Alternativas desde una mirada radicalmente crítica

25/02/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 441: América Latina en Movimiento No 441 06/02/2014
A estas alturas, ya estamos todos concientes de que el patrón hegemónico de vida, la organización capitalista del planeta, está conduciendo en términos muy acelerados al deterioro de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta.  Estamos concientes de que hay un patrón de organización de la vida, de la producción, de la distribución, de las relaciones entre hombres y mujeres, de las relaciones en términos de cómo se entiende la felicidad, de qué se entiende por desarrollo, por progreso, que es simplemente no sostenible y constituye parte de una cultura de la muerte.
 
Para abordar en una forma posible el cuestionamiento a este patrón civilizatorio y tener capacidad de reconocer los procesos de resistencia y construcción de lo otro, es extraordinariamente importante saber de qué estamos hablando cuando hablamos de esta civilización que está en crisis.
 
El patrón cultural y civilizatorio de occidente, las formas de organización de la vida del capitalismo durante los últimos 500 años, la constitución del sistema-mundo colonial moderno que durante este tiempo ha tendido a expandirse más y más hasta pelear por apropiarse del último rincón de la vida, ha tenido como una de sus potencias mayores la capacidad de convertir este modelo de organización de la vida en algo que parece natural, que parece que simplemente fuese así, que los seres humanos somos de esa manera, y por lo tanto este es el patrón de vida más adecuado para los seres humanos porque somos así.  Si los seres humanos son individuos egoístas, competitivos, sujetos que identifican su propia realización y su propia felicidad con la adquisición de cosas, entonces obviamente la sociedad capitalista es la sociedad que le da mejor respuesta. Pero en realidad, esta naturalización en la cual vivimos este orden civilizatorio es consecuencia de estos 500 años, es consecuencia de un patrón de conocimiento, es consecuencia de patrones culturales que se reiteran, hasta que parece tan inevitable precisamente porque aparece como natural.
 
Sin embargo, por el contrario, de la extraordinaria pluralidad y diversidad de experiencias histórico culturales de los pueblos del planeta, una cultura particular con características muy específicas y diferentes a la gran mayoría de las otras culturas del planeta, como consecuencia de la expansión colonial, militar, tecnológica del capitalismo, se ha expandido de tal manera y ha sometido y destruido de tal manera otras opciones culturales que termina por aparecer como la única posible.
 
El patrón del conocimiento
 
¿Qué características tiene este patrón cultural civilizatorio?  En primer lugar, hay un asunto básico que tiene que ver con la forma cómo se concibe la relación de lo humano con el resto de la vida; y en esta relación de lo humano con el resto de la vida hay un hecho absolutamente fundante que es la separación del patrón de conocimiento, que se convierte en hegemónico en occidente, que es la separación entre sujeto y objeto.  La noción de que el conocimiento se hace desde un lugar diferente a las cosas sobre las cuales se conoce, y esa cosa que es de una exterioridad que la convierte en cosa, esa relación de una razón que se relaciona con cosas es una ruptura radical con otras formas de conocer de otras culturas, de otros pueblos, y tiene implicaciones absolutamente extraordinarias.
 
La separación entre una razón que conoce a cosas es la fuente de la separación que se establece entre razón y cuerpo.  La razón conoce, el cuerpo es parte de la naturaleza y es por supuesto fundante de muchas otras separaciones, de las cuales quiero referirme a dos: por una parte, la construcción de lo masculino y lo femenino; y, por otra, la construcción de la separación entre cultura y naturaleza.  Cuando se define al sujeto del conocimiento como la razón y se concibe a lo masculino como portador privilegiado de la razón y se considera a lo femenino como más anclado al cuerpo, más anclado a la reproducción, más anclado al embarazo, a la menstruación, a todos los ámbitos de lo llamado privado, se está construyendo también al cuerpo de la mujer como parte de ese objeto conocido por la razón, que es una razón básicamente patriarcal.
 
Eso está estrictamente ligado a la separación que igualmente se establece, como señalé, entre el ámbito de la llamada cultura y el ámbito de la llamada naturaleza.  Hay una exterioridad, la cultura parece que flotara, la cultura tiene que ver con todo lo que hacemos, cómo vivimos, cómo nos alimentamos: todo eso forma parte de la cultura, y el piso sobre el cual está sustentado todo eso parece que fuese simplemente una cancha de juegos sobre la cual todos jugamos, pero que tiene esa relación de radical exterioridad.  
 
Tal exterioridad tiene extraordinarias implicaciones.  En primer lugar, implica que a diferencia de otras culturas la llamada naturaleza está totalmente desencantada, esto es, la naturaleza pierde por completo todo carácter sagrado en los múltiples sentidos, en el sentido de condición, parte y carácter de la vida misma.  Si lo humano es pensado como lo otro, diferente a la llamada naturaleza (digo 'la llamada naturaleza' porque obviamente somos todos parte de la naturaleza, somos todos parte de la vida, no existe ninguna separación posible entre los humanos y la vida), entonces en esta relación de exterioridad se establece con la llamada naturaleza una relación absolutamente instrumental hacia ella, tan instrumental que nos parece perfectamente natural que hablemos del agua, que hablemos del hierro, que hablemos de la floresta como recursos naturales.  ¿Por qué recursos?  Porque están ahí para que los seres humanos nos apropiemos de ellos y los utilicemos en función de los humanos. La vida no es recurso; por lo que pensar en la vida como recurso es pensar en una forma totalmente instrumental, totalmente negadora y destructora de la vida.
 
Hoy nos encontramos con que ese sistema productivo con esa lógica, con ese patrón de conocimiento, ha llegado en la fase actual del capitalismo a una condición que claramente ha sido denominada como una fase ya de metástasis, del cáncer del capitalismo, en el sentido de que los procesos de crecimiento por la vía de apropiación y transformación de esta llamada naturaleza -montado sobre el supuesto básico de que el bienestar y la felicidad humana se miden por la acumulación de cosas materiales- está llevando a lo que Gandhi decía cuando se refería a que el planeta tiene suficiente vida para garantizar las necesidades de todos los habitantes del planeta, lo que no tiene es suficiente para garantizar la avaricia de todos.
 
Destrucción de las condiciones de vida
 
Entonces, cuando hablamos de la condición de realización de la vida y tenemos una sociedad en la cual la condición de realización de la vida y la felicidad y el avance y el progreso están basados sobre la inexorable destrucción de las condiciones que hacen posible la vida, obviamente estamos ante una situación radicalmente patológica e insostenible.  Hoy está en el debate internacional y en la prensa de todos los días, en el sentido común, la idea de que estamos ante una crisis, que se enfoca fundamentalmente, por un lado, la crisis financiera, económica, etc., y en términos más profundos, el llamado cambio climático.
 
¿Es posible responder a estos límites del planeta sobre la base de los mismos patrones de conocimiento, de las mismas expectativas de lo que entendemos como vivir bien?  La respuesta es, obviamente, radicalmente, no. Tenemos hoy como retos la construcción de otras formas de entender la realización de lo humano, el bienestar, el buen vivir; y simultáneamente tenemos -en un sentido que sea compatible con la vida y no como en el modelo dominante que es absolutamente incompatible con la vida- el extraordinario reto de la justicia en el planeta.
 
Hoy tenemos la paradoja de que como humanidad estamos utilizando la capacidad de carga del planeta mucho más allá de su capacidad de reposición.  Estamos destruyendo las condiciones que hacen posible la vida en el planeta, y esto se hace a pesar de que una alta proporción de los habitantes del planeta no tienen ni siquiera garantizada agua potable, y que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dice que, durante el año 2008, había aproximadamente mil millones de habitantes del planeta con carencias nutricionales. Obviamente, no es que 'los humanos' en abstracto estamos sobre-utilizando la capacidad del planeta, sino que esto está también montado sobre extraordinarias desigualdades, de apropiación desigual, en las cuales hemos llegado ya a una situación de suma cero, donde, ante la capacidad limitada de carga y de vida del conjunto del planeta, la apropiación desigual por parte de unos significa necesariamente la destrucción de las condiciones de vida y el acceso menor por parte de otros, que como consecuencia se mueren de hambre, o de agua contaminada o lo que sea.
 
El reto del tiempo
 
La situación es tal que si uno lee la prensa, y ve las reuniones internacionales, y ve los acuerdos y negociaciones, aparentemente hay un reconocimiento de los límites del planeta, aparentemente hay reconocimiento de los problemas que confrontamos, aparentemente los gobiernos están tomando muy en serio, están negociando, están buscando soluciones.  Pero esto es absolutamente falso, es fundamentalmente un gran engaño, porque los sujetos que participan en este debate, por un lado, y las propuestas y lugares desde los cuales se plantean soluciones, por otro, son exactamente más de lo mismo. Los actores presentes son los mismos gobiernos, las mismas empresas transnacionales y los mismos centros de producción de conocimiento -universitarios o no- que forman parte de este patrón civilizatorio, de este patrón tecnológico, de este patrón de mercado.
 
Si uno ve el proceso de debate camino a la reunión sobre cambio climático de las Naciones Unidas, que se realizará a finales de este año en Copenhague, para llegar a los acuerdos internacionales que reemplazarán al Protocolo de Kyoto, uno encuentra estas características fundamentales: por una parte, una visión exclusivamente desde arriba, una mirada del supuesto cambio climático como si fuera la síntesis de los problemas, que no lo es; y hay solo tres respuestas que están colocadas sobre la mesa: regulación estatal, respuestas de mercado y respuestas tecnológicas.
 
Desde los mismos patrones tecnológicos que nos han llevado a donde estamos, es obviamente imposible encontrar salidas, porque éste es un patrón tecnológico que está montado sobre lo que ya tiene varios siglos de guerra de los humanos en contra del resto de la vida.  La continuación de la guerra de los humanos en contra del resto de la vida, y por supuesto contra muchos de los humanos, es la condición de la muerte, no condición de la vida.  Los mecanismos de mercado se convierten hoy en las formas en las cuales se encuentran nuevos ámbitos, nuevas rutas, nuevas posibilidades de acumulación de capital.  Hay una inmensa variedad de mecanismos internacionales que están actualmente operando y que se van a reforzar a partir de los acuerdos de Copenhague, que son acuerdos como la facilidad del desarrollo limpio de Kyoto, financiada también por el Banco Mundial, los mecanismos del mercado de carbono, etc. etc., que son mecanismos mediante los cuales se convierte el derecho a la contaminación y a la destrucción en otra mercancía que puede ser comprada y vendida.
 
Los mecanismos estos, pensados desde el Norte y fundamentalmente en términos de las empresas capaces de hacer negocio con esto, implican necesariamente que las consecuencias van a seguir siendo pagadas por los pueblos del Sur.  Obviamente, podemos ver, en el caso brasileño, lo que significan los agrocombustibles como supuesta solución ambientalmente favorable, que se disfraza de verde permanentemente y no solo no altera la emisión de gases de carbono, sino que eso significa reducción de diversidad genética, significa destrucción de fuentes de agua, significa una radical alteración de las condiciones de la soberanía alimentaria de los pueblos campesinos, desplazamiento, etc. etc.; y todo eso a nombre de una política verde ecológica.
 
Aquí estamos en un terreno con muchas trampas. Por decir algo, para estas reuniones internacionales de la negociación camino a Copenhague, a los pueblos aborígenes que han intentado tener participación, para tener otra voz y otra propuesta, simplemente no les han permitido el acceso. Mientras tanto, el acceso de las transnacionales está plenamente garantizado.
 
Sólo desde una mirada radicalmente crítica de estos patrones del conocimiento y de estos sujetos, desde otros lugares, desde la radical crítica feminista a esta separación objeto / sujeto, desde la radical crítica de esta destrucción del carácter sagrado de la vida en pueblos campesinos, en pueblos aborígenes, en todo lo que es la propuesta y práctica real ampliamente desarrollada por Vía Campesina, como opción de relación de los seres humanos con el resto de la vida, es que se está construyendo hoy las posibilidades de respuestas alternativas.
 
Este es el terreno de construcción, pero tenemos el reto del tiempo. Si tuviésemos dos siglos en los cuales podría llegar la crisis del límite del planeta, podríamos tener plena confianza de que todos estos procesos de bases múltiples en sus articulaciones tendrían capacidad de avanzar hacia la creación de alternativas. El problema es que nos encontramos, adicionalmente, con la complicación de que los procesos de destrucción están avanzando en términos acelerados, lo cual nos coloca en la doble tarea de frenar este monstruo y desarrollar opciones simultáneamente.  No podemos simplemente pensar que el desarrollo de soluciones alternativas en otros espacios nos garantiza la posibilidad de la vida en el planeta, si no logramos simultáneamente frenar y derrotar esta extraordinaria máquina de destrucción, de guerra, de desigualdad, que es hoy la sociedad capitalista.
 

- Edgardo Lander  es sociólogo, profesor de la UniversidadCentral de Venezuela. 

https://www.alainet.org/en/node/141195
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