Un grupo de entre 10 y 12 hombres, un par de mujeres con traje americana, todos junto a una máquina expuesta en una enorme finca de pepinos. Grande, hasta donde alcanza la vista. La observan con atención mientras uno de ellos ofrece explicaciones técnicas. Un par de periodistas filman y fotografían el evento. Mientras, van pensando el titular: ‘la tecnología abarata costes de producción’ piensa el primero. El segundo, ‘record en nuestros campos’. Para la demostración uno de los hombres prueba el ingenio. La última fotografía, y ya pueden marcharse a un galpón dónde han preparado un sencillo aperitivo.

 

Al día siguiente, la máquina se estrena. Remolcada por un tractor que conduce un hombre, el artilugio aloja a 10 mujeres estiradas boca abajo sobre unas plataformas a medida. Frente a ellas una cinta mecánica donde colocan, -en difícil acrobacia- los pepinos que sus manos recogen. Si el sol cae con fuerza, sobre sus cuerpos de despliega una lona.

 

Los dos periodistas han acertado con sus declaraciones. El campo se industrializa con tecnologías machistas, donde la sumisión de la mujer- a quien menos se le paga por trabajar- es más patente que nunca. Donde la Naturaleza es maltratada por igual.

 

En poco menos de cinco días todos los pepinos de la finca estarán recolectados, y así Rusia, lugar en cuestión, mejorará sus rendimientos.

 

- Duch Guillot es coordinador de la revista ‘Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas’