivariana, en el sentido de que “se han desplegado de 980 a 1000 militares que refuerzan el resguardo egular de la frontera con Colombia”. Da la impresión de que ese refuerzo sería rápidamente arrollado con el primer ataque.
Habría que repasar los escritos de Mao Tse Tung o las tácticas del vietnamita General Giap para recuperar el espíritu del accionar militar frente a un poder de combate abrumadoramente superior. Y además habría que adaptar ese pensamiento al nuevo escenario. No es que el más débil no pueda ganar, pero el costo en tiempo, vidas y destrucción general es aterrador.
Sin embargo pensar así, es limitar de antemano el teatro de una posible guerra y eso sería caer por segunda vez en el mismo error. “Se ve venir” que Hugo Chávez y su Revolución Bolivariana no son el fin, ni siquiera el principio del fin, sino que se trataría del fin del principio.
El desarrollo de esta situación militar compleja anuncia lo que seguirá: si el gobierno bolivariano cae, el siguiente blanco será Brasil y la internacionalización de la Amazonia. No hay que ser mago para darse cuenta. No se está anunciando nada descabellado. Otra vez: se trata de pura lógica. Darse cuenta es empezar a enhebrar la solución y ésta debe alejarse de lo estrictamente militar.
Ha llegado la hora de que UNASUR brinde un ejemplo de cómo la unión hace a la fuerza. Si así no fuere, si actúan divididos o de manera pusilánime, “se ve venir” que sus líderes serán reemplazados por mandatarios títeres, sus pueblos condenados a moderna esclavitud y sus posesiones debidamente confiscadas. La historia cercana es una fuente nada despreciable de estos ejemplos. Vietnamitas, iraquíes y afganos la saben de memoria.
APM | Agencia Periodística del Mercosur | http://www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
https://www.alainet.org/en/node/143209
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